Cayó dios en la operación Jable el mismo día que sobre Lanzarote se abalanzó de manera pausada pero implacable la calima, esa que tantos efectos puede causar en el ser humano. La calima lo desdibuja todo e instala sobre el paisaje una sensación de irrealidad, de sopor, de aplastamiento, casi de asfixia. Quizás fuera eso y la incredulidad lo que provocó reacciones encontradas al conocerse la detención de Juan Francisco Rosa. Rosa no es un empresario cualquiera, es el empresario por antonomasia, el que procura estar en todas las salsas, siempre moviendo los hilos en la sombra, bien a través de los políticos que tiene en nómina, bien a través de los medios de comunicación de los que es propietario o de aquellos otros necesitados de su dinero y su influencia. De lo conocido hasta ahora del sumario de la operación Unión, a Rosa se le relaciona con el plan parcial de Costa Roja y con la contratación de Dimas Martín para que pudiera solicitar el tercer grado carcelario, un poquito de tráfico de influencias y poco más. Por eso se especula con que la orden de detención debe tener que ver con algo más gordo, con eso que la Guardia Civil ha definido como la mayor trama de cobro de comisiones ilegales de Lanzarote.