Espacio de opinión de Canarias Ahora
El desinterés del alumnado por aprender
Ahora que está a punto de terminar el año escolar para el alumnado de todos los niveles hasta Bachillerato y que las notas se convertirán en juez y verdugo de su rendimiento, es un buen momento para recordar un pequeño gran cambio que se ha producido en nuestra sociedad y que afecta a su forma de afrontar tanto una simple redacción como la preparación de un examen.
En las tres últimas décadas, ese alumnado ha pasado por tres grandes etapas en la búsqueda de información, adquisición de conocimientos y formación de su pensamiento. Este trayecto se ha caracterizado por un peligroso descenso en la preocupación individual por esforzarse para avanzar en los distintos niveles educativos. El resultado es que ha adoptado una actitud cada vez más pasiva porque deja todas las decisiones y el propio razonamiento en manos de una máquina digital, condicionando así su evolución cognitiva, su capacidad de comprensión del medio y la aportación propia de trabajos basados en la reflexión y análisis.
Esas etapas tienen que ver con los cambios tecnológicos y cómo han reconfigurado nuestro modelo de relación con el saber, incluido su producción y difusión. En este sentido, la primera fase fue la utilización de enciclopedias, entendidas aún a mediados de los noventa del siglo pasado como una fuente imprescindible para realizar cualquier actividad, combinado excepcionalmente con algún libro sobre el tema del que se demandaba información. Empeño, el justo. Fotocopiar las páginas en cuestión y hacer un resumen escrito a mano, muchas veces copiándose unos a otros.
En 2001 surgió la Wikipedia, revolucionando el modelo informativo existente. Ese alumnado se benefició ampliamente de la simplificación en la indagación de contenidos, ya que asimiló que dicha enciclopedia digital, de carácter abierto y en constante crecimiento, contenía todo el saber de la humanidad. Incluso, llegó al extremo de afirmar que si algo no estaba en ella, es que no existía. Se convirtió en la nueva religión, con creyentes y seguidores acérrimos.
De este modo, se fue simplificando su percepción del mundo, mientras se acrecentaba su comodidad para elaborar cualquier trabajo. Solo necesitaba un minuto para averiguar información sobre un tema, copiar y pegar el texto resultante e imprimirlo para entregarlo al docente en cuestión, acompañado incluso de los propios hipervínculos que figuraban en él.
No todo era así de demoníaco e imperfecto, pero muchos estudiantes ya apuntaban maneras. Por el camino, perdieron destrezas básicas como realizar una simple búsqueda alfabética y olvidaron competencias como escribir los números romanos, hacer una raíz cuadrada e identificar países en un mapa político. Tampoco es que les fuera la vida en ello, lo mismo que en la actualidad, pero se volvieron más inútiles a la hora de discernir cuestiones básicas y planteamientos que requerían una deducción.
Las enciclopedias murieron de gloria por su desfase y su elevado coste de producción y venta, además de por la eclosión de la información digital y su fácil acceso. Con ellas, también desaparecieron los vendedores que las ofrecían puerta por puerta en los hogares y espacios culturales como las bibliotecas públicas.
Así estuvimos bastantes años de este siglo XXI, en el que la tecnología transformó hasta nuestras relaciones sociales, acrecentadas con la expansión de la telefonía móvil inteligente.
El último paso lo estamos viviendo en la actualidad, aunque todavía está en pañales: la introducción de la inteligencia artificial (IA) en multitud de aspectos de la vida cotidiana, incluida la enseñanza. Consultar la Wikipedia con fines escolares ya es un tema de viejos, de personas que tienen tiempo y ganas para leer extensas entradas, que no son atrayentes ni muchas veces comprensibles para las nuevas generaciones de estudiantes, las cuales por el contrario recurren a Instagram y TikTok para darle sentido a todo lo que son y serán.
La IA está demostrando que ese alumnado pretende simplificar aún más sus acciones de búsqueda de información, dejando en manos de un programa informático la respuesta a cualquier pregunta o planteamiento determinado. Lo mismo que con la Wikipedia, pero hasta unos límites todavía más extremos. Con esta actitud, ha sintetizado su trayectoria educativa al cordón umbilical que le une al teléfono móvil, principalmente, y está dejando de tener conciencia propia para entregarse de lleno a la única verdad: la que ofrece la máquina. Antes, este papel lo cumplía la religión de la Wikipedia.
Por eso, en la docencia está más que constatado que, aunque las tecnologías son esenciales porque ofrecen un abanico de recursos que contribuyen a mejorar cualquier faceta relacionada con el temario que se estudia, también han atontado a esos estudiantes. Son espabilados para recurrir a cualquier programa de IA que les permita resolver ejercicios de matemáticas y física o para redactar un texto en inglés, utilizando un vocabulario preciso y exhaustivo, pero luego tienen un nivel bajo cuando hacen esos mismos ejercicios en presencia del docente y sin esa ayuda complementaria.
Por saber, no saben ni poner en tela de juicio lo que la IA les devuelve como respuesta ni cuestionar de dónde ha sacado los datos resultantes ni cómo ha ensamblado las ideas que desarrolla. No cuestionan su resultado, sino que lo admiten como cierto y verdad absoluta.
Al mismo tiempo que se han incrementado las facilidades para buscar y acceder a la información a través de medios digitales, el alumnado ha ido perdiendo y restando voluntariamente otro tipo de conocimientos y habilidades básicas en su progreso, que lo convierten en un náufrago. Eso es todo. Comodidad y desinterés.
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