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Soria, que se las sabe todas

José Manuel Soria. (ELVIRA URQUIJO / EFE)

Carlos Sosa

José Manuel Soria lo ha vuelto a hacer: ha vuelto a asomar el hocico cuando nadie le había dado vela en el entierro. No quiere perder comba, quiere que su partido (o la facción de su partido que él cree que todavía le cree) sepa que sigue activo y con ganas de volver cuando la cosa se enderece y la fanfarria vuelva a tocar marchas de triunfo electoral. No soporta que su sucesor, Asier Antona, que rompió cualquier tipo de atadura con el pasado en cuanto él se vio obligado a dimitir por su aparición en los papeles de Panamá, se siga gobernando sin sus consejos y consignas y que, para colmo, contradiga los pronósticos y no haya conducido al PP canario al abismo, como algunos vaticinaban. Entre ellos, el propio Soria.

Pero, sobre todo, José Manuel Soria ha vuelto al candelero para resguardar sus negocios particulares de las posibles amenazas de un gobierno que no sea liderado por Coalición Canaria. Le da igual que tal gobierno sea con el PSOE o con el PP, con Casimiro Curbelo o con el lucerito del alba. Lo que quiere es que en él estén los de Coalición Canaria controlando la manija del poder político y económico en Canarias, la designación de presidentes de las dos autoridades portuarias, el control de la Consejería de Hacienda y de las herramientas de internacionalización, básicamente Proexca, y las relaciones archipielágicas y ultraperiféricas con el Gobierno de Madrid, básicamente los ministerios de Exteriores y de Industria. El negocio es el negocio, y si no se puede combinar con el poder vergonzosamente perdido, que al menos haya negocio.

En un artículo publicado este domingo en La Provincia, el ministro Panameño se muestra en todo su esplendor tal y como ha sido siempre: solemnizando lo obvio, sostiene que los pactos en Canarias son “una cuestión aritmética” (mira tú qué cosas) y que Casimiro Curbelo vuelve a ser un factor determinante, como sabe ya todo el mundo desde el pasado día 26 de mayo; mintiendo con descaro cuando relata sus intentos por pactar en dos ocasiones distintas (2007 y 2011) con el PSOE de Canarias la conformación de un Gobierno regional que desbancara a CC, y ocultando falazmente el hecho nada despreciable de que nada tienen que ver sus tiempos al frente del PP de Canarias con los que ahora lidera Asier Antona, un tipo que no desprecia a los adversarios políticos, que no los insulta, que no los engaña… como hacía él en sus gloriosos e inolvidables tiempos.

Y que está en mejor disposición de la que nunca estuvo él para intentar al menos un pacto con los socialistas que a él le resulta repugnante solamente porque vería amenazados sus negocios particulares.

Su manejo de la mentira ya resulta vomitivo. En una pirueta que a su edad ya no debería permitirse, Soria vuelve a declararse víctima de una conspiración en el caso Salmón, aquel viaje Noruega en el jet privado de un empresario al que beneficiaba con la calificación turística máxima para una urbanización. Una imputación de libro de la que se salvó por la campana de la prescripción y que toda España recordó con pelos y señales pocos años después al cogerle definitivamente la matrícula y llegar a la terrible conclusión de que aquellas prácticas pensadas solo para su enriquecimiento personal fueron las que presidieron casi toda su vida pública. Y perdón por lo de casi.

Por último, hacerse pasar por un defensor de la presunción de inocencia de los políticos denunciados por presuntos casos de corrupción cuando él fue el inductor y máximo beneficiario del que le montó a la jueza Victoria Rosell, hoy diputada de Podemos, solo debe responder a una absoluta pérdida de control sobre la realidad. “Estamos ante el mayor escándalo de corrupción de la historia de Canarias”, berreó como un poseso en plena campaña electoral de las elecciones generales de 2015 ante las cámaras de Televisión Española sin el más mínimo decoro, y conociendo, como conocía, que él había sido el artífice de una conspiración que se empezará a juzgar el próximo 1 de julio. Insuperable.

Soria ha vuelto a asomar el hocico para demostrar nuevamente que no tiene escrúpulos de ningún tipo y que al PP hace tiempo que le está viniendo muy bien alejarse de aquellos manejos tan mafiosos.

La malograda Toñi Torres, que se quitó la vida tras resultar imputada en un caso de corrupción del PP de Telde, lo clavó en una sola frase cuando, en pleno fragor judicial y mediático por aquellos acontecimientos, se cruzó con Soria mirando para otro lado en la calle de Mesa y López y le soltó aquello de “Estás bonito tú”.

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