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Robe y Madrid: el novato que se estrenó sin premio en un concurso de la Jácara y volvió haciendo retumbar a las montañas

El cantante Robe Iniesta, durante un concierto en el antiguo Wizink Center. Imagen del 20 de noviembre de 2021

Lourdes Barragán / Luis de la Cruz

Madrid —
10 de diciembre de 2025 19:45 h

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El 28 de septiembre de 1989, un veinteañero de Plasencia viajó a Madrid con su banda para tocar en la sala Jácara. Era una conocida discoteca que se popularizó en los años de la Movida. Entonces llevaba tres años abierta, pero ya era un lugar distinguido entre artistas y melómanos. Así que estrenarse en la capital con un concierto en sus escenarios era una buena oportunidad para cumplir su sueño: vivir de la música. Ese otoño celebraron un concurso de bandas. El extremeño entró al local como otra joven promesa, pero salió con un tercer puesto y un golpe a su autoestima. Robe Iniesta, de 27 años, no iba a darse por vencido.

Casi 35 años más tarde, exactamente el mismo mes, Robe se despidió ante miles de personas ya no como aquel novato de la sala Jácara, sino como un emblema del rock español subversivo y un artista para la historia. Su último concierto cerca de Madrid fue en un recinto amurallado de Alcalá de Henares, con una banda muy distinta pero una setlist plagada de clásicos. El fundador de Extremoduro murió este miércoles en su ciudad natal, a la edad de 63 años y a causa de un tromboembolismo pulmonar.

La vida de Robe estuvo atravesada por problemas de adicción a las drogas, muy presentes en la escena rock de la época. A unos 250 kilómetros de su casa, en la ciudad a la que infinidad de artistas aún emigran desde sus provincias para arrancar sus proyectos, se quedan las pistas de un músico desconocido que acabó comiéndose a la industria sin pretender jugar a su juego.

Poco antes de que los famosos estudios Duplimatic pasaran a denominarse así y sin que el guitarrista, compositor y productor Iñaki “Uoho” Antón formara aún parte de la banda, Extremoduro grabó allí su primer álbum, Rock Transgresivo, en el que se incluían las canciones con las que debutó ese año en la discoteca Jácara: Jesucristo García, Extremaydura o La Hoguera. El disco de estudio se financió con una recaudación de fondos, antes de que el método crowdfunding fuera algo popular para levantar proyectos alternativos. Ellos lo hicieron con vales.

Los vales para financiar la maqueta y una imagen de la cinta grabada en 1989

El dueño de los estudios era Félix Arribas, exbatería de Los Pekenikes y productor de la maqueta. Los siguientes conciertos que Extremoduro dio en Madrid fueron en la Sala Canciller, un antiguo local de rock y heavy que llenaron tres veces consecutivas durante la presentación de Agila, que marcó un antes y un después en su carrera. Según se narra en reseñas de la época publicadas en blogs especializados como Si miro las nubes, fue entonces cuando comenzaron a asomar las reventas masivas, falsificaciones casi indetectables o el fenómeno fan.

El siguiente gran salto fue pasar de la Canciller al Palacio de los Deportes, actual Movistar Arena, con entradas a 2.000 pesetas para un concierto junto a Platero y Tú, donde entonces tocaba su futuro guitarrista “Uoho”. Después de aquel año de gira conjunta, el músico vasco comenzó a alternar su actividad en ambas bandas hasta convertirse en esa otra figura que, junto con Robe Iniesta, se asocia rápidamente al recuerdo de Extremoduro.

La banda originaria de Plasencia y bautizada con el nombre de su región se había convertido, en menos de una década, en un fenómeno nacional absoluto. De aquella gira nació luego su único album en directo, también aquel con el título más sugerentes. Iros todos a tomas por culo fue también el primer disco de Extremoduro producido por Iñaki Antón, que se distribuyó en formato de CD y casete y se remasterizó hace unos años, en 2021, con las mismas grabaciones tomadas en los noventa.

De la Sala Canciller al Festimad de 1997

Después de la gira, la banda extremeña actuó en el Festimad de 1997 ante las 20.000 personas reunidas en el Parque de El Soto, en Móstoles. En ese histórico concierto fue donde presentaron su álbum ante un público explosivo, con gritos y aplausos que aún pueden oírse en la hemeroteca de grabaciones de Radio 3. Haciendo honor al nombre de su siguiente disco, Canciones Prohibidas (1998), la banda pasó a promocionar su música en lugares más variopintos, como una casa okupa en la calle Marqués de Monteagudo, en Ciudad Lineal.

De entonces a ahora han pasado dos décadas, distintos integrantes e incluso la disolución definitiva del grupo en 2019. Sus miembros sugirieron un problema de comunicación. “Para trabajar de la manera en que nosotros hemos trabajado tanto tiempo, es imprescindible tener una compenetración muy, muy especial. Ahora esa compenetración tan difícil de conseguir y mantener, aunque existe, no es la misma”, explicaron en una breve nota de despedida.

Lo siguiente fue aún más agridulce: la gira de despedida que organizaron en 2020, para la que habían cerrado nuevas fechas por Madrid y toda España, tuvo que cancelarse con la pandemia. El grupo en declive tuvo que iniciar así un arduo pulso con Live Nation por la devolución de las entradas. Robe ya había iniciado cinco años antes una apuesta en solitario paralela que se estrenó con Lo que aletea en nuestras cabezas, su primer álbum sin el sello de Extremoduro.

En 2023, ya sin rastro de su antigua banda, el poeta y compositor lanzó casi de forma premonitoria Se nos lleva el aire, el último proyecto que grabaría en su vida. El concierto al año siguiente en Alcalá de Henares vino a trasladarlo a los escenarios, en una gira que también pasó por Rivas. Allí estaba Ana, que hoy recuerda esas tres horas de música entre la emoción y el abatimiento.

Ana, de 29 años, es extremeña y natural de la provincia de Cáceres, a la que pertenece Robe. Pero paradójicamente, las dos únicas veces que ha podido verle en concierto fue viviendo en la capital. Aquella en el auditorio Miguel Ríos fue la primera, y le gustó tanto que compró otras entradas para ese mismo año, esta vez el 15 de noviembre en el Movistar Arena de Madrid. Ese adiós nunca pudo materializarse, ya que Robe tuvo que cancelar el resto de la gira por problemas de salud. “Disfruté mi primer y último concierto como nada más en el mundo. El mejor momento de mi puta vida”, sentencia ahora sin tapujos.

Recuerda con gracia cómo a lo lejos, desde las gradas, podía verse una zona de monte algo más elevada desde la que mucha gente fuera del auditorio se reunía para escuchar a su ídolo. La música y el jolgorio se escucharon “dentro y fuera” del Miguel Ríos de Rivas, cerrando un círculo para ese joven músico de la Járaca que, un día, soñó con alzar la voz tan fuerte que hiciera retumbar a las montañas.

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