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Coalición Canaria: manda Tenerife

Ana Oramas, diputada de Coalición Canaria, vota 'No' durante la investidura de Pedro Sánchez

Carlos Sosa

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A Ana Oramas le bastarán tan solo 1.000 de los 13.000 euros al año que declara percibir de su partido para “gastos de representación” (el único cargo institucional que cobra por ese concepto un sobresueldo) para dar por zanjado el incidente que protagonizó en la última sesión de investidura de Pedro Sánchez. Tras buscar y rebuscar el castigo más benévolo, Coalición Canaria se ha abrazado al reglamento del grupo parlamentario en la Cámara regional para imponer lo que considera una sanción suficiente al tamaño de la indisciplina en la que incurrió la diputada nacional.

Han vencido, como era de prever, las tesis de la organización tinerfeña, la vieja Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI), que ha hecho valer la tradición y el peso de sus votos para imponer la que desde el principio fue su tesis de partida: hay que votar que no al Gobierno de Sánchez con Podemos.

A la altura de una rondalla de aficionados queda el consejo político nacional, el máximo órgano del partido entre congresos, formado por un centenar de personas que discutieron en profundidad cuál debía ser la posición más conveniente, hasta alcanzar por unanimidad la orden de la abstención cursada a la diputada, que ni siquiera se dignó participar en el cónclave para al menos defender su posición contraria, justo la de la isla de Tenerife.

Ana Oramas lo vistió de voto en conciencia, y la mayoría de los medios nacionales se creyeron la historia. Pero los acólitos de la diputada en su isla natal, particularmente Carlos Alonso y José Manuel Bermúdez, no se resistieron a revelar los verdaderos motivos: el PSOE y Podemos les arrebataron el poder en las instituciones que ambos presidían (el Cabildo de Tenerife y el Ayuntamiento de Santa Cruz) y había que hacerles morder el polvo hasta el punto de llegar a poner en peligro el arranque de la legislatura y, por consiguiente, el riesgo de unas terceras elecciones generales.

A esas razones de revancha unamos las de un ahora silente Fernando Clavijo, que también perdió la presidencia del Gobierno con el motivo añadido de la negativa de Ciudadanos a investirlo por sus imputaciones penales, más la rebelión del expresidente del PP, Asier Antona, que se opuso al apaño de tenerlo como vicepresidente plenipotenciario mientras él habría de limitarse a las romerías y las verbenas.

Además de Oramas, es Clavijo el vencedor de este pulso interno. El expresidente ha convencido a islas como El Hierro y La Palma para que se sumaran a las tesis tinerfeñas, lo que terminó por inclinar del todo la balanza hacia la amnistía. Porque de organizaciones como la de CC en Gran Canaria poco cabe esperar ante el encefalograma plano que presentan sus dirigentes, más pendientes de asegurarse las nóminas que de hacer política.

Con el triunfo de Tenerife y de Clavijo, se imponen las tesis más conservadoras dentro de la organización. Si el esbozo de reunificación con Nueva Canarias dibujaba un alejamiento de los poderes oligárquicos que convirtieron a CC en un partido anquilosado y entregado al poder económico, las tesis triunfadoras apuntan más ahora hacia la búsqueda de nuevas fórmulas hacia la derecha, es decir, hacia lo mismo pero ya sin caretas.

Los grandes perdedores de esta escaramuza son majoreros. Uno es sin duda el secretario general de CC de Fuerteventura, Mario Cabrera, que se ha quedado solo en la exigencia de un expediente disciplinario ejemplar a la diputada Oramas. También perjudicado por la pérdida de poder a manos del PSOE, de Podemos e incluso de Nueva Canarias, Cabrera es el único que en esta crisis ha puesto las luces largas para que no dejar enturbiada la ansiada reunificación del llamado nacionalismo canario. Cabrera quiere una Coalición Canaria que haga buenos sus principios progresistas plasmados en los estatutos, y el voto de Ana Oramas, tan jaleado por el PP y Vox, no rema precisamente en esa dirección.

Tanto el dirigente de Asamblea Majorera como los dirigentes de Nueva Canarias partícipes de las negociaciones de refundación saben perfectamente que el fortalecimiento de CC de Tenerife, de ATI, para entendernos, aleja ese objetivo unos cuantos kilómetros más.

Pero el otro gran derrotado en esta crisis es el secretario general de CC, José Miguel Barragán. Ha quedado completamente desacreditado por las voces críticas incontroladas de ATI, como Carlos Alonso, al que pidió prudencia y disciplina con escaso éxito. Barragán sabe perfectamente que cuando se trata del poder, en Tenerife no hay quien embride a los alcaldes, a los consejeros y a los diputados y diputadas. Ya hizo una amago de tentativa cuando se la jugaron en el Ayuntamiento de Granadilla, donde los locales incumplieron el acuerdo con el PSOE.

Y ahora vuelve a perder una magnífica oportunidad para irse tranquilo a su casa de Gran Tarajal a obsequiar a sus amigos de las ocho islas Canarias con su maestría al frente de los fogones.

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