El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Coalición Canaria, al desnudo

Cuando Alfonso Guerra, todopoderoso vicesecretario general del PSOE, recibió de Canarias el informe que había pedido sobre la irrupción de Coalición Canaria en el panorama político insular, no se imaginaba lo que iba a leer. Había pedido que se lo escribieran en un solo folio, pero fue imposible. Había que contar que había nacido una coalición de once fuerzas políticas con ideologías e intereses imposibles de conciliar que se unían solamente porque sus diputados en el Parlamento regional sumaban 31, la mayoría absoluta justa. Es decir, había nacido, hace ahora 21 años, un partido de gobierno desde el Gobierno, una maquinaria de poder que no tardó mucho, sin embargo, en hacer aflorar los primeros síntomas de mal encaje de piezas imposibles, lo que se ha ido subsanando legislatura tras legislatura gracias a los engranajes y regalías del poder y a esa resignación no escrita de que todo Gobierno debía pasar por un pacto con CC, y con un presidente de CC aunque no ganara las elecciones. Más de una vez ha cundido entre los otros dos partidos con opciones (PP y PSOE) la tentación de pactar para desplazar a los nacionalistas a la oposición y, de ese modo, comprobar la certeza de las tesis que dicen que Coalición Canaria se desmoronaría sin poder. Pero o no se han atrevido a hacer experimentos o no se han dado las condiciones idóneas, mucho menos desde que, en 1999, irrumpiera en el liderazgo del PP esa otra pieza imposible que se llama José Manuel Soria. Nadie podía imaginarse durante estas dos décadas en la que han funcionado razonablemente bien sus mecanismos de organización interna que CC iba a ser víctima de sus propias debilidades, sin pactos externos. Y mucho menos que esa autodestrucción iba a tener su epicentro en la isla que por tradición e influencia ha liderado la formación: Tenerife.
¿Qué hará Gran Canaria?
Porque la deriva que esta semana ha adoptado el equipo que lidera Fernando Clavijo para desplazar a Paulino Rivero en la carrera presidencial de 2015 no puede conducir a otra cosa que no sea la quiebra regional del proyecto, tanto en las estructuras de poder de las que se ha dotado el partido, como en las bases mismas de la organización. A pesar de proclamar a los cuatro vientos que el alcalde de La Laguna cuenta con el número suficiente de votos en el Consejo Político Nacional del próximo día 12, la decisión de mostrar ese poderío en los consejos insulares (particularmente los de Tenerife y La Palma) se convierte en un síntoma de debilidad que trata de contrarrestar esta candidatura con golpes de efecto como el de este martes en Tenerife. Que al secretario general de Tenerife lo respalden casi todos los comandantes que lo invistieron general hace tan solo dos años no resulta en absoluto sorprendente, y con esa fuerza contaban el lagunero y el equipo de Paulino Rivero. Pero la demostración obvia de que tiene el poder en Tenerife automáticamente acrecienta la desconfianza en otras islas, donde se ve a Clavijo como la reencarnación amable de ATI. No en vano, el alcalde es el segundo candidato propuesto después de que se decidiera desplazar a Ana Oramas por su excesiva identificación con el proyecto original ático y el rechazo que su imagen provocaba en el resto del archipiélago. Que en torno al alcalde lagunero se hayan mostrado públicamente viejas momias de la vieja ATI, con Manuel Hermoso a la cabeza, no ha hecho otra cosa que ensombrecer el panorama. Pero, además del consejo político de Tenerife, ¿con qué otros apoyos cuenta Fernando Clavijo? Parece evidente que El Hierro le respaldará mayoritariamente, con una AHÍ cabreada con el pacto con el PSOE, que en esa isla se entregó al PP cosa mala. No así La Palma, donde a priori se presenta un empate gracias a la ruptura que ha experimentado allí la API de Antonio Castro. Lanzarote y Fuerteventura se muestran muy divididas, mientras que La Gomera y Venezuela parecen claramente decantarse en favor de Rivero. En Gran Canaria podría estar la clave, y los próximos días servirán para demostrar si Fernando Bañolas, su secretario general, y sus lugartenientes (Mari Mar Julios y Juan Francisco Padrón) han hecho el canelo vendiendo la piel de oso antes de cazarlo. El movimiento tinerfeño del lunes podría perjudicarles más de lo que ellos mismos imaginan.
¿Por qué no unas primarias?
Fernando Clavijo ha dicho que él representa la renovación, pero sin embargo se ha enrocado en el poder de los barones del partido. No quiere oír hablara de ningún acuerdo que no pase necesariamente por una victoria de alguno de los dos candidatos, o sea, él, con la consiguiente derrota del que sufriría acto seguido la purga que todo el mundo da por hecha en la organización. Pero, aun siendo el candidato que dice encarnar la renovación, Clavijo rechaza un proceso de primarias que otorgaría la voz a los militantes en un momento tan decisivo como el que atraviesa ahora mismo la organización. Con unas primarias todo sería menos cruento y se sintonizaría con la tendencia generalizada en el resto de España de que hablen las bases y no las alturas. Pero los clavijistas saben que ese proceso lo ganaría de calle Paulino Rivero, que ha sabido patearse mejor las ocho islas hasta el punto de generar el rechazo -este martes constatado- en la suya natal, en la que empezó su carrera política como alcalde de El Sauzal hace la friolera de 35 años. Ni el desgaste de ocho años en el Gobierno, tres de ellos con el Partido Popular de Soria, ni los siete sorteando la crisis económica y un Gobierno de la nación insensible y barriobajero parecen haber calado en la militancia de CC, que lo sigue queriendo como su líder. A su favor, sin duda, cuenta haberse desligado no sin algunos sacrificios de la ATI de Miguel Zerolo, de Manuel Hermoso, de Ricardo Melchior… y ahora de Ana Oramas y de Fernando Clavijo. O haber conseguido por fin un pacto estable y sin sobresaltos durante una legislatura. Si consiguiera ganar este pulso se convertiría en el primer candidato de CC no respaldado por la isla de Tenerife. Puede que hasta eso se convierta en un mérito.
¿Y al día siguiente?
Ocurra lo que ocurra el día 12, es evidente que la fractura está servida en Coalición Canaria. Las posturas extremas adoptadas por dirigentes como Fernando Bañolas, cuya organización en Gran Canaria está alzada contra él y sus colaboradores más estrechos, derivarán en congresos extraordinarios que pasarán onerosas facturas. Se producirá, de alguna manera, una renovación forzada de muchos viejos líderes (y algunos no tan viejos) que quedarán colgados de la brocha por su intransigencia en este proceso. Aun ganando Clavijo el envite, o mejor dicho, si gana Clavijo el envite, Gran Canaria protagonizará el primer cisma, sin descartar lo que pueda ocurrir en La Palma, donde el poder de Antonio Castro tras su pésima gestión en la ruptura con el PSOE, ha soliviantado y engordado a sus opositores. En otros lugares sería la gente de Clavijo la que encabece la noche de los cristales rotos, básicamente porque recibirá enormes presiones para acabar con los vestigios del pacto con el PSOE. Y es ahí donde la crisis interna de Coalición Canaria pasa a ser de interés general. Un acuerdo entre Paulino Rivero y el PSOE de José Miguel Pérez es cosa hecha, tanto si uno es el presidente como si lo es el otro. El PP, sin embargo, no se ha escondido en absoluto para proclamarse fan de Fernando Clavijo, con el que celebraría cualquier tipo de pacto que decapitara políticamente a Paulino Rivero y alejara nuevamente a los socialistas del poder en el Archipiélago. Por eso, porque esta no es una pugna de las baronías de CC sino una cuestión de gran trascendencia política, deberían pronunciarse las bases nacionalistas. Todavía está Clavijo a tiempo de enmendar ese error y de convencerlas de que es mejor candidato que Rivero.
Sobre este blog
El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora