Siete ataques en una semana contra las tropas españolas en Badghis
Un blindado RG31 sufrió daños importantes al estallar un artefacto explosivo improvisado a su paso en los alrededores de Ludina
QALA-I-NAW, 29 (de la enviada especial de EUROPA PRESS, Laura Caldito)
El ataque sufrido este miércoles por militares españoles en Badghis, en el que un paracaidista ha resultado herido en las piernas, se suma a otros seis incidentes registrados en solo una semana en esta provincia, donde las tropas españolas apoyan al Ejército de Afganistán para garantizar la seguridad en la región más pobre del país.
El aumento de incidentes ha coincidido con el fin del Ramadán, un mes en el que suele bajar la intensidad de los ataques, según han explicado fuentes militares. Una vez finalizado este periodo, se han recrudecido los hostigamientos con los que los insurgentes tratan de entorpecer la labor de las tropas españoles.
El militar de 27 años herido este miércoles es el segundo miembro de la Brigada Paracaidista en sufrir heridas en un enfrentamiento con insurgentes desde que inició su despliegue el pasado junio. El 9 de julio, el paracaidista Javier Párraga, de 20 años, resultó herido de bala durante una patrulla al norte del puesto avanzado de combate de Moqur, en un combate que también se prolongó durante horas, con apoyo aéreo aliado.
Los ataques, en su gran mayoría fallidos, se han intensificado en la última semana, en la que se han registrado hasta siete incidentes. Además de los hostigamientos, que suelen consistir en disparos hechos desde más de un kilómetro, la mayor amenaza a la que se enfrentan los militares españoles son los artefactos explosivos improvisados (conocidos como IED) escondidos por la insurgencia.
CUATRO ARTEFACTOS EXPLOSIVOS EN TRES DÍAS
El pasado sábado, un vehículo blindado RG31 sufrió daños importantes al estallar uno de estos artefactos cuando volvía a la base 'Ruy González de Clavijo' en Qala-i-Naw, donde está el grueso del contingente español, de una patrulla a Ludina. En la explosión no hubo que lamentar daños personales.
Dos días antes, el jueves 23, un convoy militar en el que viajaba el jefe del contingente español, el coronel Luis Cebrián Carbonell, se vio afectado también por la explosión de un IED cuando atravesaba el conflictivo cruce de Sabzak, entre la provincia de Badghis y la de Herat, sin provocar daños.
Además, el viernes los paracaidistas desactivaron otros dos artefactos explosivos que se encontraron también en los alrededores de Ludina y que fueron detectados antes de que estallaran. Los militares siguen estrictos protocolos para evitar daños, además cuentan con rodillos en los blindados que encabezan las caravanas militares, para detectar la presencia de IEDs.
Al margen de los IEDs, la compañía que manda el capitán Pablo Torres en el puesto avanzado de combate de Moqur tuvo que responder a dos hostigamientos en los alrededores de la base 'Rickets' la semana pasada.
El primero tuvo lugar el miércoles 22, cuando 30 militares volvían de hacer una patrulla por una zona al sur de la base y al paso por la localidad de Nurgel, a tan solo seis kilómetros de la base, detectaron lo que parecía ser un artefacto explosivo improvisado en el interior de la población. Dado que comenzaba a hacerse de noche, el capitán Torres, que se encontraba en la patrulla, decidió pernoctar en la zona para iniciar las tareas de desactivación al día siguiente.
Una vez se hizo de día, cuando los militares bajaron de los blindados para tratar de desactivar el IED, se inició un ataque desde diferentes posiciones del pueblo con granadas, fusiles y ametralladoras, que se prolongó durante unos minutos, sin que ningún militar sufriera daños. Una vez acabó el ataque, la actividad del pueblo continuó “con total normalidad”, lo que demuestra que los insurgentes contaban con la connivencia de los aldeanos.
Menos de 24 horas después, el viernes 24, otra sección que patrullaba en esta ocasión más al norte -cerca de Darra-i-Bum, donde la insurgencia está todavía más mezclada-- fue hostigada a su paso por un valle. También iban en la caravana el capitán Torres y el mismo equipo de asesoramiento que sufrió el ataque en Nurgel.
En esta ocasión, los disparos se prolongaron durante tres horas y los militares pudieron responder al fuego, que tampoco causó daños ni a los militares españoles ni a los afganos, y volver sin problemas a la base, zona segura para los efectivos.