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Buenos Aires: De la cultura y el ejercicio de las imposiciones

Andrés Expósito

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La cultura parece de manera inevitable condicionada y maniatada al gobierno y al poder que subraye en esos instantes sus propias imposiciones, amparadas en leyes o decretos de leyes o reformas o “estupideces” o incoherencias, extraídas o improvisadas en el instante o el momento que más les interese. Eso queda resaltado con total constancia y sin pudor ni democracia alguna en el panorama español, y es un hecho histórico y deleznable, y tantas veces guillotinada la misma con lo única pretensión de sosegar y restringir la reflexión o el pensamiento o la reunión de ciudadanos, con lo que ello puede acarrear a cualquier dictadura o “Democracia” con proyectos y actitudes dictatoriales.

En Argentina, más concretamente en Buenos Aires, hay numerosos centros culturales independientes. Una manera de componer y disertar sobre la literatura, la pintura, la música, el teatro, las últimas tendencias culturales. Se reúnen unos cuantos vecinos, o amigos, o simplemente afines a una inclinación cultural, y alquilan un local, donde desarrollan el arte y la cultura como esencia y prioridad, y en el que se forjan pequeñas obras de teatro, conciertos, tertulias literarias, exposiciones de obras de pintores regionales, y también, se dan clases para aprender a bailar el tango o el candombe, se proyectan películas, y otras tantas actividades que fomentan el pensamiento, el desarrollo creativo y otra posibilidad lejana al trasiego diario.

Sin embargo, y en un alarde de sin sentido y grotesca imposición, el Gobierno Autónomo de Buenos Aires ha cerrado una gran cantidad de dichos centros culturales, bajo las alegaciones, irrisorias y necias, de falta de medidas de seguridad en los mismos. La cuestión es que, han considerado y consideran, manera para salirse con la suya, a dichos locales alquilados como centros comerciales, y acometen y exigen y pretenden que los mismos acaten idénticas normas y requerimientos que estos. Puestos a rebuscar motivo alguno o amonestación relevante, siempre aparece por parte del Gobierno o de los representantes del mismo, la forma o la posibilidad de acabar realizando lo pretendido, en este caso, el cierre de dichos centros culturales.

No interesa, como en este caso, la cultura o el pensamiento o la reflexión proyectada por el propio ciudadano, no sea que se aleje y sea contraria a las directrices y márgenes culturales proyectados y esbozados por El Gobierno, y no interesa en este gobierno, como tampoco en el panorama cultural español, y en otros tantos, donde su ideología y media sonrisa, propone y dispone y escribe su propia cultura.

Son cientos las personas que ya se ha manifestado en Buenos Aires, desde docentes, estudiantes, literatos, bailarines, actores, pintores, milongueros, peñeros, espectadores, y lo han hecho en defensa y proclamación de los espacios culturales autogestivos, centros que sobreviven “no de subvenciones del estado” sino del esfuerzo y la lucha de los organizadores del mismo. Y lo han hecho con la proclama y el convencimiento y el ardor en sus venas, que “la cultura no se clausura”, y que la actual y arancelaria legislación, así como la pretensión dictatorial del Gobierno, solo les otorga la posibilidad de realizar dichos eventos en centros comerciales regidos por estos, cuando los centros sociales forjados por los propios ciudadanos han sido un patrimonio histórico y tradicional desde hace décadas en los barrios porteños, así como una identidad cultural de los mismos.

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