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Emotivo homenaje

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Cuando el Mensajero dejó el viejo Bajamar fueron muchos los contratiempos que hubo de superar. Por eso, nadie nos puede quitar la satisfacción de honrar a los que sufrieron y trabajaron hasta la extenuación, dejando sus huellas en los cimientos de este campo de fútbol. Por eso, el sábado anterior, el MENSAJERO fue un equipo con mayúsculas, un club que honró a cuantos le honraron en una época difícil, con una labor que hoy llena de orgullo a la gran familia rojinegra. Una placa en el Silvestre Carrillo y la entrega de unas medallas de recuerdo reconocieron el sacrificio y el esfuerzo de hombres y mujeres, mensajeristas ejemplares, que escribieron con sus manos una de las páginas más bonitas de la historia de este club. Y si la historia del Mensajero y de la Asociación de Jugadores Veteranos, impulsores de este acto, está hecha de infinitas renuncias, de pisadas y de goles por todos los caminos; si no se ha podido borrar de la memoria colectiva a aquellos jugadores, directivos y aficionados, que contribuyeron enormemente a hacer, del Mensajero, un equipo grande, tampoco no parecía lógico que quedasen en el olvido una relación de personajes humildes, poco acostumbrados a las ovaciones, pero que supieron inculcar a todos el valor del sacrificio; hombres y mujeres que, empuñando una barra o un mazo, con una azada en las manos o empujando una carretilla, preparando unas garbanzas, una paella o friendo unos filetes de carne, asumieron la tarea, el compromiso de dar forma a un sueño. Y así, en la aridez de un barranco (llamado de Los Dolores), sembraron alegría y abrieron una luz a la esperanza.

Felipe Pérez Vargas, Luís Fernández Castañeda, Félix Perdomo Martín, Manuel Riverol Acosta, Ignacio Brito Pulido, Lorenzo de Paz Candelario, Juan Rodríguez Hernández, José León Pérez Rodríguez, Jaime San Gil Cabeza, Adrián Martín Cabrera, Alonso Lugo Hernández, David Toledo Sánchez, Hermes Henríquez Hernández, Manuel Pérez López, Cayetano Hernández Brito, Víctor Díaz Molina, Tomás Ayut Brito, Miguel Hernández Brito, Oscar Amaro Cabrera, Alfredo Ortega San Luís, Adolfo Martín Hernández, Juan Ramón Pérez Cabrera, Nicolás Rodríguez Torres, Mariano Pérez Cabrera, José Julio Hernández Pestana, Celestino Arrocha Pérez, Santiago Roberto Concepción Pérez, Juan Pérez Pérez, María Nebel Acosta Pérez, Carmen G. Piñero Concepción, Juana Sánchez Bravo, María Angustias Barranco Nazco? Seguramente hay muchos más, tal y como señaló, sutilmente emocionado, el presidente de la Asociación de Jugadores Veteranos del Mensajero, su eterno capitán Tito Ayut, pero los relacionados si sabemos que formaron parte de un numeroso grupo de mensajeristas, pequeños héroes hasta ahora desconocidos, que en precarias circunstancias alzaron la bandera roja y negra en un solar que con el paso de los años se convertiría en un estadio de fútbol.

Podemos decir que, con este homenaje, la humildad y la gratitud van de la mano. El Mensajero estaba en deuda con esta gente, con estos simpatizantes y socios, que, desde muy jóvenes, fueron abducidos por el embrujo de unos colores; con esos mensajeristas de corazón, derrochadores de un sentimiento que no se compra ni se vende, pero QUE SÍ SE REGALA? y ellos, hace muchos años, que regalaron una parte de ese corazón al CD. MENSAJERO.

No es extraño que la emoción pellizque el alma de aquellos que aportaron su granito de arena a las obras iniciales del Silvestre Carrillo, un campo hecho gracias a pequeñas victorias cotidianas; gracias a muchas acciones bondadosas y altruistas que no pasaron desapercibidas? Dicen que las manos que trabajan, no son manos, sino alhajas, pero yo añado como Aristóteles que “lo que con mucho trabajo se adquiere, más se ama”. Creemos que en la sencillez de aquellos que han vivido y viven por el Mensajero está su grandeza. Esa sencillez, ese altruismo, esa fe y el amor y lealtad a unos colores, fueron las piedras magnificas que edificaron su estadio. Un proverbio árabe dice que “la humildad es el hilo con el que se encadena la gloria”. Y el homenaje del pasado sábado fue para unas personas que, con su ejemplo, nos han demostrado que la continuidad en el esfuerzo es lo que hace grandes a los clubes, a los equipos, a las sociedades y a los pueblos.

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