Colección La Palma felicita a Cecilia Domínguez, Premio Canarias de Literatura 2015

Cecilia Domínguez Luis.

La Palma Ahora

Santa Cruz de La Palma —

Colección La Palma, la parte de la editorial de Elsa López que dirige Nicolás Melini, felicita a la escritora tinerfeña Cecilia Domínguez Luis por haber recibido el Premio Canarias de Literatura 2015. “Estamos de enhorabuena. Nuestra autora Cecilia Domínguez Luis ha obtenido el muy preciado Premio Canarias de Literatura 2015, galardón que otorga el Gobierno regional cada tres años a un autor o autora literaria”, señalan fuentes de la editorial. “Este premio lo han obtenido poetas tan preciados como Manuel Padorno, José María Millares Sall, Luis Feria, o Arturo Maccanti, entre otros”, recuerdan. “Es un premio a toda la carrera de un autor que, al concederse cada tres años, es muy codiciado por un buen número de buenos escritores que aún no lo han obtenido y que bien podrían hacerlo en los próximos años”, subrayan. Desde colección La Palma “felicitamos a Cecilia Domínguez Luis y les animamos a su lectura. Cuaderno del orate les espera en las librerías”. El libro puede solicitarse a través de la web de la editorial: http://www.edicioneslapalma.com/

A continuación reproducimos cinco poemas del ‘Cuaderno del orate (cuatro meses y un día)’ por cortesía de Colección La Palma de Poesía, de Ediciones La Palma:

Segundo mes

Día 4

Dicen que soy aquel que me mira desde la superficie del estanque,

pero tú no estás y yo no tengo alas ni las garras del gato montés.

Estoy en una encrucijada hecha de lámparas y peces,

y bajo la bóveda del cielo escucho el silbido de las flechas que pasan.

Pero me niego a reconocerme en los ojos que me miran

y espero a que llegues para que me confirmes en el limo

y me levantes con el soplo de tu boca.

Día 13

Mi memoria es un lugar oscuro

donde, de vez en cuando, surge el llanto o la risa.

Tú, en el lugar de la niebla, te difuminas entre crepúsculos de galaxias ignotas

pobladas de cráneos de elefantes, y conchas que tienen nuestros rostros.

Seguramente haya un gran dios

que ordene que la tierra se cubra de vapores y túneles,

y mujeres que hagan nacer afilados cuchillos de sus vientres

para defender a ángeles del tamaño de un pez o de un olivo.

Yo sólo sé que cada madrugada me asombra esa distancia que del cielo nos llega.

Día 16

Todo consiste en admirar su poder contra el delirio y las serpientes pitón.

Cabalgar junto a él por los corredores es también una buena estrategia,

siempre que no lo hagamos a la grupa de un pez.

Decirle que no tenemos oro ni plata para pagar sus diarios desvelos:

ese poner a prueba nuestra tangible transparencia

mirándonos fijamente a los ojos, y hacernos danzar en corro

a golpe de su bello tambor, mientras tensa el sedal,

y la caña se convierte en una rama de agridulces frutos.

Si es el mar quien nos llama, ocultarnos bajo el ala de algún ibis perdido,

y no hacer caso de los hilos que trenza la luna para atrapar nuestros fantasmas.

Creer en la muerte de los unicornios;

negar que en los ojos de los búhos se manifiestan los oráculos

y que pasten bueyes junto a las aves del paraíso.

Así llegará la duda y el descuido para el guardián que nos acecha.

Pero sé que vas a traicionarme cuando niegue

el acontecer de las sirenas en los estuarios,

con hombres diminutos posados en sus hombros.

Día 21

No sé por qué se desborda este río,

si hemos sobornado a los guardianes del jardín y burlado la vigilancia de los astros.

Fue la tarde que el viento trajo tu perfume,

cuando oí resonar las aguas que se precipitaban y rompían sus límites.

Todo estaba hecho de miel y especias, y en el cauce,

el relámpago se liberaba de sus plumas y dormían en tus ojos.

Sobre la mesa volvieron los peces circulares, lamidos por las llamas del aire

y ofreciéndose entre flores de arcilla.

Rompí la fuente con un malvado pensamiento

y rodaron los peces como aros de niño, ante el júbilo de los comensales.

Y ocurrió que el agua del océano recogió los labios perdidos de las rosas

y el río escuchó el canto, fue a su encuentro

y, en su asombro, se abrieron las compuertas.

Día 25

En el lejano camposanto alguien cambia su lanza de acero

por salmos que en la muerte persistan.

Comienza así la historia, y los grillos, que estrían el aire,

confunden el andar de los peregrinos

que cuelgan su alcuza de los girasoles.

Yo soy quien juega al corro de las sillas vacías,

cuando las sirenas duermen sobre los tejados

y los insectos danzan alrededor de las luminarias;

quien, por miedo a perderse, dibuja un bosque con ojos de jaguares,

cuando tú te escondes en el centro de mis eclipses.

Así las cosas,

sigo sin saber si hay un dios que vigila.

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