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Transvulcanos. El principio, comienzo, de lo que será una leyenda

Miguel Jiménez Amaro

Queridos amigos:

La piel de La Isla se metamorfosea cada año cuando se acerca la estación de Los Transvulcanos. Unas cuantas semanas antes de la gran maratón, aparecen en el paisaje pinceladas de estos seres corriendo en zapatillas, pantalones cortos, camisilla, gorra, gafas de sol y cargados de bebidas isotónicas. Cuando se cruzan contigo, por lo general, saludan, sonríen de manera cómplice, como diciendo, estamos aquí, de nuevo, alterando la sístole y diástole de los senderos de la Isla, aportándoles un mayor flujo de sangre, hemoglobina, y pronto, lo haremos con el resto del mundo entero. La Transvulcania de este año juntó a tres mil corredores de cincuenta nacionalidades. Ya es mayor de edad, por el número de años, y por su progresiva calidad. Es una prueba de raigambre planetaria. En la del próximo lustro la van a correr hasta Los Enanos de La Bajada, en esta no pudieron, porque todavía no estaban en forma, pero ya se están empezando a preparar para dentro de cinco años

Conozco todos los tramos por donde corren estos seres, que se están convirtiendo en una nueva raza, los conozco casi de memoria. Durante diez años, cuando los senderos aún no estaban habilitados como lo están hoy, un grupo de amigos, salíamos a caminar todos los fines de semana y días festivos. Durante la semana recopilábamos información, hablábamos con los mayores, con los antiguos y viejos caminantes de toda la vida, y luego, el sábado o el domingo, no recuerdo bien qué día lo hacíamos, emprendíamos la aventura. Había que madrugar, dejar uno o dos jeep en donde acababa la caminata, luego ir al punto de partida, empezar a caminar, y al terminar el sendero, regresar a recoger los otros vehículos. Las caminatas concluían comiendo y bebiendo vino, coronábamos la alegría del camino con la de la uva pisada .Llegábamos a casa alegremente cansados, la mayoría de los días, de noche, y plenos, pensando en la que íbamos a hacer el próximo festivo o fin de semana.

De aquellos amigos que caminábamos juntos, uno se accidentó mortalmente, en La Cueva de Los Alzados, una cueva a la que algunos republicanos, que temiendo lo peor, acertaron, ocurrió lo peor, fueron a refugiarse cuando sonaron los fatídicos cañonazos de El Galatea, el veinticinco de julio del treinta y seis, acabando con la apacible Semana Roja en la Isla. El baño de sangre iba a empezar muy pronto, como cuando la conquista, el genocidio guanche, después de la traición a Tanausú, por parte del conquistador. Es muy triste perder un amigo, un ser querido, ¿cómo tendrá que ser perderlos todos, familias enteras, pueblos? ¡No quisiera verlo, con lo que me han contado tengo! Otros dos amigos, riñeron, y la sombra de esa riña se hizo cada vez más grande; nuestro gran amigo, y compañero de senderos, el sabio Alberto, llegó a decir, con toda razón, que no se podía volar, al mismo tiempo, en dos bandos de palomas. El espíritu inicial de salir a caminar entre amigos se acabó perdiendo, como se pierden de la vista los bandos de palomas en el cielo, pero dejó una estela de buenos recuerdos. Las últimas caminatas las recuerdo muy bien, situábamos el arranque en la bodega de Horacio en Tijarafe, un ser muy querido, una especie casi extinguida de gnomo sabio de los senderos, que tenía por mantra la frase que sigue: ‘Salud, un duro en el bolsillo y adiós Lola’. Horacio, nos esperaba con el pan, las cebollas, el pizco de vinagre y las latas de sardinas Boya, sólo comía las de esa marca. Desayunábamos siempre con su vino. Vaciábamos el agua de las cantimploras, que las habíamos traído llenas, después del desayuno y antes de salir a caminar, y las llenábamos del vino de su bodega. Caminábamos con vino, no se me había ocurrido nunca, pero sentaba bien, hacer senderismo bebiendo vino tiene buenos efectos.

Un fin de semana, caluroso, como estos días que estamos teniendo (¡Siempre la Transvulcania coinciden con olas de calor!) que me dirigía a Garafía, Santo Domingo, donde tenía una casa alquilada, no sé cuantas paradas hice para tomar agua, cerveza y refrescos. En la penúltima me dice un amigo: el agua da más sed, Miguel, los refrescos y la cerveza, aún mas, vamos a la bodega ¡Tenía una bodega, es evidente! En el frescor de ella, y con el del vino que iba tragando a grandes vasos colmos, la sed se borró de mi garganta, e hice un nuevo descubrimiento: para la sed, lo mejor es vino fresquito      

El recorrido que hacen Los Transvulcanos lo hacíamos mis amigos y yo en distintos tramos, en tres. El primero, desde el Faro de Fuencaliente hasta el Refugio del Pilar; el segundo, desde El Pilar hasta El Roque de Los Muchachos; el tercero, La Bajada del Roque de Los Muchachos hasta el Puerto de Tazacorte; hacíamos cada uno en unas seis horas. Para mí, este tercer tramo, esta bajada, es una de las caminatas más bonitas, en cuanto a paisajes, y reconfortante. Al llegar al Puerto nos estaban esperando unas jarritas de cerveza helada, con unos camarones al lado, en los antiguos kioscos del Puerto, y un baño en el mar. De las sensaciones mas placenteras que he tenido en mi vida ha sido, después de la caminata, la cerveza y el camarón, la de estar acostado en el mar de la playa de Tazacorte, y desde allí ver El Roque de Los Muchachos con los observatorios, de donde habíamos partido hacía seis horas. El último recorrido de Los Transvulcanos, es, desde el Puerto de Tazacorte hasta Los Llanos, nunca lo hicimos, calculo que es un tramo de unas dos o tres horas, a lo máximo. Vamos a hacer la cuenta, tenemos, sumados por tramos, y en días distintos, con una semana de descanso entre cada uno, un total de 21 horas. El Gladiador de los Caminos, este cofrade de la nueva raza, el burgalés Alberto Hernando lo ha hecho de un tirón, corriendo, en seis horas, cincuenta y dos minutos, y treinta y nueve segundos. ¿Cómo? Hay que tener una constitución física distinta.

Dios, harto y cabreado, sobre todo consigo mismo, de contemplar tantas matanzas, las más en su nombre, y de ver cada día más erigido el Becerro de Oro, más idolatrado que nunca el culto al dinero, decepcionado con su Pueblo Elegido, harto de equivocarse el mismo, ha tomado nuevamente el barro con sus manos, para intentar soplar, sobre él, lo que al parecer no insufló cuando creó a Adán, allá en el Paraíso Terrenal. Anda buscando otro Pueblo Elegido, pero esta vez con personas de todas las marcas, de todas las nacionalidades. No van a ser los proletarios de Karl Marx (nunca entendí lo de la dictadura del proletariado, porque más bien iba a ser sobre él), tampoco lo van a ser los parias de Miguel Bakunin (del que me siento más cercano en las ideas, en el sueño de la utopía), van a ser Los Transvulcanos ¡A ver cómo te va a salir esta vez, Señor!

Los Transvulcanos, con su cromosoma de mas, plantado manos al barro por Dios en ellos, van a ser el nuevo pueblo elegido. Están esperando a su Moisés, que llegará pronto, y que no va a aparecer en las aguas del Nilo, flotando en una cuna, será el primer niño en la historia de la humanidad que nazca corriendo (Buda lo hizo caminando). Esa será la señal, (no necesitará de ninguna prueba, como por ejemplo, la de entre media docena de zapatillas de trekking, saber cuál ha sido el suyo en una vida anterior), y según dice la tradición, es muy probable que lo haga en El Refugio de Los Roques. Con su nacimiento desaparecerá el PP, el PSOE, Ciudadanos, Podemos, IU, CC, NC y la crisis. Vendrá otro orden mundial basado en la igualdad. Espero ese día.

A mí, esto de ser Transvulcano me cogió tarde, con sesenta años próximos, cuestión de meses, aunque me lo creo a pie juntillas. Dios no contó conmigo para ello, no tengo ese cromosoma de más, y mis rodillas ya no las tengo para esos trotes, pero sí puedo ser el vocero de esta buena nueva, de este anunciar. A ellos, a estos adalides del nuevo orden de la igualdad, solo les puedo hacer tres observaciones: ¿Por qué, cuando tienen que competir, no desayunan bocadillos de sardinas con rodajas de cebolla y una pizca de vinagre, con una buena botella de vino?, ¿por qué van cargados de bebidas isotónicas?, ¿por qué no beben vino en la carrera? En la Antigüedad, en los tiempos de los gladiadores, como ellos lo son, pero de los senderos, no existían esas bebidas, se iba a la guerra, o a la arena del circo, después de haber bebido vino. Alguno de vosotros, mis amigos, me dirá: claro Miguel, tú lo que quieres es vender vino, y yo les respondo, casi de la misma manera como le escucho a un amigo mío, que cuando defiende su negocio, una funeraria lo hace de esta forma: yo no quiero que la gente se muera, pero sí que lo haga alguno, para que el negocio camine. Yo, en lo que a mí respecta, no quiero en absoluto que la gente se mate emborrachándose con vino para ganar más dinero, y erigirme mi propio Becerro; el dinero que gano solo lo quiero para poder seguir trabajando, al mismo tiempo que quiero que al vino se le reconozcan todas sus propiedades, que las tiene. Es patrimonio de la humanidad.

Abrazos por El Lado del Corazón. Salud y Alegría Interior

Las Cosas Buenas de Miguel    

      

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