Espacio de opinión de Canarias Ahora
Diario de un calcetín pijo
Mi Señorito Excelentísimo: “Ese cabrón publicó en el digital que no estamos pagando el alquiler. Pídele a la mujer de Javi recibos de varios meses para llevarlos al juzgado. Se va a enterar, lo meteré en la cárcel y tendrá que cerrar su basura digital”.
Mi Señora: “Pero, Manolo, me da vergüenza. Deberíamos de pagarle algo, para que me de los recibos”.
Mi Señorito Excelentísimo: “Pues coge dinero del calcetín. Págale varios meses, al precio especial que nos pone Javi, claro, que para eso yo redacté el contrato, ja, ja, ja?Dile que te haga unos recibos, con las fechas de meses pasados. Hay que tener pruebas porque quiero meter a ese cabrón en chirona”.
Mi Señora: “Vale, voy a sacar dinero. Pero tranquilízate, Manolo. Que somos gente bien y no es bueno que nos puedan escuchar los gritos por ahí afuera. Además abajo están el chófer y el guardaespaldas esperándote, y se van a enterar de todo”.
Mi Señorito Excelentísimo: “¡Lo que me faltaba, que no pueda gritar en mi propia casa! Bueno, en la casa de Javi, pero como si fuera mía. Me siento como el dueño, como si no tuviera que pagar un alquiler, ni la hipoteca”.
Mi Señora: “Es normal que te sientas así Manolo”. Después de decir esa frase la Señora se acercó a mí. Metió su mano en mi interior, y empezó a sacar billetes. Sentí que me vacíaba. Billetes, billetes y billetes. Sigo gordo, porque dentro de mí caben muchos billetes. Pero reconozco que ese día adelgacé un montón.
30 de Agosto de 2006
Mi Señorito Excelentísimo amaneció impaciente, como siempre. “¿Está todo el mundo listo? Vayan preparándose que voy a ir a recepción”. Luego se acercó a mí, y comenzó a sacar billetes. “A ver, a ver?¿Cuánto tenemos aquí? Que no tengo ganas de estar buscando un cajero, ni de usar mis tarjetas de crédito. Odio pagar con tarjetas. Es como si mis 50 cuentas corrientes perdieran la virginidad. Me gusta más sacar la pasta de este calcetín y pagar los precios especiales de este maravilloso complejo turístico. Coño, también tengo monedas, podré pagar las coca colas lights. ¡ Qué maravilla, este calcetín parece un saco sin fondo!”.
31 de Agosto de 2006
¡Qué horror! Ayer mi Señorito Excelentísimo me llamó saco sin fondo. ¿Por qué no puedo ser un calcetín normal? Me encantaría que en lugar de meterme mano los finales de vacaciones ( o los días que el digital saca que no pagan el alquiler), me metiera sus pies finos, de gente bien. Me gustaría ser un calcetín de señor importante. Que me introdujera en sus finos zapatos. Entrar con mi Señorito Excelentísimo en su coche oficial. Dar calor a sus ilustres ñoñitos frente al aire acondicionado del superdespacho del cabildo. Me gustaría acompañar su delicado pie en la subida de los seis escalones de la Corporación. Los calcetines también soñamos. Yo sueño con sentirme allí en lo alto, dentro de sus zapatitos presidenciales. Pero no, qué horror. ¡Me considera un saco sin fondo! Estoy condenado a guardar el dinero de las generosas dietas de mi Señorito Excelentísimo, a esconder la pasta extra que recibe del Parlamento como superlíder, del grupo y a guarecer las pagas en metálico de mi Señora procuradora...
1 de Julio de 2009
¡Qué triste vida para un calcetín pijo! Soy el refugio de la pasta que nadie ve. De mí hablan en los juzgados, en los periódicos digitales, sobre todo el diario de ese cabrón, como lo llama mi Señorito Excelentísimo. De mí opinan los lectores. De mí se mofa el supercabrón Luján cada mañana en la radio que mi Señorito Excelentísimo no ha logrado cerrar a pesar de su boicot ilegal, y luego se cachondean sus oyentes que mandan correos electrónicos nombrando el calcetín del ahora Excelentísimo Vicepresidente. Saco sin fondo, así me llama mi Señorito Excelentísimo. Yo quiero ser un calcetín de alto cargo. Calcetín de Mandamás. Calcetín que le acompañe en esas democráticas reuniones de su partido. Calcetín que escuche a mi Señorito Excelentísimo desde sus ñoños, sus órdenes al chófer oficial para que vaya a recoger a su abogado al final del juicio, sus risas, sus nervios antes de bajar del coche oficial para subir en el ascensor del juzgado...Me gustaría vivir esta emocionante vida de mi Señorito desde el interior de sus zapatos de marca. No me importaría ser de color salmón para hacer juego con su corbata y que me saque más a la calle. Pero creo que no será posible. Estoy condenado a ser un saco sin fondo escondido debajo del cojín del salón de este lujoso chalet de Tafira. Triste destino para un calcetín pijo...
Juan GarcÃa Luján
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