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Los jueces no creyeron a Rajoy

Eduardo Zaplana ha ingresado en prisión sin fianza. (EFE).

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

Les tengo dicho que los medios, digamos “españolistas”, tienden a escaquear la responsabilidad de Mariano Rajoy y del PP en la actual edición del conflicto catalán y recurren al natural gallego del presidente para justificar su tendencia a dejar que los problemas se resuelvan solos o se pudran para enterrarlos bajo unos viajitos de broza; o de 3%, que también tapa mucho. A ese mismo natural atribuyen que actuara como si no fuera consciente, pobrecito, del saqueo de los fondos públicos y del mercadeo de favores millonarios en sus mismas narices. Y casi siempre con la defensa inicial del propio Rajoy del corrupto de turno antes de convertirlo en “esa persona por la que usted me pregunta”, a veces después de hacer que el partido puesto en pie lo aplauda y aclame como a los generales romanos victoriosos. Costumbre que, por cierto, inauguró el PP con su aplauso en el Congreso para celebrar el “triunfo” de Aznar cuando metió a España en la agresión a Irak, de la que ha dicho sentirse orgulloso y dispuesto a repetirla. Atentado de Atocha y víctimas aparte, claro.

Ahora le ha tocado a Eduardo Zaplana aunque imagino que no será aclamado porque, como han dicho en fuentes peperas, “les ha sorprendido” su detención por blanqueo de dinero. Sin aclarar si la sorpresa es por el delito imputado o debida a la demora de veinte años en sentarle la mano. Zaplana fue alcalde de Benidorm, presidente de la Generalitat valenciana, ministro de Trabajo y alto dirigente del PP vinculado a Aznar por lo que cabe afirmar que de lejos les viene a los gatos peperos la tos de coger el dinero y salir tan echando leches que ni tiempo de discernir si la trama ladrona es del PP o va contra el PP, como se preguntó Rajoy en una de sus gloriosas alusiones al tema. Sin tener en cuenta que cuando el río suena, agua trae; y tan ruidosa en este caso que ya ni se sabe cuantos altos cargos peperos, ministros incluso, están involucrados en asuntos feos al amparo de un partido que no ha dudado en financiar sus actividades partidistas y electorales con la caja pública, como quedó demostrado en la vista inicial del caso Gürtel.

La fiesta siguió pues, a pesar de que Rajoy calificó la corrupción de tema viejo y recurrente. Los jueces no le creyeron y añadieron a la noticia de la detención de Zaplana una contundente sentencia en la que ratifica lo que ya sabía la calle: el PP montó “un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional” con Francisco Correa a la cabeza. La única verdad que le recuerdo a Rajoy fue su afirmación de que la corrupción es un tema viejo… siempre y cuando se refiriera a lo de Zaplana por cuanto permite remontar el saqueo del país a la etapa presidencial de Aznar, ya pasada en el tiempo.

Rajoy perdió el tino en 2004

La detención de Eduardo Zaplana me obligó a comentar el asunto antes de referirme al conflicto catalán como tenía pensado para resaltar los favores que las torpezas de Rajoy han hecho al separatismo radical. Si es que son torpezas y no un modo de llevar las cosas a algún extremo que permita justificar una actuación dura del Gobierno central en beneficio de los interesados en la recentralización que planea sobre nuestras cabezas. En cualquier caso, le puso a huevo al secesionismo la oportunidad de formarla. A eso iba y a eso voy.

Pienso que Rajoy perdió el tino al derrotarle Zapatero en las elecciones generales de 2004. Esperaba ganar por goleada, como esperábamos todos, y recuerdo que Juan Fernando López Aguilar me dijo en plena campaña que Zapatero era el único convencido de que ganaría él y así fue. Y digo que Rajoy perdió el tino porque le pudo el despecho o la mala sangre y no se opuso sino que alentó la terrible y calumniosa campaña del entorno pepero ultra contra el ganador socialista mantenida durante los siete años de su presidencia. Llegaron los medios adictos al PP, recuerden, a acusar a Zapatero de querer destruir la unidad de España mediante un pacto con ETA y alentando con el mismo propósito a los catalanes a reformar el Estatut como les diera la gana con el compromiso de que aceptaría lo que fuera. A las mentiras del apaño con ETA y la tergiversación de su promesa a los catalanes unió el entorno mediático del PP el móvil de Zapatero: quería vengar la muerte de su abuelo militar fusilado por los franquistas durante la guerra civil. Una explicación chunga reveladora de que todavía queda gente por ahí que piensan en términos guerracivilistas de enfrentamientos y venganzas y una muestra más de cuanto desprecia la España negra la inteligencia y el sentido común de los españoles.

Lo de ETA era absurdo. Pero con ese supuesto apaño se pretendía reforzar la siniestra conjura de Zapatero contra España y hacer más creíble el compromiso de aceptar el Estatut que saliera del Parlament; jugando por supuesto con la escasa cultura política del país al ocultar que en un sistema constitucional una reforma de este tipo está sometida al Parlamento y a los requisitos exigidos por la Constitución. Y sin tener en cuenta que Zapatero, como profesor de Derecho Constitucional, no podía ignorar este extremo. Y no sé hasta qué punto debe tenerse en cuenta todavía hoy que el centralismo fue el sistema en que se basó la construcción del Estado liberal burgués español en el XIX y el anticatalanismo uno de los recursos más socorridos para que las nacionalidades hispanas no impidieran el completo control de la gobernación del país por los intereses que atinaron a instalarse en Madrid. El PP se equivocó a mi entender al dejarse querer y no adoptar una postura seria ante aquellos disparates urdidos contra Zapatero por respeto a la ciudadanía.

Llegado a este punto, conviene no perder de vista las querencias recentralizadoras que revolotean en la cabeza de por ejemplo Albert Rivera y su propuesta de eliminar los regímenes especiales, o sea, la recentralización. Y no viene mal recordar, en lo que se refiere a Canarias, la amarga y prolongada experiencia de la imposición a las islas de los aranceles de Aduanas de 1821, cuando la primera oleada de independencias americanas obligó a España a retranquear sus fronteras y definir zonas de influencia metiendo a las islas en el régimen aduanero común. Fue el momento en que José Murphy Meade, hijo de irlandés y grancanaria, personaje decisivo en el logro de la capitalidad de Canarias para su Santa Cruz natal, saltó al ruedo.

Murphy consideró la aplicación del arancel un grave error en el que, por cierto, siguen incurriendo políticos como el dicho Rivera que ya ha asomado el rejo por más que sus correligionarios isleños aseguren que al despotricar de los regímenes especiales no incluía al REF. Que tampoco es una maravilla, dicho sea de paso. Murphy, a lo que iba, escribió unas Breves reflexiones sobre los nuevos aranceles de Aduanas (1821) en las que calificó de error “de mucha trascendencia considerar a estas islas para todos los fines económicos y administrativos como si realmente fuesen adyacentes a la península”. La eterna historia. Murphy aclara al Gobierno que “la voz adyacente supone un paraje muy inmediato adonde la mano del gobierno alcanza casi con tanta facilidad como a las provincias de la misma península”, por lo que “no pueden aplicársele (a las islas) las mismas reglas, ni el mismo régimen administrativo que a aquellas sin que resulten efectos muy contrarios a los que la legislatura nacional se propone”. Murphy tuvo que exiliarse en 1823 para escapar de la reacción absolutista y en 1826 la Sala del Crimen de Sevilla lo condenó a muerte. En 1837, amnistiado junto a los ex diputados contrarios a Fernando VII, fue nombrado Cónsul General en México, donde murió en 1841 en la miseria.

Los aranceles de 1821 dañaron al comercio y agudizaron las privaciones de los isleños durante el largo periodo que se cerró en 1852 con la declaración de Puertos Francos, el año siguiente a la terrible epidemia de cólera. Las franquicias permitieron modernizar la agricultura y produjeron cierto desarrollo y otros efectos, sobre todo en las cercanías de las actividades portuarias, aunque sin alcanzar el rango de panacea universal que con frecuencia se les atribuye. Ni qué decir tiene que todavía hay por esas Españas quienes siguen pensando que el REF es un privilegio concedido a los canarios.

Dos opiniones sobre Catalunya

Y de Murphy a la cuestión catalana para recoger una opinión que se me traspapeló aunque haya hecho referencia a ella de memoria en alguna ocasión. Como suele ocurrir, apareció cuando dejé de buscarla y no me resisto a traerla aquí. El autor es el notario, profesor y ensayista Juan José López Burniol quien la escribió en 2010, año de la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) que marcó el punto de partida de la locura en que se ha convertido el conflicto catalán. Ahí va: “A comienzos del siglo XX , España tenía cuatro problemas: el religioso, el militar, el agrario y el catalán. Cien años después, los tres primeros se han resuelto o diluido y sólo permanece el catalán. Éste ha estado condicionando tanto la vida pública que mejor sería hablar de problema español. Prueba de ello es que cada vez que España se libera de la ortopedia dictatorial que compensa la debilidad congénita del Estado, el problema fundamental al redactar la correspondiente Constitución es el de la estructura territorial del Estado. Ocurrió en los albores de la II República, tras la dictadura de Primo de Rivera y al inicio de la Transición, tras la Dictadura de Franco”.

Habría que preguntarse muchas cosas; por ejemplo, si no será precisamente el intento de impedir el desarrollo de las autonomías que, según los expertos, refleja la vocación federal de la Constitución de 1978, la causa no tan remota del actual episodio catalán. Se sabe que no conviene esa hipotética querencia federal de la Constitución al núcleo de intereses instalado en Madrid, que no madrileños, que le da sombra al Poder al tiempo que la recibe de él. No creo que haya demasiadas dudas respecto al PP y su dependencia de tales intereses que cuentan ya con Albert Rivera para relevar al cuasi amortizado Rajoy al que dieron aire el pasado, 23 de mayo, con la aprobación de unos presupuestos que de poco van a servir.

Junto al de Burniol había otro texto, más largo, al que me referiré aquí para aprovechar el viaje. Lo publicó en 2015 Josep Ramoneda, director del Centre de Cultura Contemporania de Barcelona y presidente del Institute de Recherche et d’Innovation de París, filósofo, profesor universitario, escritor en catalán y castellano, relacionado con Althusser y Foucault, etc. Dice así: “Por primera vez un proyecto por la independencia, con hoja de ruta incluida, se presenta a unas elecciones en Cataluña y Junt pel Sí será la primera fuerza. ¿Por qué? Es la pregunta que los dirigentes no se han querido plantear y mejor harían en revisar sus instrumentos de análisis porque da la impresión de que se parte todavía de las viejas claves del pujolismo dando por supuesto que tarde o temprano los soberanistas bajarán sus exigencias y pasarán por taquilla. Se ha perdido el pulso de una sociedad en tránsito minimizando el problema dando por supuesto que el independentismo es una exaltación pasajera que decaerá con la misma; o declarándolo ilegal como si el hecho de no ser legal fuera suficiente para que desaparezca por sí mismo”. Y remata Ramoneda: “’Las dos partes deben aceptar la realidad. El bloque independentista debe ser consciente de la correlación de fuerzas y considerar que carece de capacidad coercitiva para imponer una ruptura unilateral. Por su parte, las instituciones españolas deben afrontar el problema de fondo: reconocer Cataluña como sujeto político pleno y encontrarse los unos y los otros en un referéndum. Lo demás es ir al enfrentamiento en el que uno amenaza con la represión del Estado, confiando en que los catalanes claudiquen y la otra esperando que el lío sea tan monumental que obligue a la UE a intervenir”. No es necesario añadir comentario alguno.

Envenenar a la opinión pública

Frente al enfoque de Burniol y Ramoneda, Rajoy y el PP optaron por envenenar con no pocos engaños a la opinión pública de la forma acostumbrada. Y aclaro que si cargo las tintas sobre el presidente y su partido es porque le corresponde proponer salidas, alternativas, buscar puntos de encuentro y de diálogo en lugar de apuntarse a bruto y estar tan a la que salte que le han sorprendido los colectivos a los que se les llenó la buchaca y se echaron a la calle. No adoptó en la cuestión catalana más iniciativa que la judicialización, las amenazas y la represión violenta como la del 1 de octubre y como tampoco estaba los secesionistas por la labor de llegar a acuerdos, se fueron los dos al enfrentamiento sin que se oliera Rajoy hasta qué extremo estaban preparados los independentistas para formarla. Se equivocó Rajoy al pensar que al final cederían ante el contundente poder del Estado cuando en realidad entreven la posibilidad de ganar la partida. Si los independentistas desprecian la autonomía y dicen no querer sino la independencia, Rajoy los ha cargado no tanto de razones como de tiempo para maniobrar a gusto confiando, como digo, en que acabarán por ceder en virtud de una especie de “neopujolismo” en el que los cheques volverán a arreglarlo todo por aquello de que si el dinero no da la felicidad al menos calma los nervios, dicho en el que parece confiar Rajoy.

Pero ocurre que Puigdemont se lo ha puesto difícil al conseguir internacionalizar el conflicto provocando entre otras cosas roces de la Justicia española con la de otros países. Por no hablar de la designación de Torra para que le guarde el asiento y los distintivos en la perspectiva, quién sabe, de un regreso glorioso en modo Tarradellas. Torra ha hecho gala de racismo aunque trate ahora de quitarle hierro pidiendo disculpas y tendrá que gobernar con Rajoy y sus ministros mientras esté en vigor el artículo 155 cuya suspensión era, ya saben, exigencia del PNV para apoyar los presupuestos, aunque se impuso el pragmatismo vasco: viraron los peneuvistas al donde dije digo, digo Diego y apuntalaron la votación presupuestaria en la seguridad, según su portavoz Aitor Esteban, de la inminente suspensión del 155 y la vuelta de Cataluña a la autonomía. Ya veremos por donde salen. De momento, hay más que indicios, sospechas de contactos del secesionismo catalán más radicalizado con grupos europeos que tiran para la banda ultra, lo que explicaría, en paralelo a la torpeza del Gobierno español, las acciones de Puigdemont que debe estar recibiendo ayudas interesadas: ya se habla incluso de Putin pues nada de particular tiene que le interese el asunto por cuanto perjudica a la UE a la que se la tiene jurada. Mucho me temo que tiene España una difícil papeleta que no sé si sabrá resolver con la marcha que lleva.

Mientras, Rivera, además de cuestionar los regímenes especiales no para de exigir más mano dura con los catalanes sin pararse a pensar en cuanta medida esas actitudes contribuyen a dividir más de lo que ya está a la sociedad catalana. No contempla siquiera la posibilidad de un posible trasfondo que muchos ya advierten y algunos incluso señalan abiertamente. En catorce años, desde las elecciones de 2004 hasta hoy, la política del PP ha puesto las cosas en un punto en ya no se sabe si será posible retroceder hacia alguna parte. Un proceso iniciado con la archimencionada sentencia del TC de 2010 contra el Estatut, la que provocó en las elecciones catalanas de ese mismo año el primer subidón de los soberanistas. Éstos eran una fuerza residual e iniciaron entonces el camino que la convertiría en determinante al tiempo que debilitaba las opciones autonomistas. Aquellos polvos trajeron estos lodos. ¿O son los lodos que al secarse dejan los polvos?

Diré, para terminar, que no está la UE para meterse en más situaciones de las que ya tiene encima. Se ha juntado el hambre con las ganas de comer y si a Rajoy le ha fallado cuanto ha intentado para meter en cintura a los independentistas, el resto de las fuerzas políticas españolas no parecen estar mejor para encontrar una salida. Al PP y el Gobierno no hay por donde cogerlo y ni les cuento ahora después de la sentencia Gürtel; el PSOE sigue sin aclararse y si al recuperar Pedro Sánchez la secretaría general anunció que trabajaría para hacer de España una nación de naciones, es evidente que le han dicho que está mejor calladito. Ahora anuncia una moción de censura o cosa parecida contra Rajoy en lo que Rivera, tan intransigente con la corrupción y tan rotundo él dice que se está pensando qué hacer. Lo que confirma que su línea es la pepera con unas canas menos y muchas encuestas de más. Y queda por ahí suelto Podemos, ahora entretenido con el chalet de Pablo Iglesias e Irene Montero. Y todo justo cuando deberían al quite de lo que ocurre y apremia.

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