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La Palma: mujer y desigualdad en el medio rural

Miguel Ángel Pulido

Con motivo de la celebración, este 25 de noviembre, del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es preciso volver a recordar que ésta es consecuencia de la discriminación que sufre, tanto en las leyes como en la práctica, por la persistencia de desigualdades por razón de género. Y, como vemos cada día, este tipo de violencia sigue siendo una pandemia global, pero ésta se puede y se tiene que evitar y para ello es necesario perseverar en la educación en valores y en la prevención.

En el caso de Canarias, los diferentes estudios elaborados en torno a la situación de las mujeres en el medio rural, coinciden en señalar que las desigualdades de género que sufren las mujeres, se ven incrementadas en las zonas rurales en relación a las urbanas. Pues la presencia de estereotipos y roles de género y su influencia en las desigualdades, muestran que el sistema patriarcal sigue estando presente, en mayor medida, en la población rural que en la urbana.

Hay una gran coincidencia en cuanto a que las mujeres de las zonas rurales, por razones de discriminación sexista, no disfrutan de similares índices de bienestar, ni de las mismas oportunidades de formación, laborales o de participación social.

Con un somero análisis de la situación de las mujeres en el medio rural, se puede constatar el menor reconocimiento social de las mujeres, la escasa participación en los diversos ámbitos de la sociedad, las dificultades para acceder a muchos de los recursos necesarios para realizar su vida cotidiana, la precaria situación económica y laboral, la imposibilidad de conciliar lo laboral y personal, con las tareas y responsabilidades domésticas y familiares que, tradicionalmente y de manera sexista, se les asigna casi en exclusiva.

Y si bien son circunstancias que también pueden extrapolarse a las mujeres del medio urbano, es indudable que tienen una mayor incidencia en el entorno rural, debido a las características específicas del mismo; como son, entre otras, la inexistencia o falta de infraestructuras adecuadas, las limitadas alternativas de transporte, el mayor control social o el fuerte peso aún de creencias discriminatorias.

Ello se viene a demostrar en un estudio realizado por la Asociación para el Desarrollo Rural de la isla de La Palma y cuyas conclusiones se recogen en la Carta para la igualdad de oportunidades en el medio rural, en la que se concluye que las mujeres que viven en zonas alejadas de las ciudades son, en la mayoría de los casos, “trabajadoras invisibles”.

Ello es así porque, el trabajo realizado en el campo, lo ejecutan desde un segundo plano, siendo sus parejas quienes cotizan a la seguridad social, aún tratándose del patrimonio de ambos. Realizando, en muchas ocasiones, un trabajo de economía sumergida, oculto para todos los efectos bajo el título profesional de «sus labores».

Así, la mayoría de las mujeres que trabajan en el medio rural lo hacen en empleos no regulares, en empresas familiares en las que raramente ocupan puestos de decisión, en empleos temporales o a tiempo parcial y que, en muchos casos, ni siquiera cotizan a la seguridad social; y en otros, son tan bajas estas aportaciones que resultan insuficientes para poder percibir una paga por desempleo o, en su caso, una pensión de jubilación.

Por tanto, la necesidad de abordar los persistentes problemas de discriminación y privación que afrontan mujeres que todavía, y en muchos casos, carecen de acceso a la tierra, a los mercados, a las finanzas e, incluso, a los servicios sociales, no es sólo aplicable a los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, sino que lo son también para La Palma o para Canarias. Y no debemos olvidar que un desarrollo rural sostenible no puede conseguirse sin el reconocimiento expreso de la enorme aportación que hace la mujer rural.

Por todo ello, debemos exigir de los poderes públicos el que se establezcan políticas y programas que transformen el modelo de sociedad actual, que dignifiquen y contribuyan al bienestar y la calidad de vida de la población rural y acaben con las desigualdades de género, existentes en todos los ámbitos de la vida, logrando la igualdad real entre hombres y mujeres, reconociendo y poniendo en valor la importante contribución de la mujer al desarrollo económico, social y cultural de la Isla.

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