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…Y las adelfas florecieron

Julio M. Marante

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Desde hace días me he negado a creer que la cultura forme parte de la política y que muchos gobernantes la consideren como una manera de entretener a la ciudadanía. El nombramiento de la escritora Elsa López como Hija Adoptiva de La Palma por parte del Cabildo Insular, me parece un acto de justicia, ajeno a vaivenes ideológicos y recomendaciones y juegos políticos. Un nombramiento que, pueden estar seguros, los palmeros agradecemos. Además, ya era hora. Es posible que algunos lo consideren un premio modesto, pero es la distinción más alta que la Isla puede ofrecer a quien habiendo nacido lejos, en Santa Isabel de Fernando Poo, actual Malabo (Guinea), ha hecho de nuestra tierra, la suya. Una isla salpicada de espumas, que recorrió de niña con sus pantuflas de esparto, antes de viajar a Madrid, cursar la carrera de Filosofía y Letras y, después de algunos años, volver siguiendo el rastro de las gaviotas para quedarse en ella, en la Isla del barco fondeado arriba en La Alameda, muy cerca del barranco… Elsa López es una gran embajadora de nuestra tierra. Posee el arte de decir cosas y sabe decirlas bellamente. Elsa siempre escribe de forma clara, limpia, elegante, modélica. Sus poemas, cuentos, artículos, ensayos… sus palabras siempre cálidas y amasadas de amor nos han suministrado confort y luz a cuantos hemos tenido la oportunidad de leerla y escucharla, de compartir con ella comentarios y opiniones sobre nuestras miserias y grandezas. Cierto es que la verdad no es patrimonio exclusivo de nadie… Y en algunos de sus artículos, Elsa ha puesto el dedo en la llaga. En otras, sin embargo, con intención y fuerza, nos ha dejado acertadas sugerencias que nos permiten atisbar nuevos horizontes, o lo que es lo mismo, válidos argumentos para que esta isla alcance un futuro dinámico, posible y esperanzado. Y es que a Elsa le puede la Isla. Una isla que lleva bajo la piel y que ha quedado para siempre fijada en sus versos… La Palma. Mi isla. El rincón más querido de todas mis nostalgias. Siempre ha querido, y ahora mucho más como Hija Adoptiva, que los palmeros tengamos una mejor conciencia de lo que somos y de lo que queremos, lejos de esos vientos malignos que doblan los racimos. Porque al margen de siniestras voluntades, pugnas políticas y equivocadas decisiones, la cultura se puede eclipsar pero no morir en una isla ilustrada como la nuestra. Gracias Elsa por participar del milagro de su plenitud. Como escritora y editora has sabido crear una atmósfera intelectual que nos prestigia. Has creado cultura y has trabajado por ella. Formas parte del milagro cultural de esta Isla. El viento te trajo un día y las adelfas florecieron.

Julio M. Marante

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