Arqueología urbana y sentimental del edificio de Tetuán donde Extremoduro grabó su primer disco
Un edificio con las ventanas tapiadas parece aguardar su final en la equina del número 73 de la calle de Santa Juliana, en Tetuán. En el bajo, hay una persiana metálica que aparenta no haberse subido en mucho tiempo y un pequeño letrero que pasa desapercibido al viandante. Quedan una A, una V, una S y otra A. Rellenando los huecos: AVISPA.
Es el nombre de una compañía de discos, nativa de Tetuán, que actualmente continúa su actividad en otra parte del barrio. A su amparo han grabado discos desde finales de los años ochenta un buen puñado de bandas de metal, como Saratoga, Burning, Medina Zahara, Lordi o Los Suaves, entre otras bandas de guitarras rugientes.
Y fue también el primer sello discográfico de Extremoduro, que grabó en 1989 con ellos y en los estudios M-20 –allí mismo– su primer disco, Tú en tu casa, nosotros en la hoguera.
En enero de 1989 ya habían viajado los tres miembros que entonces conformaban el grupo a Madrid para grabar su mítica maqueta Rock Transgresivo en los estudios Duplimatic del barrio de Pacífico, que estaban capitaneados por el ex batería de Pekenikes Félix Arribas. Después, vendrían la mítica grabación en el programa de televisión Plastic, donde Salo luce tricornio y Robe túnica blanca; y el tercer puesto en el concurso nacional Yamaha en la sala Jácara en septiembre del 89.
Estos primeros pasos –pequeñitos, pero firmes– sirvieron para que la discográfica independiente Avispa los fichara. Carlos y Fernando Martínez habían fundado pocos años antes el sello, se estaban orientando al mundo del rock, y no dudaron en enrolarlos a sus filas después del buen puesto en el concurso. El dinero para grabar el disco, 250.000 pesetas, correría de parte del propio grupo y se grabaría en los estudios M-20, que formaban parte del pequeño entramado de Avispa. Acordaron grabar tres discos en tres años.
La banda siempre habló pestes de esta primera experiencia y Francisco Martínez, jefe de Avispa, ha dado una versión que apela a la informalidad y las costumbres relajadas de la banda como motivos del naufragio.
El periodista extremeño Juan Carlos Ramos –Juancaraes en redes– tiene un canal de YouTube en el que está historiando el periplo de Extremoduro, sus protagonistas, actores secundarios y codas (de momento, lleva más de sesenta horas). Hace cuatro años dedicó un capítulo a la loca historia de Avispa y la primera grabación (1989), con información interesantísima sobre aquella mítica primera vez.
El plato fuerte del capítulo es la entrevista a J. J. Serrano, ingeniero de sonido que hizo las veces de productor –en ausencia de uno al uso– de aquella grabación modesta y hecha con pocos medios.
Serrano, que trabajó con varios grupos heavys como Muro, Obús, Niágara o Ñu, cuenta en el vídeo aquellos días de los primeros Extremoduro en el barrio de Cuatro Caminos. “Salo, que era el bajista, tenía muy buen rollo el tío; y Robe, muy normal, no vi nada que dijera yo, vaya historia”, recordaba.
Lo más maratoniano de las sesiones se lo comía él mientras que el grupo, que también trabajaba muchas horas, hacía descansos en “el bar de enfrente”. Es difícil no tratar de imaginar cuál es el heredero de aquel local donde los Salo, Fanta y Robe se acodaron durante aquellos días. A simple vista: enfrente hay hoy un kebab y una hamburguesería relativamente nueva.
El beneficio del disco, según Extremoduro, fueron discos para recompensar a los amigos que habían convencido para financiar la primera maqueta, aunque Martínez niega la mayor y dice en una entrevista en EPE que los discos los pagaron ellos.
Poco tiempo después, el grupo volvió a los estudios de la calle Santa Juliana para preparar el segundo disco. Para entonces, ya los acompañaba Carlos El Sucio –Carlos Melodías, en la noche madrileña– que vino para hacerse cargo del bajo y que Salo pudiera agarrar la guitarra.
Extremoduro acabaría rompiendo el contrato porque estaban descontentos con la falta de promoción de la promotora y por no recibir nada después del primer disco. Aunque el técnico no estaba al tanto de los detalles contractuales, recuerda que “era el típico contrato de discográfica de los años ochenta, absolutamente leonino”.
Pero antes de marcharse, grabaron en una sola sesión una grabación informal de quince temas para preparar el abortado segundo disco con Avispa. De aquella sesión de trabajo sacaría la discográfica varios discos que el grupo siempre ha considerado piratas, como Maquetas 90 o Como animales, que era un calco del disco Somos unos animales, que el grupo sacó ya con otra compañía. Un álbum no oficial que pasó mucho de mano en mano durante los años noventa. Entre algunas de las grabaciones de aquellos discos, que se sacaron en un subsello de cintas de gasolinera, se escucha la voz de Robe: “qué mal me ha salido, tío”, se llega a oír.
Serrano explica a Juan Carlos Ramos en el vídeo de su canal que escuchó decir a los hermanos, dueños de la compañía, que, como aún no habían firmado el finiquito, todo el material del grupo les pertenecía. Por ello, se vieron facultados para sacar aquel material, que se había grabado con otro propósito. Robe y los suyos, por su parte, no emprendieron acciones legales por miedo a que un proceso judicial paralizara temporalmente la actividad del grupo.
Con la muerte de Roberto Iniesta, el pasado 10 de diciembre, se fue el último de los cuatro miembros de Extremoduro que anduvo por esas calles a finales de la década de los ochenta. Cuando volvamos a pasar por el edificio de ventanas cegadas de Santa Juliana esquina con Jerónima Llorente, en el que nadie repara, lo miráremos como arqueología sentimental de una generación que fue adolescente en los noventa. Como recuerdo escondido de la historia de la música de este país. Y nos preguntaremos, ¿dónde pararía aquellas semanas el Robe mientras tarareaba Jesucristo García?
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