Los gatos de Canarias: ni todos iguales ni todos tan buenos

Colonia de gatos callejeros

Alba Morales

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Si tengo que hacerme cargo de las colonias de gatos, lo que hago es sacrificarlos”. Guillermo Díaz Guerra, primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, se mostraba así de contundente el pasado 8 de septiembre en una reunión con colectivos animalistas donde se abordaba la problemática de los gatos que deambulan por las avenidas. La confrontación sacrificio-esterilización fue el detonante que encendió la chispa y que creció con frases como “es una plaga que hay que eliminar”. Esta polémica ha sido la comidilla de las últimas semanas en los ambientes defensores de los animales, pero no siempre los gatos acaparan el mismo ámbito de preocupación ni a las mismas personas.

Gatos, impactos en la biodiversidad canaria y en la salud pública y gestión. Sobre estas cuestiones versa un informe publicado recientemente por la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria (ACBC) con la firma de cinco científicos y docentes de la Universidad de La Laguna en respuesta a la problemática de gatos domésticos, vagabundos y colonias.

Félix Manuel Medina, biólogo del Cabildo de La Palma y técnico de Medio Ambiente, argumenta así el porqué de este documento sobre el que trabajan hace varios meses. Medina señala que los gatos llevan, en principio, más de 500 años en el Archipiélago porque fueron “introducidos con los europeos después de la Conquista”. En principio, porque hasta que no daten con carbono-14 los restos óseos encontrados en doce cuevas de La Palma y en dos de Tenerife y que se remontarían a la época prehispánica, no se puede confirmar que estos felinos ya estuvieran en Canarias.

El paso de los años, también palpable en las Islas, ha convertido a los gatos en “los animales domésticos más populares y abundantes del mundo. Se estiman 600 millones, aproximadamente”. El biólogo palmero apunta que esta transición temporal ha incidido en la capacidad que tienen para adaptarse a cualquier nicho ecológico, aunque en menor medida en las zonas polares y antárcticas. En el archipiélago canario, concretamente, “se han encontrado un filón porque las especies que evolucionan en islas no evolucionan sin un depredador que se las coma. No tienen esa capacidad de defensa innata ante un depredador”.

La amenaza que suponen los gatos ha provocado que sean catalogados “como una de las peores especies exóticas invasoras en islas”, como reconoce Félix Medina. Su contribución en la extinción de, al menos, 33 especies de vertebrados insulares en el último siglo y el peligro que conllevan para otras 38, entre las que se encuentran los lagartos gigantes de El Hierro, La Gomera y Tenerife dejan patente el desafío de su gestión.

Y, ¿todos los gatos de Canarias son iguales? No. “Una cosa son los gatos asilvestrados, que no tienen contacto con los humanos para nada, ni para comer ni para reproducirse; después están los gatos domésticos que son los que tienen propietario conocido, están en su casa y dependen de los humanos para comer; y después están los vagabundos que son los que, en principio, no tienen ningún dueño y están por la calle, pero que dependen parcialmente de los humanos porque siempre están asociados a un comedero o a un basurero o a alguien que les eche de comer”. Esta clasificación de Félix Medina, también recogida en el informe, no evita poner el acento sobre el peligro de las colonias de gatos. “Los gatos, por muy esterilizados que estén en esas colonias, siguen depredando. Son depredadores natos y siguen matando”.

La existencia de gatos, asilvestrados en este caso, en todos los ecosistemas, pasando por la costa y alta montaña hasta las zonas de laurisilva, ha provocado la dispersión de las poblaciones que depredan y dirigen a algunas especies a la extinción. Manuel Nogales, director del Consejo Superior de Investigaciones Científica (CSIC) en Canarias, lo confirma. “Desde mamíferos, desde reptiles y aves también. Hay algunos reptiles que se han extinguido que son muy emblemáticos. El chochín de Stephens” entre las aves. La base de su dieta se complementa con conejos, ratas, ratones e invertebrados, como insectos o crustáceos, y especies como la tarabilla canaria, la pardela chica o el pinzón azul de Gran Canaria. A pesar de ello, y siendo los conejos el pilar de su alimentación, los animales de los que se alimentan los gatos asilvestrados varían en función del ecosistema.

“En algunos sitios, como en las Cañadas del Teide, se alimentan de reptiles”. Aurelio Martín, vicepresidente de la ACBC y antiguo profesor de Zoología de la Universidad de La Laguna, resalta esta realidad. “No hay ningún lugar en el mundo donde los gatos coman más lagartos que en las Cañadas. Y después, tenemos casos, como la laurisilva, donde sabemos que el gato incrementa su dieta con las aves”. Ratones en el matorral costero y en alta montaña, grandes artrópodos en las zonas de pinar y el escarabajo Pimelia laevigata son algunos ejemplos más de la variedad en su alimentación.

Reptiles, como el lagarto gigante de Tenerife, y que son presa de los gatos, se encuentran en un descenso continuado de sus poblaciones. Estudios de la ACBC realizados en 2004, 2014 y 2019 han demostrado que los lagartos de Guaza (Tenerife) han “disminuido aproximadamente en un 30%” en los últimos 16 años. La justificación, como reseña Aurelio Martín a raíz de una tesis expuesta recientemente en la Universidad de La Laguna, podría encontrarse en que los conejos, alimento previo de los reptiles en el Acantilado de Guaza, “han pasado a un plano secundario y ahora se están alimentando básicamente de aves”. Este cambio en la dieta unido al incremento de “los restos de los lagartos gigantes de Guaza” podría encontrarse tras ese dato. El Acantilado de Guaza y los Acantilados de Teno son los lugares donde se localizan actualmente los lagartos gigantes de Tenerife y suponen menos del 0’5% de la distribución original de estos reptiles.

Los gatos domésticos y aquellos que conforman colonias también provocan daños en la fauna de Canarias. El informe recoge que estos felinos “depredan sobre las aves autóctonas que habita en los parques y jardines del municipio. En muchas ocasiones, éstas son especies o subespecies endémicas (mosquiteros Phylloscopus canariensis; herrerillos Cyanistes teneriffae; canarios Serinus canarius; capirotes Sylvia atricapilla heineken; mirlos Turdus merula cabrerae, etc.)”. Algunas están recogidas en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y otras en el Catálogo Canario de Especies Protegidas. En entornos rurales, los objetivos son especies endémicas como lagartos gigantes y otras muchas.

¿Y los gatos tienen otros impactos? Sí, también pueden transmitir enfermedades a los seres humanos. Rabia, bartonellosis o enfermedad del arañazo del gato, dermatofitosis,... Son varias las afecciones, pero la más peligrosa es la toxoplasmosis. Proveniente de un protozoo parásito, la toxoplasmosis se encuentra en los intestinos de los gatos y es expulsada a través de diminutos huevos, llamados ooquistes, junto con las heces. Estos desechos son ingeridos por las presas de los gatos y la infección se traslada al cerebro, entre otros tejidos. En el caso de los humanos, la infección se puede transmitir a través de la ingesta de carne poco cocinada de animales infectados, como cabras, ovejas o conejos. Así lo recoge un artículo de Félix Medina y Juan Carlos Rando publicado en 2018.

Entendido. Pero ¿en qué afecta exactamente a los seres humanos? Aurelio Martín explica que “la mayoría de las mujeres embarazadas conocen y temen muy bien” esta enfermedad “porque puede provocar daños en el feto y producir malformaciones e incluso la muerte” del embrión. La toxoplasmosis, no obstante, “le puede afectar a cualquiera”, incluso a los niños. Esta enfermedad puede reducir el rendimiento psicomotor siendo un factor de riesgo en los accidentes. Según recoge el informe de la ACBC, “las personas con toxoplasmosis latente tienen 2,65 veces más probabilidades de tener un accidente de tráfico respecto a las personas no infestadas”. Otra consecuencia de la enfermedad es su relación con enfermedades mentales como esquizofrenia o trastorno bipolar y con intentos de suicidio. En Canarias, el impacto de la toxoplasmosis “puede ser alrededor de un 15 o un 20%” de personas infectadas.

Las soluciones que se han planteado contra la problemática de los gatos son diversas, como diversos también son los peligros que conlleva cada tipo de felino. Juan Carlos Rando Reyes, profesor de Zoología de la Universidad de La Laguna y coautor del informe, reconoce que “los gatos cimarrones, es decir, los normalmente asilvestrados, son más peligrosos desde el punto de vista de la conservación porque están integrados en los ecosistemas”. Las colonias de gatos, por su parte, “son más peligrosas para la sanidad humana”. A raíz de estos últimos, aparecen las calificaciones de colonias C.E.S (captura, esterilización y suelta) o colonias C.E.R (captura, esterilización y retorno). Con diferente nombre, pero mismo contenido, estas colonias “en la mayoría de los casos no lograr reducir la población de gatos” por diferentes razones. El docente expone que “están en espacios abiertos y gatos que están fuera de ese espacio pueden entrar y los gatos que están dentro pueden salir. Cuando hay un punto de alimentación los gatos tienden a concentrarse”. Solo sería un éxito si se esteriliza al 98% de la población y la entrada de gatos es muy baja o casi inexistente.

Dos argumentos que intentan respaldar la eficacia de las colonias son el bienestar de los gatos y el control de ratas. Ambos han sido rechazados por estudios científicos. El documento de la ACBC afirma que “un alto porcentaje de las causas de muerte en las colonias se produce por atropellos, ataques de perros o desapariciones” y que estos animales “tienden a tener una esperanza de vida más corta, mayor nivel de parásitos y enfermedades y, en general, una peor condición de salud”. En cuanto a las ratas, “los gatos prefieren depredar sobre presas que carezcan de defensas en lugar de hacerlo sobre ratas urbanas de gran tamaño”. Los gatos domésticos no controlados también se incluyen entre esta depredación.

Las propuestas que plantea la asociación son diversas y conllevan distinguir entre gatos cimarrones o asilvestrados, domésticos, vagabundos y colonias. Para los gatos cimarrones, hay que establecer un mayor control “en las zonas donde hay especies que están sufriendo la depredación y que están en riesgo de desaparición por la depredación” de estos animales. Juan Carlos Rando define así esta solución específica. Los gatos domésticos también enfrentan un mayor control, por los propietarios en esta ocasión, para evitar la salida al exterior de sus domicilios y reducir la tasa de depredación sobre la fauna canaria. Otra medida sería la modificación del artículo 11.1 de la Ley de Protección de los Animales al incluir únicamente a los perros domésticos. La ACBC responde de esta manera al objetivo de “imponer la obligatoriedad de que todos los gatos estén perfectamente identificados”.

Manuel Nogales ve necesarias modificaciones como estas porque “la ley se queda corta para todo lo que es la tenencia de animales domésticos. Esa es la auténtica realidad. Hay que darle una revisión importante”. Respecto a los gatos vagabundos, se concibe la creación de albergues donde las protectoras de animales y la Administraciones se encargaran de ellos durante 20 días y la recogida de felinos por parte de los Ayuntamientos o de las protectoras de delegarse la función expuesta en el artículo 17 de la Ley de Protección de los Animales. La retención, también durante 20 días, de los gatos de colonias es el punto final de un informe que también demanda educación y concienciación ambiental especialmente “para evitar la reproducción indeseada de gatos y el abandono de los mismos”.

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