Pero si Franquis se rebeló en Gran Canaria, donde Pérez se salvó gracias a la templanza de Emilio Mayoral, que ha roto para estos menesteres su histórica alianza con el secretario general de Las Palmas de Gran Canaria, en Tenerife se le salió del carril Javier Abreu. El hombre fuerte del vicepresidente del Gobierno en la isla también quería un lugar destacado en el nuevo paraíso, nada menos que la Secretaría de Organización, puesto para el que Pérez quería mantener a un tipo de un perfil flojo pero para él seguro, Julio Cruz. Flojo pero seguro, un perfil habitual. El diputado gomero logra repetir, entendemos que por otras virtudes distintas a sus habilidades como comunicador y como relaciones con la prensa, lo que nos lleva a temer que en ese capítulo el PSC volverá a sus andanzas habituales. Porque no cabe esperar muchas alegrías de Francisco Hernández Spínola, que regresa al poder orgánico de modo sorprendente después de haber sido elegido como conspirador máximo de un movimiento rebelde que finalmente decidió replegarse a la espera de una oportunidad mejor. Se lo han colado cariñosamente a José Miguel Pérez para que antes de 2015 todo lo que ocurra parezca un accidente, dada la tradición socialista que marca que las intrigas palaciegas han de llegar a la plebe bajo la apariencia de asesinato noble. Mención aparte merece la reconversión de Manolo Marcos Pérez, el rebelde de La Palma que, en segundas nupcias, regresa al calorcito de la oficialidad tras ser tentado por los eternos críticos que, como antaño la selección española de fútbol, nunca han pasado de los cuartos de final.