Ya han pasado cinco meses desde que se marchó el abogado laboralista Pedro Miguel Rodríguez Cruz y todavía hay mucha gente que lo echa de menos, además de su familia, claro, que lo añorará siempre. Este último viernes se reunieron en torno a una buena comida un nutrido grupo de personas, mayoritariamente del mundo del derecho laboral, la especialidad a la que dedicó su vida profesional Pedro. Como era de esperar, fue un encuentro muy emotivo que sirvió para que muchos de sus amigos, de sus conocidos o de sus compañeros de toga expresaran sus vivencias y las anécdotas más sonadas de su paso por el foro, que fueron muchas. Pedro era muy respetado y muy querido, no siempre por el mismo orden, pero fue una institución en los juzgados de lo social por su carácter, por sus conocimientos del Derecho y por su capacidad para encontrar una solución donde los demás veían muros infranqueables. Pero la noticia estaba en la mesa donde estaban Mayte Larrea, su mujer, y sus dos hijos, David e Iban. Este último ha decidido engrandecer la trayectoria de su padre. Licenciado en Derecho, acaba de convertirse en juez tras obtener unas brillantes calificaciones como número cuatro de la que de momento será la última promoción de la Escuela Judicial. En el homenaje le regalaron su toga, y al estirarla y mostrarla a los presentes, exclamó: “Esta toga huele a Pedro”. Seguramente sentirá lo mismo cada vez que se la ponga.