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TOMA DE TIERRA
Vox intenta sembrar odio en Canarias, pero no le crece

Persona observa atardecer en la Playa de Las Canteras.
27 de julio de 2025 19:07 h

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Vox lo ha vuelto a intentar. Ha convocado una manifestación contra otros seres humanos tergiversando una realidad muy dolorosa y se la ha intentado llevar a su terreno. Por suerte en estas islas la formación de Abascal no tiene terreno suficiente para que crezca tanta bilis y odio, porque se puede manipular a la gente, pero no negarle lo que sus propios ojos han visto toda la vida. A la reivindicación anti otras personas han asistido 250 -que no se me olvide preguntar cuántas fueron el otro día al pregón de mi barrio, que me aposté un clipper a que el amor de un pueblo puede más que la basura xenófoba-.

Miren, este pueblo es tan sabio, que ni siquiera con la vergonzosa gestión política de propios y extraños para dar dignidad al sufrimiento para los niños y niñas migrantes que viajan solos, podría pensar que la alternativa es Vox. Porque aquí hasta el más tímido y menos elocuente sabe lo que Vox representa y qué intereses defiende: los de las mismas élites que exprimen los derechos de este archipiélago para que no levante la cabeza. Tú puedes meterle miedo a la gente, pero no borrar su memoria, la de un pueblo que dijo no a la OTAN, que no quiere plazas de toros, que fue el tercer parlamento en aprobar la ley trans por unanimidad, incluyendo el voto favorable del PP, que no tuvo arrestos de medir tan mal electoralmente lo que supone en Canarias no dar por sentado que todos somos humanos y que no se debe perseguir a nadie por su derecho a ser. ¿Cómo va a crecer ahí el odio? No te crece ni yesca, ni hierba mala, no la aprovechan ni las bestias.

Convocaron a 250 personas y un influencer de Tenerife cuyo oficio es hablar el odio y con lo poderoso que es el odio no llegaron a 300. Será que la gente decente un domingo cualquiera, antes de decidir ponerse los zapatos y poner un pie en la calle, no deja atrás la dignidad y la memoria. Será que el día estaba mejor para la playa que para odiar.

Todos los hogares canarios conviven con historias de familiares que se marcharon a Cuba o Venezuela en embarcaciones clandestinas, sin papeles, a veces hasta sin motor de explosión, encomendándose a las velas y al fiel viento Alisio. Todas esas historias han forjado toda una relación con el mar, con los otros y ha quedado impresa en la forma de hablar, en recetas y en folías o malagueñas. Un intercambio es de ida y vuelta; ya que sabemos que los canarios en su proceso migratorio aportaron a países de América Latina y el Caribe toda una forma de hablar o ideas políticas que contribuyeron a cambiar el destino de naciones enteras. Los movimientos migratorios suceden en momentos de necesidad extrema, cuando la idea de lanzarse a un viaje en un barco pesquero, es mejor que permanecer en la propia tierra. Lo deseable sería un mundo donde el norte global no siga abusando de las relaciones neocoloniales y que nadie tuviera que verse obligado emigrar, pero, una vez se produce, lo que nos dice la Historia es que surge la mayor riqueza y, si acaso, el único aspecto positivo de la globalización: el intercambio y enriquecimiento cultural, porque lejos de lo que nos han contado, las civilizaciones tienden a construirse desde abajo, desde las decisiones cotidianas que se toman a la hora de hablar, relacionarse, cocinar, divertirse, en las creencias más íntimas, las que sobreviven incluso a leyes, decreto, bandos o edictos.

Hoy, mientras escribía sobre el fracaso de la concentración del odio, se me inundó el baño y llamé a mis vecinos, puerta con puerta, vinieron corriendo me ayudaron a achicar agua, a secar el piso, me preguntaron si estaba bien, me tranquilizaron, y entre balde y balde, no reparé hasta que ellos me lo dijeron, en que eran saharauis. Precisamente vecinos también puerta con puerta en el mapa, les miré como miro a todos los saharauis, como pidiendo perdón por la vergüenza que es ser de España con respecto a ellos. Pensé en que cuando hay que achicar agua, el pueblo se remanga y no le da ni tiempo a saber de qué color es el otro. A los que no hay que perder de vista es a los que nos echan a pelear, se les ve de lejos y además suelen lucir bandera.

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