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David Padrón, economista: “Al crecimiento de la productividad hay que darle un propósito, no puede ser crecer por crecer”

Antonio Olivera y David Padrón, ambos economistas y autores del ensayo Canarias, misión productividad, publicado por Gaveta Ediciones

Román Delgado

Santa Cruz de Tenerife —
14 de junio de 2024 11:25 h

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Jóvenes, aunque ya viejos conocidos; sobradamente preparados, los dos, y también se puede decir que ya forman un tándem reconocido en el análisis económico en Canarias, cada uno con sus preferencias y sus planteamientos singulares.

Los economistas tinerfeños Antonio Olivera y David Padrón, de la misma quinta, se formaron en la Universidad de La Laguna (ULL), como bien sabe el catedrático de Economía Aplicada José Ángel Rodríguez, que este viernes, 14 de junio, también participa como invitado en la presentación del ensayo Canarias, misión productividad, un análisis con la autoría de Olivera y Padrón que publica Gaveta Ediciones.

En el acto de presentación de este viernes, a las 19.00 y en el Casino de Tenerife (Santa Cruz de Tenerife), además interviene José Carlos Francisco, presidente del Consejo Económico y Social de Canarias y economista.

Antonio Olivera sostiene en este diálogo anclado en la publicación que, “si hay un problema estructural por antonomasia en nuestra tierra [Canarias], este es el nulo avance de la productividad”, cuya recuperación debe incluir como objetivos, sostiene David Padrón, “la creación de puestos de trabajo para reducir de manera significativa la tasa de desempleo en Canarias y, a su vez, que esos empleos reúnan las condiciones necesarias para mejorar los ingresos laborales y, por esta vía, los familiares de una proporción importante de la población, con el objeto de reducir las tasas de pobreza”.

Algunos de los factores principales que impulsarán la mejora de la productividad en las islas son, como se enuncia en el libro, “la cualificación de nuestro capital humano, lo que incluye la capacidad gerencial; la capacidad de nuestras empresas para innovar”, y las soluciones a las “ineficiencias en los mercados”. Según insiste Padrón, hay una idea sobre todo esto que “interesa reforzar debido a que se acostumbra olvidar que invertir en reducir la desigualdad es rentable también en términos de crecimiento económico y productividad”. Y remata, por si no está claro: “La prosperidad compartida no debe ser solo un objetivo de justicia social, sino que además es una pieza clave de la eficiencia del sistema económico”.

Este libro de análisis sobre productividad quizá llegue en el momento preciso, cuando más se ha alzado la voz sobre esta dificultad de la economía canaria, tanto desde los gobiernos como por los empresarios y los estudiosos en la materia. ¿Cómo surge este proyecto editorial y con qué objetivo didáctico o divulgativo se ha planteado? ¿Qué han podido aportar, útil o digerible por la ciudadanía, al conocimiento de ese fenómeno y su evolución reciente en las islas?

David Padrón (D. P.). En efecto, la publicación de este libro, que se ha estado gestando desde los meses finales del año pasado, llega en un momento interesante. Nos hubiese gustado que se prestara atención a esta cuestión mucho antes, pero, sin duda, esta ocasión parece ser especialmente propicia para, por fin, tomarnos en serio la productividad. La publicación, en la primera semana de este mes de junio, del estudio de la OCDE Reviving Broadly Shared Productivity Growth in Spain (Reactivar el crecimiento de la productividad ampliamente compartida en España) hizo que todos los medios se hicieran eco de que “la productividad en Canarias había entrado en barrena”.

Dejando a un lado el sensacionalismo propio con el que se acostumbra a tratar este tipo de asuntos en los medios de comunicación, y sin olvidar que no es la primera vez que esta noticia sale a la palestra en los últimos tres lustros, lo cierto es que, al dar visibilidad a un asunto tan importante, entendemos que ello supondrá un estímulo para la lectura del libro. Recuerdo los mensajes que nos cruzamos los autores con el editor al calor de esa publicación de la OCDE. Hubo una mezcla de sabor amargo por la senda recorrida por Canarias desde al menos el arranque de este siglo (que, no por archiconocida, deja de causar frustración), con la esperanza de que las ideas centrales de este libro, que no son nuevas, sean tomadas, ahora sí, en serio.

Como digo, la idea de publicar un libro de divulgación sobre la economía de Canarias llevábamos un tiempo rumiándola. Antonio [Olivera] y yo comenzamos a investigar, de forma conjunta, cuestiones relacionadas con la economía de Canarias desde al menos el año 2006. Sin duda, nuestra participación en la elaboración del Informe anual sobre la situación socioeconómica y laboral del archipiélago del Consejo Económico y Social (CES) de Canarias entre los años 2007 y 2011 marcó un antes y un después. Significó profundizar en nuestra comprensión de los elementos centrales del sistema socioeconómico canario, lo que incluye la constatación de la relevancia de las instituciones y el enorme influjo de determinados grupos de interés en la toma de decisiones.

Recuerdo la primera cita de la mesa de trabajo para la elaboración de la edición de 2007 del Informe anual del CES de Canarias. Cuando Antonio y yo trazamos el plan de trabajo y pusimos sobre la mesa los primeros datos sobre productividad en Canarias, en perspectiva comparada con el resto de autonomías españolas, algunas reacciones ya nos adelantaron dos cosas: que íbamos a tener que hacer mucha pedagogía porque algunas personas no entendían bien el verdadero alcance e implicaciones de esa variable y su comportamiento, y dos, que tendríamos que enfrentar muros difíciles de derrumbar. Desafortunadamente, hoy como ayer seguimos viendo cómo desde algunos frentes siguen apuntando falsos culpables, como que la clase trabajadora es holgazana o el elevado absentismo laboral.

En el quinto año de colaboración con el CES de Canarias tuvimos ocasión de presentarles, además, un estudio monográfico sobre la competitividad en las islas: Canarias frente al reto de la competitividad, donde ya adelantábamos muchas cuestiones que retomamos casi 15 años más tarde en el libro que acabamos de escribir.

Esa fue nuestra última colaboración con el CES de Canarias. Tras esos cinco años de colaboración, decidimos dejar de participar en la elaboración del Informe anual. Por la experiencia acumulada en esos años y ante la necesidad de profundizar desde el ámbito académico en nuestro sistema socioeconómico, decidí hablar con compañeros de la Universidad de La Laguna (ULL) y de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPG) y coordinar, junto con el catedrático de Economía Aplicada José Ángel Rodríguez, el libro Economía de Canarias. Dinámica, estructura y retos. Publicado en 2015 por Tirant lo Blanch, el libro supuso un esfuerzo por tratar con rigor cuestiones centrales en la dinámica económica de Canarias. Este manual no hubiese sido posible sacarlo adelante sin el impulso, compromiso y conocimiento de la economía canaria de Pedro Gutiérrez Hernández y Dirk Godenau, cuyas aportaciones no se limitaron a la redacción de los capítulos de su autoría, sino que ayudaron a perfilar, revisar y mejorar el resto de capítulos. En estos momentos, a punto de cumplirse un decenio desde esa publicación, hemos iniciado su revisión, con la idea de actualizarlo y ampliarlo y con la mirada puesta en su posible publicación en 2025.

Pese a los muchos esfuerzos realizados, muchas cuestiones centrales en el devenir económico y social de Canarias siguen siendo obviadas o mal comprendidas, tanto por el público en general como por muchos agentes económicos y sociales clave para (intentar) revertir la situación, incluidos nuestros representantes políticos. Por eso nos hemos volcado en este proyecto, en la redacción de un libro donde el objetivo es, sobre todo, difundir, comunicar y llegar a más personas. No buscamos identificar recetas concretas. Lo que se pretende es clarificar conceptos, identificar los factores clave en la determinación de la productividad y, a su vez, aquellos que no lo son en absoluto. Una base de conocimiento común, de fácil comprensión y que evite cantos de sirena y elementos de distracción.

A lo anterior, debo añadir que, en mi caso particular, el paso por la Dirección General de Investigación y Coordinación del Desarrollo Sostenible en Presidencia del Gobierno de Canarias durante la X Legislatura; tratar de coordinar el proceso de localización en Canarias de la Agenda 2030 de la ONU y hacerlo de la mano de cabildos y ayuntamientos, universidades, sociedad civil, tercer sector, empresas y sindicatos; intentar su integración en el propósito y la lógica de funcionamiento del Gobierno de Canarias; vivir en primera persona la crisis que nunca imaginé (como la covid, el cero turístico y la elaboración del Plan Reactiva Canarias, el proceso eruptivo en La Palma o la amenaza de una posible estanflación por la invasión rusa de Ucrania), etcétera, fueron elementos decisivos para afrontar el reto de invertir tiempo en la redacción de este libro.

Eso sí, independientemente de la concurrencia o no de episodios críticos, la lógica de funcionamiento de los agentes, no solo los públicos, parece venir muy sesgada por la gestión de la inmediatez, la mirada de corto alcance. Sin embargo, la resolución de los grandes retos estructurales que enfrentamos requiere que seamos capaces de levantar la mirada, comprender lo que nos sucede, y luego visualizar y diseñar recetas eficaces que necesariamente deberán ser proyectadas a horizontes temporales mucho más amplios que los de una legislatura.

Antonio Olivera (A. O.). La exposición de David [Padrón] ha sido muy completa y detalla prácticamente todas nuestras motivaciones. Yo sí quisiera mencionar, quizá por mi mayor implicación política en estos últimos años, dos elementos que me parecen esenciales. El primero: que Canarias necesita análisis rigurosos y acertados, pero sobre todo ampliamente compartidos. Si solo dos o tres especialistas tenemos claro cuáles son los principales problemas de Canarias, estamos perdidos. La inteligencia colectiva es lo que permite impulsar los cambios. Queríamos un texto que sirviera de reflexión y extracción de conclusiones colectivas. Espero que podamos lograrlo.

El segundo elemento es que no podemos quedarnos de brazos cruzados. Este libro podrá tener aciertos y errores, pero aspira a movilizar porque la mayor garantía de fracaso es la inacción. Quiero un futuro más esperanzador para nuestras hijas, para nuestros nietos. Este es el mensaje que también recoge la portada.

El binomio Padrón-Olivera ya se había activado en proyectos divulgativos anteriores, por ejemplo, en suplementos de economía publicados en la prensa local. Ahora, llega este ensayo: ¿cómo han organizado el trabajo y de qué manera se han dividido las aportaciones u obligaciones de ambos?

D. P. Es cierto que Antonio y yo llevamos años trabajando juntos, que nos conocemos bien. Somos conscientes de los muchos puntos que nos unen en cuanto a la forma en que debemos aproximarnos al análisis de la realidad económica, a la identificación de la mayoría de las cuestiones estructurales clave de nuestro sistema socioeconómico. Pero igualmente debemos reconocer que, en algunos puntos, algunos centrales, no coincidimos en absoluto.

Y aunque es cierto que hemos redactado conjuntamente algunos artículos de opinión, esta es la primera vez (y no creo que sea la última) que nos embarcamos en la aventura de redactar un libro de divulgación. En mi caso, reconozco que salir de mi zona de confort (la órbita académica) me ha venido bien, pero me ha costado mucho.

A. O. Desde que nos conocemos David y yo, y ya ha pasado mucho tiempo de eso (1998), siempre hemos tenido sintonía de pensamiento. Aunque, como él ha reconocido, no coincidimos en todo, incluso en algunos aspectos de gran relevancia, pues he de reconocer que a David no le gusta dejar ningún cabo sin atar, algo típico del ámbito académico. Siempre intento transmitirle que en algún punto hay que hacer sacrificios al rigor para conseguir comprensión.

Quizá uno de los aspectos que más he disfrutado durante este proyecto orientado a la divulgación ha sido tener el placer de sacar a David de su rincón de confort. Como él ha dicho, no ha sido fácil, lo que aumenta tremendamente mi placer por haberlo logrado.

Canarias es en la actualidad la comunidad autónoma con peor registro en productividad. ¿Qué factores estructurales justifican el declive y cuáles son los coyunturales, dentro de una economía isleña dominada por el turismo y sus servicios anexos, junto con el sector público, esto de manera principal?

A. O. Una de las cuestiones que queremos enfatizar con este libro es que el problema de la productividad en Canarias no es un problema nuevo. Las series de datos históricos ponen de manifiesto que la productividad lleva estancada en las islas desde comienzos de los años noventa. Es decir, ¡30 años! Así que, si hay un problema estructural por antonomasia en nuestra tierra, este es el nulo avance de nuestra productividad. Se trata de un mito que rompemos en el libro, y coincide con lo que acontece en otros territorios: el problema de baja productividad no tiene origen en la especialización sectorial. El gran problema de nuestra economía productiva es que, en todos y cada uno de los sectores, la productividad es menor que la referencia media estatal. Este problema podemos llevarlo incluso a la microeconómico. En Canarias hay empresas de muy alta productividad (no muchas, pero las hay), pero el problema es que tenemos una proporción demasiado elevada de empresas de baja productividad.

La explicación próxima a estos resultados también la tenemos bien identificada en nuestro libro, pues los principales factores responsables tienen que ver con la cualificación de nuestro capital humano, lo que incluye la capacidad gerencial, la capacidad de nuestras empresas para innovar o las ineficiencias en los mercados.

Y remarco el concepto próxima porque, tras estos elementos, y quizá aquí encontremos una de las mayores contribuciones de este libro a comprender nuestra realidad, existen explicaciones fundamentales. Es decir, aquellos factores que crean los incentivos o moldean las preferencias sociales para apostar por la cualificación de los trabajadores o el interés por innovar de las empresas. Estamos hablando de las instituciones y de la cultura, a lo que dedicamos un capítulo entero en nuestro libro. Si no actuamos con las palancas correctas sobre esos factores fundamentales, fracasaremos en revertir el decepcionante desempeño de nuestra productividad.

D. P. Sin duda, el patrón de especialización no es el principal responsable, pero sí condiciona. Con todo, los datos señalan que se trata de un problema transversal en toda la economía. Y, como ha dicho Antonio, el marco institucional es evidente que está en la base del comportamiento observado por la productividad. Como acaba de destacar él, ha de ponerse el énfasis en el ámbito micro, en el ámbito de las organizaciones y empresas. Una importancia que se ve acrecentada por las limitaciones que las mediciones más habituales a nivel macro tienen, especialmente, en el ámbito de las actividades del sector servicios.

Pero por aportar alguna reflexión diferente, lo primero que debe tenerse muy claro es el propósito que perseguimos al fijarnos en la productividad y, por supuesto, tener un conocimiento preciso del contexto sobre el que operamos y, supuestamente, deseamos transformar (o mejorar). Las preguntas ¿dónde?, ¿por qué? y ¿para qué? son cuestiones que deben preceder a la relativa al cómo.

Aumentar la productividad no es un fin en sí mismo, es un instrumento. ¿Cuál es el propósito? ¿Acaso la generación de un entorno favorecedor de la generación de valor por parte de las empresas (organizaciones) de manera sostenida en el tiempo para impulsar un modelo de desarrollo inclusivo y medioambientalmente sostenible?

Sin duda, entre nuestros objetivos debe figurar en un lugar bien destacado la creación de puestos de trabajo para reducir de manera significativa la tasa de desempleo en Canarias y, a su vez, que esos empleos reúnan las condiciones necesarias para mejorar los ingresos laborales y, por esta vía, familiares de una proporción importante de la población, con el objeto de reducir las tasas de pobreza. Y todo esto observando el respeto y el equilibrio en el medio ambiente natural.

Si la premisa anterior es compartida, entonces el foco ha de ponerse, por ejemplo, sobre las características del grueso de la población desempleada y vulnerable; las características del tejido empresarial (micro y pequeñas empresas, con carencias gerenciales notables...), y las características de nuestro perfil de especialización (resumiendo mucho, servicios estancados).

Cuando ponemos todo esto en conjunción, se concluye que centrar nuestras actuaciones exclusivamente en mejorar las habilidades (capacitaciones) de la fuerza laboral tiene un impacto limitado en el empleo y los ingresos (enfoque tradicional, de escasa efectividad). Y que crear empleo suficiente para tener un impacto significativo en la tasa de desempleo y de unas características adecuadas para atender el objetivo de reducir la tasa de pobreza requiere estrategias de mercado laboral más activas y que mejoren la productividad también en el lado de la demanda de los mercados laborales: las empresas. Buscamos, por lo tanto, la creación de empleos productivos.

Cambiando de tercio, si lo que se pretende, resumiendo mucho, es la excelencia, el foco cambia: nos centraremos en unas pocas empresas, entre las que estarán las de dimensión media y grande (o pequeñas con potencial de crecimiento); en las empresas y emprendimientos más prometedores, entre las que seguramente deberán estar las de base tecnológica, las startups...

Otra idea que me interesa reforzar debido a que se acostumbra olvidar es que invertir en reducir la desigualdad es rentable también en términos de crecimiento económico y productividad. La relación entre productividad y cohesión social es bidireccional. La evidencia es tan apabullante que llama la atención su olvido sistemático en los debates sobre productividad. Y Canarias, no lo olvidemos, destaca en los contextos nacional y europeo por elevadas tasas de desigualdad, tanto de resultados (por ejemplo, la tasa de riesgo de pobreza y exclusión social) como de oportunidades (lo que supone una enorme ineficiencia, porque no estamos aprovechando todo el potencial que atesora nuestra ciudadanía). Unos datos, por lo demás, que quedan ensombrecidos por los estudios de inequidad en riqueza (patrimonio), como han encontrado mis compañeros del Centro de Estudios en Desigualdad Sociedad y Gobernanza (Cedesog) de la Universidad de La Laguna.

La productividad es clave para ser competitivos en una economía de libre mercado. Hasta aquí bien, pero ¿cuál puede y debe ser su papel general en el desarrollo económico, en la mejora de la renta familiar o en el reparto más equitativo de la riqueza entre la población? ¿Cómo influirá un posible cambio de tendencia en la población en general?

A. O. Otra de las ideas que hemos incorporado en el libro es que el progreso de una sociedad no debe articularse únicamente a partir de lo económico. Es cierto que hemos identificado la productividad, que es una variable eminentemente económica, en el centro de nuestro análisis por su cariz estratégico, pero en el libro reforzamos y hacemos énfasis en que el desarrollo sostenible debe integrar los aspectos sociales entre sus objetivos.

Al crecimiento de la productividad hay que darle un propósito. No puede ser crecer por crecer, para acumular más euros en las estadísticas de contabilidad nacional. Debemos aspirar a conseguir una sociedad que se sienta más plena, más justa, y en este ámbito la igualdad o la equidad tienen una importancia incuestionable.

Es más, en el libro también manifestamos que la desigualdad es un elemento que contribuye de forma negativa en la marcha de la economía y la productividad. No se trata de relaciones unidireccionales, sino que todo está conectado entre sí. La prosperidad compartida no debe ser solo un objetivo de justicia social, sino que además es una pieza clave de la eficiencia del sistema económico.

Hoy en día, por lo menos en el mundo occidental comunitario, no se puede hablar de desarrollo sin llevar en esa mochila la sostenibilidad, entendida esta en términos integrales. ¿Qué conclusiones se sacan en el libro sobre esta cuestión, sobre la necesidad de ser más competitivos con la asimilación de una Agenda Canaria de Desarrollo Sostenible?

D. P. A lo ya apuntado antes, añado como elemento más importante para mí que la Agenda Canaria 2030 constituye una guía inigualable para fijar adecuadamente el propósito del que hablaba antes; para no perder de vista que la productividad es un instrumento, no una finalidad; que, igual que no vale ya cualquier tipo de crecimiento, tampoco vale cualquier forma de mejorar la productividad.

En un artículo que me solicitaron sobre productividad y Agenda 2030 desde la Confederación Canaria de Empresarios (Agenda Canaria 2030, sostenibilidad y productividad empresarial), apuntaba que la productividad sin bienestar no es sostenible, por lo que organizaciones y trabajadores deben esforzarse en garantizar que la productividad esté ligada a empresas saludables.

También advertía que aquellas organizaciones que deseen los mejores perfiles deberán esforzarse por crear un ambiente de trabajo atractivo; que la atracción y retención del talento descansan de manera creciente en la interiorización de la cultura empresarial y en la estrategia de negocio de los principios de la sostenibilidad.

La productividad, no lo olvidemos, es la respuesta a una máxima que, en principio, todas las organizaciones empresariales deberían abrazar: hacer más con menos. Una premisa que, si la enfocamos correctamente (nuevamente aparece una referencia a lo crucial que resulta tener claro el propósito), está alineada con la Agenda 2030 y se vincula estrechamente con la dimensión ambiental de la sostenibilidad: obtener más producto utilizando menos recursos como materias primas, electricidad, agua... (lo que se conoce como desacoplamiento) y generando menos residuos (valorizándolos, tal y como promueve el paradigma de la economía circular).

En síntesis, la Agenda Canaria 2030 y, por extensión, la apuesta por la productividad sostenible, brindan a las organizaciones, también a las empresariales, el marco necesario para crear más valor con menos recursos físicos, de materiales y energéticos.

A. O. De forma conjunta con lo económico y lo social, la cuestión ambiental forma parte de un esquema con tres pilares que adquiere una lógica integrada y hace más complicado, pero más rico, el análisis. Las tres vertientes del desarrollo están integradas y se influyen entre sí. Como ha explicado David, la Agenda Canaria 2030 adopta esa perspectiva en reconocimiento de que el desarrollo sostenible es un término complejo que integra las diferentes visiones de nuestra realidad. 

A mí me gusta explicarlo con la siguiente imagen. Pongamos la mano encima de una mesa apoyada en tres dedos. Intentemos hacer avanzar la mano moviendo un solo dedo hacia delante. Pronto llegaremos a un límite del recorrido. Hagamos lo mismo moviendo dos dedos. Quizá podamos avanzar algo más, pero pronto también nos quedaremos estacados. La única forma de avanzar sin límite es mover los tres dedos en la misma dirección. Pues bien, sin avances en las tres dimensiones (social, ambiental y económica), no puede haber progreso.

Si somos capaces de pensar en frío, la reacción ciudadana que atestiguamos el 20A tiene que ver en su totalidad con la idea de que nos hemos olvidado de mover dos de esas dimensiones. Nos concentramos en avanzar nuestro dedo económico y hemos descuidado repartir la riqueza o cuidar nuestro medio natural. Si la ciudadanía percibe datos macroeconómicos positivos con una sensación personal de que cada vez le cuesta más pagar su vivienda o que sus queridas playas están más masificadas, entonces se pierde la confianza en el sistema. Se genera desafección y de este modo se dan las condiciones para la aparición de populistas que intentarán enviar los mensajes oportunos para atraer su atención, para hacerse con apoyos y ganar influencia política. Este es, a mi juicio, el principal peligro en la actualidad.

¿Cómo se cambia la tendencia de caída de la productividad en Canarias, que tiene tan débil apuesta por la I+D+i, tan deficiente especialización laboral y salarios medios tan bajos? ¿Con qué medidas y aportaciones de los agentes involucrados?

D. P. He de insistir, una vez más, que en el libro no se detallan acciones concretas. Además, hemos huido de afirmaciones categóricas, de verdades absolutas. Pero sí me gustaría llamar la atención sobre el hecho de que buena parte de la I+D ha estado muy centrada en el sector bienes, con un alto protagonismo de la industria. Sin dejar de reconocer su importancia creciente, también para los servicios al calor de los avances tecnológicos más recientes, lo cierto es que, dado nuestro perfil de especialización, el binomio innovación-emprendimiento debe recibir mucha más atención.

Me gustaría enfatizar además que el futuro de Canarias está en los servicios. Y esto es así porque es ahí donde están y estarán los empleos. Por lo tanto, mejorar la productividad en los servicios que absorben mano de obra, en particular, debe ser una prioridad esencial del conjunto de la sociedad, tanto por razones de crecimiento como de equidad. Hemos de ampliar, consolidar y mejorar un modelo impulsado por los servicios. Hemos de comprender perfectamente la esencia de eso que se llama economía de los servicios, y situarla en el contexto tecno-económico actual, para, a partir de esa comprensión, identificar los márgenes de actuación de una economía como la canaria (con el foco puesto en las diferencias por islas).

Sin embargo, aquí nos enfrentamos a un enigma. No sabemos mucho sobre cómo aumentar la productividad en los servicios que absorben mano de obra.

A. O. Ya hemos señalado que, para revertir la situación, está relativamente claro sobre qué variables debemos influir. Capital humano, innovación empresarial, mejor calidad de la gestión o mayor eficiencia de los mercados. Esto permitiría mejorar la productividad y poner las condiciones de base para facilitar la subida de salarios. Pero ¿qué podemos hacer para introducir cambios en esas variables? En libro exponemos algunas claves o guías para lograr esos cambios, pero voy a transmitir aquí la idea clave: empoderando a los agentes que desean un cambio, que son aquellos que quieren innovar, mejorar la cualificación de sus trabajadores, hacer el cambio posible.

Si no somos capaces de dar capacidad de influencia a aquellos que quieren cambiar las cosas, sobre los que en la actualidad se esfuerzan por mantener el statu quo en su propio y legítimo provecho, será imposible sentar las bases para iniciar los cambios precisos.  

El terreno perdido hay que recuperarlo, pero ¿cuánto se tardará en estar a un nivel adecuado y qué puede pasar si ese objetivo se demora, se atasca…?

D. P. No sabría decirle. No sé cuál es el nivel de productividad adecuado, si es que eso existe. Quizá más que el valor puntual que toma esa variable en un momento dado del tiempo, que es importante, debería preocuparnos su dinámica a medio y largo plazo, retornar a la senda de la convergencia. Lo que sí tengo bastante claro es qué sucederá si no revertimos esta situación, si demoramos esta tarea: no abandonaremos la senda de la divergencia en PIBpc, RFBDpc y tendremos una mayor incidencia de la pobreza...

Eso sí, no hemos de pecar de ingenuidad y pensar que la mejora de la productividad mejora automáticamente los estándares de calidad de vida del grueso de la población. Por eso es importante el propósito y las fórmulas que se arbitren.

Para mejorar la productividad tampoco valen recetas que supongan un mayor deterioro de nuestro capital social, cultural, paisajístico o ambiental. Debemos salvaguardar nuestro stock de capital, nuestra base patrimonial, nuestra verdadera riqueza.

Y un último apunte asociado a la dinámica demográfica: pensemos qué sucedería si el ritmo de avance de la población se frenase y, llegado ese momento, no hemos revertido el estancamiento, cuando no retroceso, de nuestra productividad. Observaríamos que nuestro PIB per cápita y la renta familiar no solo seguirían alejándose de los estándares nacionales y europeos; sencillamente, se desplomarían.

A. O. Es muy difícil calcular cuánto tiempo llevará lograr esos cambios y sobre todo esto puede llegar a ser muy frustrante. Cuando estaba en el Gobierno, consideraba que el principal objetivo que nos debíamos poner en Canarias era revertir la tendencia de divergencia en la que llevábamos 20-25 años.

¿Cómo se explica que, con una productividad por los suelos en los últimos años, en caída libre dentro de España, la competitividad del turismo no se haya resentido, con cada vez más potencial y un 2024 que puede ser el mejor de la historia, aunque como contrapunto se tenga el deterioro social o la pobreza laboral en máximos: más ricos de forma global pero más pobres muchos colectivos?

A. O. En el libro reflexionamos sobre el comportamiento de nuestro sector turístico y las peculiaridades que introduce en la dinámica de nuestra productividad al ser el 35% de nuestro PIB y el 40% de nuestro empleo. Sin perder de vista las mayores dificultades para medir la productividad en los servicios personales y las dificultades para introducir mejoras continuas en ella, siempre nos ha gustado destacar una cuestión más estructural que creemos afecta a nuestro turismo.

Al tener Canarias un clima tan benévolo, ha sido posible que nuestra actividad turística pueda desarrollarse durante todo el año. De hecho, la temporada de invierno es nuestra temporada alta porque estamos solos en Europa durante ese periodo del año. Aunque los estudios son escasos y la evidencia nada concluyente, quizá esto haya dado lugar a una especie de maldición de los recursos naturales en algunos agentes del sector. Quizá haya una especie de efecto dormidera al calor de la existencia de rentas de posición. Es decir, tenemos condiciones tan favorables para desarrollar el turismo que no hemos tenido incentivos suficientes para implementar innovaciones, ajustar la gestión e incrementar las habilidades del personal buscando optimizar la rentabilidad de estos negocios, a diferencia de lo que sucede en otros destinos como, por ejemplo, Baleares, que tienen que lograr la rentabilidad de todo el año en prácticamente cuatro meses.

Que no existan estos estímulos de forma natural, no quiere decir que no se puedan estimular. Creo que es la línea de actuación más prometedora que tiene por delante la economía canaria: perfeccionar y optimizar su actividad turística. De hecho, ya muchos actores llevan tiempo mostrando que es posible. Pero hay que conseguir que sean mayoría. El gran cambio de modelo económico que tiene por delante Canarias no es desarrollar otras actividades alternativas al turismo (cuestión que también puede ayudar, sin duda), sino lograr una mejora en la calidad y en la productividad del propio sector turístico. 

D. P. Por ahondar un poco en lo que acaba de comentar Antonio, me gustaría aclarar que especialización y diversificación no son conceptos enfrentados o antagónicos, sino que se complementan. Los procesos de diversificación, en muchas ocasiones, parten de lo que ya se tiene; es decir, que el turismo puede y de hecho ha sido fuente de diversificación económica. Es verdad que hay que aprovechar las posibilidades de diversificación que aparezcan en otros segmentos de actividad y, por supuesto, al calor de tendencias y transformaciones inevitables, como la digitalización y la transición ecológica.

Pero lo cierto es que el futuro de Canarias está y seguirá estando en los servicios. Esto es así porque ahí están y estarán los empleos. Por lo tanto, mejorar la productividad en los servicios, especialmente en aquellos con capacidad para absorber mano de obra, es prioritario, tanto por razones de crecimiento como de equidad. Y esto pasa por comprender perfectamente la esencia de eso que se llama economía de los servicios, y situarla en el contexto tecno-económico actual, para, a partir de esa comprensión, identificar los márgenes de actuación de una economía como la canaria, con sus particularidades por islas y diferenciando entre lo rural y lo urbano. Importante no olvidar, por ejemplo, que el despliegue de las métricas asociadas a la productividad tiene su origen en el sector industrial, con un claro sesgo hacia la eficiencia; quizá en los servicios otras cuestiones, como la eficacia, sean igual o más importantes.

El Gobierno de Canarias ya estudia con expertos soluciones para recuperar la productividad en las islas. ¿Cuáles, para ustedes, son los ingredientes básicos de esta receta económica?

A. O. Tal y como venimos insistiendo, el libro es una guía adecuada para identificar medidas que sean eficaces para cambiar la tendencia actual. Les voy a transmitir dos noticias: una buena y una mala. La buena es que Canarias no sufre ningún tipo de maldición o condena que nos atrape en un esquema de baja productividad de forma permanente y del que no podamos salir. El futuro dependerá de nosotros y de nuestras capacidades para encontrar las recetas adecuadas.

La mala noticia es que no existen caminos fáciles ni recetas mágicas. Cambiar supone un esfuerzo importante, principalmente de coordinación colectiva. Por ese motivo, es tan relevante la participación pública y lograr identificar objetivos comunes para que todos podamos remar en la misma dirección. Y en este punto, una nota de optimismo: Canarias ya cuenta con una agenda compartida, la Agenda Canaria 2030, así que el principal consejo que podemos dar es que nos la tomemos en serio. Deberíamos tomar como señal muy prometedora el hecho de que los populistas reaccionarios le tengan tanto odio.

D. P. Los primeros aspectos sobre los que yo trabajaría aparentemente nada tienen que ver con la productividad, lo que seguro desilusionará a muchas personas. Pero en esta enumeración que planteo seguidamente, sin pretensión de exhaustividad, recojo elementos con los que, si no los atendemos convenientemente, volveremos a generar mucho revuelo y expectación para permanecer en el mismo sitio. Por tanto, mis sugerencias van en la línea de evitar el inmovilismo, que, parafraseando a Edgar Faure, lleva demasiado tiempo en marcha en Canarias.

Lo primero es incluir en las mesas de expertos a todos los agentes territoriales clave; sin duda, dando también voz a aquellos a los que normalmente se da menos visibilidad y con menor poder negociador (por ejemplo, ámbito emprendedor, economía social, organizaciones en defensa del medioambiente...) y, por supuesto, a la ciudadanía. Esto parte de una premisa básica: quién negocia y cómo negocia, lo que determina, como la experiencia nos demuestra, el resultado de la negociación. Si las mesas de trabajo y espacios de discusión son copados (solo) por “los de siempre”, los resultados serán “los de siempre”.

Lo segundo, ponernos en manos de un panel de expertos en asesoramiento a países y regiones en estrategias transformadoras alienadas con el desarrollo sostenible. Equipos que no estén intoxicados por el movimiento inercial y esquemas mentales propios de nuestros agentes, y que atesoren experiencia y reputación internacional contrastada. A modo de ejemplo, sugiero el equipo de trabajo del Institute por Innovation and Public Policy (IIPP) del University College London (UCL), que trabaje en paralelo con la mesa de expertos regionales (estos últimos aportan el conocimiento de la realidad canaria). Esta sugerencia se me antoja crucial por la incapacidad de la política en España y Canarias de alcanzar grandes acuerdos, de salirse del partidismo. Parece que se instalado la política con minúsculas, pero lo que necesitamos es la política con mayúsculas.

Lo tercero, vinculado a lo último que acabo de esbozar, es que debe haber participación de todos los niveles del gobierno y la administración, y de todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria deben participar.

Lo cuarto, una vez se llegue a un documento estratégico de consenso con planes de actuación y medidas concretas (a desplegar, vaya usted a saber, en los próximos 10, 15 o 20 años), y el correspondiente mecanismo de gobernanza, evaluación, seguimiento y rendición de cuentas, se deben identificar las responsabilidades y los compromisos adquiridos por cada actor, públicos y privados.

Lo quinto, consideración de fórmulas de financiación, ficha presupuestaria-financiera.

Crucial será tener bien identificados los cambios institucionales que serán precisos, su calendario de presentación y aprobación. En paralelo, parece inevitable, diría que más que aconsejable, incorporar entre las grandes reformas estructurales un gran pacto por la simplificación y modernización administrativa y la coherencia de las políticas de desarrollo.

Ingrediente indispensable, y termino: datos, capacidad de medición. Vamos a ciegas, apoyándonos en indicadores que de sobra es conocido que son aproximaciones imperfectas a lo que deseamos medir. Indicadores como la productividad aparente del trabajo son muy limitados; necesitamos diagnósticos más acertados, especialmente en el ámbito micro, a nivel de organizaciones y empresas. La voluntad de querer cambiar las cosas se demuestra, en primer lugar, en el esfuerzo mostrado por tratar de comprenderlas; y eso pasa por disponer de la información necesaria. A día de hoy, es muy parcial, insuficiente.

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