Nacionalistas canarios votan sí: Sánchez será presidente
Es pura estadística, mera memoria histórica, la que nadie recuerda y siempre se cumple: cuando los nacionalistas canarios votan sí, el candidato termina siendo presidente. Y cuando no lo hicieron, desaparecieron. Así de cruel. Esta vez siguieron la costumbre Pedro Quevedo (Nueva Canarias) y Ana Oramas (Coalición Canaria). ¿Presagio? ¿Intuición? ¿Destino? Repasemos:
En 1979 se presentaba Adolfo Suárez. Nuestras primeras elecciones democráticas tras 40 años de páramo. España tampoco era del todo bipartidista (13 partidos). Unión del Pueblo Canario (UPC), con su único diputado Fernando Sagaseta, votó en contra con PSOE, PCE, PNV, la extrema derecha de Fuerza Nueva, junto con otros pelajes de ese arca de Noé que es el Grupo Mixto… Sensacionales las memorias de Sagaseta con sus memorables conversaciones con Blas Piñar, con quien no hizo malas migas. Sin embargo, salió Adolfo Suárez con los votos de UCD (168), Coalición Democrática (10), que era el germen del PP de hoy, el PSA de Rojas Marcos (5), y por el Grupo Mixto el PAR y UPN. Abstención de CiU –comenzaba la época de los pactos– y 10 diputados no llegaron a tiempo a la investidura, algo hoy inconcebible. España venía de donde venía, pero los 183 votos fueron suficientes.
En 1981 hubo un golpe de Estado durante la investidura, el célebre 23-F. Ya digo que veníamos de donde veníamos. Entonces ir a una segunda votación era considerado el abismo, cuanto hemos cambiado. No había internet, claro, y la opacidad y el oligopolio informativo acaparaba el relato. Salió Calvo Sotelo con 186 votos, incluyendo a los viejos conservadores y a CiU. Otra vez votó en contra Fernando Sagaseta con los mismos partidos de la anterior legislatura, esta vez incluyendo a los andalucistas. Sería la última vez que lo hicieran porque estos dos partidos desaparecerían de las Cortes.
La hégira socialista de Felipe González y sus epígonos comenzó con un ciclón de 202 diputados en 1982, y le ha dejado a Pedro Sánchez 90 en 2016. Está por ver si esa etapa ha concluido del todo, dada la extremada locuacidad del hoy “jubilado” ex presidente. El nacionalismo canario reaparecería 4 años después, ya no era progresista sino insularista y lo representaba Luis Mardones (Agrupaciones Independientes de Canarias). En 1986 votó “no” a Felipe González en su segunda investidura. El PNV se aprovechó y pactó su abstención, aunque la mayoría socialista era una apisonadora. En 1989 Mardones se dio cuenta –como hoy Ana Oramas y Pedro Quevedo– que la investidura, además de aritmética, es una puesta en escena del relato social. Y no quiso quedarse fuera del reparto –hablamos de dramaturgia, no piensen mal–, aunque fueran actores y actrices secundarios.
Ojo que la tradición de los actores de reparto –así se llaman técnicamente en el mundo de las tablas– en Canarias es ya histórica: Santiago Rivero, Miguel Ángel Aristu, Adela Escartín, Pituka de Foronda… hasta llegar a José Conde (Brigada Central, Sin tetas no hay paraíso, Aquí no hay quien viva, El comisario, Amar en tiempos revueltos o la miniserie “23-F: Historia de una traición”), que estudió el bachillerato en Canarias y en el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria presentó una de sus galas. Se suicidó en 2011 y merecería un recuerdo y homenaje algún día con la Asociación de cine Vértigo, que es la única que se preocupa de estos menesteres. Hay muchos más.
Prosigamos con el “reparto”: las AIC realizaron un ambicioso y eficaz plan de expansión en el archipiélago y en 1993 se convirtieron en Coalición Canaria con Lorenzo Olarte como portavoz en las Cortes, grupo propio y 4 diputados. Votaron en contra de la última investidura de Felipe González, que no obstante salió con su pacto con CiU y PNV, más la abstención del PAR aragonés. Olarte abandonaría la portavocía dos años después y cuando Aznar gana sus primeras elecciones en 1996 (156 escaños), esta vez los 4 diputados nacionalistas votan sí, con José Carlos Mauricio a la cabeza. También votaron “sí” CiU y PNV. En la siguiente investidura, los entonces 3 diputados nacionalistas canarios (Román Rodríguez, Paulino Rivero y Mardones) volvieron a dar su refrendo en la investidura a un Aznar con mayoría absoluta en 2000, esta vez solos en compañía de CiU. También se los dieron al socialista Zapatero (164 escaños) en 2004, con IU, ERC, BNG y la Cha del cantautor Labordeta. Y en 2008 se abstuvieron con CiU, PNV e IU para que saliera de nuevo Zapatero (169 escaños).
El socialista hundió la economía aún más de lo que venía ya hundida de fuera y el ladrillo le cayó encima como en la voladura de un edificio. No sabíamos que ese edificio en realidad se llamaba bipartidismo y con el derrumbe cayó la transición. Mariano Rajoy consiguió la mayoría absoluta (186 escaños) y en lugar de empezar a recomponer los ladrillos casi se carga la urbanización completa: dimitió el rey Juan Carlos por corrupción, hizo crecer el independentismo catalán hasta extremos inimaginables, hundió al PSOE también y al PP lo dejó escuálido. Corrupción y crisis fueron su tumba. Ahora los que marcan el paso son Podemos y Ciudadanos mientras los socialistas han logrado parar la sangría de sus dos almas gracias al perdedor de la investidura Pedro Sánchez. Pero ojo que ha perdido con el voto de Coalición Canaria y Nueva Canarias. Y la pituitaria de los nacionalistas canarios –fallarán en muchas cosas pero en esto no– históricamente no se equivoca.