El volcán de La Palma, “un libro abierto” que está enseñando mucho a los investigadores
El volcán de La Palma está siendo para muchos investigadores “un libro abierto” que permite a los que le hacen seguimiento conocer más a fondo los aspectos relacionados con el proceso eruptivo en Cumbre Vieja, como lo ponen de manifiesto, en una entrevista con Efe, Elena González y Estela Escobar, que forman parte del nutrido grupo de especialistas que trabajan desde el inicio de la erupción con el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) en la monitorización de la actividad volcánica.
González y Escobar forman para del Grupo de Investigación Geomorfología, Territorio y Paisajes en Regiones Volcánicas (Geovol) de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y ambas venían colaborando desde hace años con el Involcan en el estudio de los volcanes canarios y de los que se encuentran en la comarca del Campo de Calatrava, en la provincia de Ciudad Real.
Cuando se está cerca de que se cumplan 50 días del inicio de la erupción, González comenta que en este tiempo se ha podido ver cómo evoluciona un volcán de tipo fisural de ladera, típico de Canarias, en el que se están observando cómo se abren y se cierran bocas bien desarrolladas, y en el que ha llegado a haber hasta nueve activas en algún momento.
Pero este volcán, ha comentado, “nos está enseñando cómo se modifican las morfologías de los conos en función de la especialización del volcán y también estamos aprendiendo mucho sobre el comportamiento de la lava”, que ha llegado a alcanzar una temperatura de 1.250 grados, o sobre cómo han evolucionado los distintos tipos de coladas.
Unas coladas, que en el caso de las pahoehoe suelen ser menos dañinas, pero que en el caso de las de tipo aa o escoriácea, han causado grandes destrozos porque han llegado a alcanzar una columna de potencia de más de 50 metros de altura que ha destruido todo lo que se ha puesto en su camino.
El volcán, ha comentado la catedrática jubilada de la UCLM, “también nos está enseñando los riesgos derivados de una erupción, en un territorio donde la planificación urbanística es muy peculiar”.
Los geógrafos, ha comentado, junto con otros compañeros investigadores, “llevaremos las lecciones aprendidas a nuevas publicaciones y congresos, y entonces tendremos una información valiosa que será de mucha más actualidad para estos territorios volcánicos”.
González ha afirmado que trata de hacer una cronología de la erupción, dividiendo su trabajo en tres partes: el seguimiento de la morfología de los conos, el de la morfología de las coladas y en conocer los espacios ocupados por la caída y acumulación de piroclastos.
La investigadora Estela Escobar, por su parte, está estudiando la evolución y modificación del relieve del paisaje original, centrándose en cómo ha cambiado del estado que se encontraba antes de la erupción al actual.
Unos cambios que, ha subrayado, en el caso del volcán de Cumbre Vieja son muy significativos al haber surgido en pendiente, dando como resultado un mayor riesgo y daño causado en los terrenos por donde han ido discurriendo los ríos de lava.
La investigadora, que ha dicho no ser ajena a compartir el dolor de los palmeros que lo han perdido todo, vive con esperanza que los habitantes de La Palma, como en otras ocasiones, vuelvan a levantarse y fraguar su futuro entorno al volcán.
Escobar, que en su día realizó la tesis doctoral sobre el aprovechamiento de los recursos volcánicos, ha explicado que cuando todo acabe se abrirá una nueva etapa de esperanza para los palmeros basada en el geoturismo, como ya ha ocurrido con el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente o el volcán de Teneguía.
Pero, también, ha comentado que las coladas meteorizadas o preparadas para el cultivo darán como resultado suelos más fértiles y posibilidades de ser aprovechadas para el cultivo de plataneras, cítricos, aguacates, verduras, papas o uvas.
Tanto González como Escobar han coincidido en reconocer que el trabajo multidisciplinar que se está llevando a cabo durante esta crisis ha sido fundamental para evitar la pérdida de víctimas humanas y han puesto de relieve el trabajo coordinado por el Pevolca, y especialmente por el Involcan, así como el papel que han jugado los geógrafos, que “se ha demostrado que son necesarios en una crisis volcánica, en una crisis sísmica o en cualquier crisis medioambiental”, han defendido.
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