“La envidia es una discapacidad intelectual, emocional y social”

Esther R. Medina / Esther R. Medina

Asegura que “el mayor enemigo del ser humano es el propio ser humano; molesta mucho la felicidad de los demás, o la posibilidad de serlo, y en esas condiciones es muy difícil vivir en sociedad”. El escritor Andrés Expósito (Las Lomadas, San Andrés y Sauces, 1971) acaba de publicar su última novela, 'Vieja melodía del mundo', que se desarrolla precisamente en su municipio natal, donde “suceden a lo largo del siglo pasado hechos que desarman y destruyen la vida de la familia de Anastasio Vargas y Francisca Expósito”. En su obra analiza las bajezas del ser humano.

Andrés, que actualmente reside en La Laguna (Tenerife), aunque visita La Palma en verano y Navidades, recuerda que siempre “he garabateado historias” pero desde hace una década se dedica a la escritura. Se estrenó con “el entrevero literario” 'El dilema de la vida insinúa una alarma infinita', publicado en 2003; luego llegó su primera novela 'El albur de los átomos' (2005), 'Historia de una fotografía' (2011) y 'Vieja melodía del mundo', que acaba de ver la luz. “Crecí entre tebeos como 'Roberto Alcazar y Pedrín', 'El Pequeño Luchador', 'El Guerrero del Antifaz', 'El Capitán Trueno', 'El Capitán América', 'El Llanero Solitario', 'Zipi y Zape', 'Carpanta', 'Tintín', 'El Coyote... Luego llegaron los libros y sus autores, José Saramago, Mario Benedetti, Ernesto Sábato, Paul Auster, Kafka, Sándor Márai, Javier Marías?”, ha señalado a LA PALMA AHORA.

La escritura y la lectura son para Andrés Expósito “un ejercicio de reflexión”. “Lo que ocurre con la escritura es que expresas esa reflexión con tus palabras, las transcribes, indagas en un camino, laudable o crítico, certero o erróneo, configuras metáforas, alegorías, tramas, miserias, al tiempo que experimentas con el pensamiento”, precisa. “El rastro y las sombras dejadas tras el mismo no me conceden, aunque pueda parecerlo, ningún resultado final que sea factible o universal, exacto o duradero, pero al experimentar con el pensamiento y la reflexión, el camino que trazo, por el que discurro habitualmente, no queda como un folio en blanco, al menos lo emborrono”, añade.

Este escritor está convencido de que el compromiso social no debe ser exclusivo del mundo literario, sino que tiene que partir “de cualquier ámbito”. “No es mejor ni más importante el compromiso social de un escritor que el de un agricultor o el de un ama de casa, lo que sí alberga es mayor responsabilidad, quizás no en lo narrado y esbozado en sus obras, pero sí, por otro lado, en lo expresado en los artículos, en las conferencias, en las entrevistas, en las colaboraciones en medios de comunicación, en base a que la palabra escrita o dicha y el contenido del mensaje son expuestos públicamente”, dice. “Esa responsabilidad no debe ser olvidada, ni ninguneada por nosotros mismos, no debemos quedar ahogados en infantiles egocentrismos, como dioses en inaccesibles Olimpos y dictámenes únicos y absolutos. El escritor como cualquier ciudadano, nada y fluye en continuos aprendizajes y en inevitables errores, y el compromiso social es necesario en los escritores por el valor que otros le dan”, asegura.

Una novela a partir de una historia

'Vieja melodía del mundo', editada en Madrid por Eutelequia, se desarrolla en San Andrés y Sauces, aunque su autor asegura que, en realidad, él no eligió el escenario. “La esencia y el registro primigenio de la idea nacieron de una historia que me relataron hace muchos años, y que sucedió en San Andrés y Sauces así como en otros lugares de la Isla de La Palma, y en base a ello, estructuré la novela y me abalancé sobre la propia historia de la ciudad, la cual conocía y a la que le he dedicado bastantes páginas”, confiesa. “San Andrés y Sauces posee una historia extensa, magnifica y elocuente sobre el trascurso del ser humano por ella, al igual que la Isla de La Palma, y no deberíamos desposeernos de ella. Si no albergamos y nos adentramos en el conocimiento de esa historia, la desahuciamos, y como he dicho, nos despojamos miserablemente de ella”, recalca.

Cuando se le pregunta si hay algo de autobiográfico en su última novela, reconoce que, evidentemente, “el narrador acumula y suscita sombras, alegrías y trazos que me devuelven al niño que fui, y que muchas de las voces o personajes proyectan y aluden a personas que existieron, pero fuera de ello, es solo un juego literario que desarrolla, estructura, hilvana e imagina una historia a partir de un relato contado”.

La envidia, para Andrés Expósito, es “una discapacidad intelectual, emocional y social del individuo. Es la invalidez de no poder ser dueño de uno mismo, de no poder ni saber evolucionar. Deberíamos reflexionar más sobre ello, no lo hacemos y eso es un error”, afirma. “Es horrenda y miserable la conducta que lleva a miembros de la especie humana a residir, continuamente, en desangrar la vida de los demás, y no hablo de armas, hablo de la palabra y el discurso pueril. Los rumores, dimes y diretes, conjugan una de las bajezas más despreciables y deficientes de la evolución, y es que hay quien ocupa más tiempo en elucubrar y otorgar desprecios y mentiras sobre los demás, que en procurar la fortaleza intelectual y el conocimiento en sí mismo y para sí mismo”, sostiene. “La evidencia, por desgracia, nos aplasta y avergüenza, y es que, como comunidad en el aspecto social y humano, somos bastante retrógrados. No somos capaces de convivir en libertad y respeto, sin demonios o fantasmas sociales o religiosos que no atosiguen y desvirtúen esa convivencia”, insiste. “Si quedamos limitados y coartados por opiniones y críticas corrosivas, o apocalípticos horizontes de dimes y diretes, al final no somos nosotros mismos, a lo sumo y pobremente, seremos los demás”, advierte.

La familia de Anastasio Vargas y Francisca Expósito se ve destruida “por la envidia, los celos y la bajeza a la que pueden acudir los miembros de la especie humana por conseguir lo que anhelan”, explica Andrés. “Jamás el matrimonio, y luego sus hijos, podrán tener un instante de felicidad desde el día aquel, a finales de junio, cuando aún eran jóvenes, en las fiestas del santo de la ermita”, relata. “La novela nos constata y asevera que la especie humana acabará consigo mismo sino somos capaces de convivir en libertad y respeto, sin demonios o fantasmas sociales o religiosos que nos atosiguen; eso nos lo redunda una y otra vez La Abuela, uno de los personajes que revela y descubre poco a poco lo sucedido a la familia”, concluye.

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