Cuando la alimentación no es una cuestión de opción

Pan sin gluten. (DP)

Romina Cabeza Izquierdo

Santa Cruz de Tenerife —

La celiaquía afecta a unas 400.000 personas en España y la cifra aumenta cada año a un ritmo del 15%. A la dificultad de conseguir productos que no contengan gluten -no siempre se encuentran en un mismo establecimiento, se le une un problema aún mayor: su coste. Un ejemplo claro de ello puede ser un paquete de galletas. Sin gluten, su precio se dispara hasta seis veces más.

Los personas celiacas son intolerantes al gluten de trigo, al centeno y la cebada, por lo que la dieta se debe basar en alimentos naturales, evitando así los elaborados o envasados y es ahí precisamente donde se encuentra el inconveniente, sustituir unos alimentos por otros similares con harina de arroz o maíz.

Aunque cada vez existe más información sobre la celiaquía y se llevan a cabo distintas charlas y campañas para detectar la enfermedad para conocer las posibles consecuencias de consumir alimentos con gluten o acercar a la sociedad a la realidad de esta patología, según distintos estudios se calcula que una de cada cien personas padece celiaquía y que el 85% no está diagnosticado aún.

Según datos proporcionados por la Acet (Asociación de Celiacos de Tenerife), la población celiaca de las Islas representa entre un 1% y 1,5%.“Lo que ha aumentado no son los enfermos, sino los diagnósticos principalmente en adultos, ya que los médicos de cabecera suelen vincular problemas de piel, de estómago, etc… a la celiaquía, es decir, existe una mayor concienciación”, puntualizó la presidenta de la Acet, Loly Prieto.

Lo que está claro es el elevado precio que tienen los productos sin gluten. Según Prieto, se debe a que deben pasar por un protocolo de seguridad, que supone un coste algo mayor, “pero ello no justifica esa cantidad tan elevada a la que hay que hacer frente. Sí debemos agradecer que exista esa garantía que asegure que es para la población celiaca, pero que no se llegue a triplicar su precio y mucho menos especular”, señaló Prieto.

Se trata de una alimentación que se tiene que seguir día a día, para evitar problemas en el organismo y es aquí donde surgen algunos de los inconvenientes, según la presidente de la Acet. “La ley dice que un niño que tiene intolerancia debe tener una dieta sin gluten en su correspondiente colegio y lo cierto es que ahora todo ello se está cumpliendo algo más, pero hasta hace muy poco, apenas unos años, eran los padres quienes tenían que llevar la comida de su hijo al centro educativo”. Para Prieto, el problema radica en el desconocimiento que existe en determinadas ocasiones por parte del personal de sala o comedor, siendo esto precisamente en lo que se apoyan para justificar un error o equivocación en la dieta de un niño celiaco.

Se le considera la enfermedad invisible, pero lo cierto es que cada día se diagnostican nuevos casos, en lo que respecta a nuestras islas, una de cada cien personas tiene que llevar una vida sin gluten en su alimentación. Las principales quejas por parte de los celiacos se centran en el coste que deben pagar, un precio cuatro veces superior, así como la escasa información que experimentan en ocasiones. Este es el caso de la tinerfeña Aurora Padilla, a la que le diagnosticaron la celiaquía con apenas cuatro años, tras pasar por infinidad de pruebas y analíticas con valores tan alterados que incluso llegaron a mencionarle la leucemia como posibilidad. Un hecho del que hace ya 21 años y del que como ella misma afirma “lo que marcaría la gran diferencia en mi vida”.

Asimismo, existen marcas que en los últimos años se han centrado en proporcionar productos sin gluten, con una misma calidad y comparables al resto, conservando el mismo sabor, textura y color. En este sentido, “se ha producido un cambio brutal en cuanto a una mayor oferta de productos se refiere, ahora al menos se puede elegir, aunque a mí siempre me ha gustado diferenciar entre los productos que están marcados con la etiqueta de sin gluten, pues esto es realmente necesario. Sin embargo, hay que tener cuidado para que no se convierta en una moda pues encontrar en unos rotuladores la etiqueta de sin gluten, puede resultar preocupante”, aclaró Padilla.

Para esta joven celiaca, una cosa es ampliar la gama de productos sin gluten y con conciencia, con el objetivo de proporcionar una alimentación acorde a la dieta que deben seguir, y otra muy distinta “aprovechar el tirón” etiquetando todo tipo de artículos sin una base lógica. “La línea entre la sensibilización y la comercialización con la enfermedad, en este caso, es muy fina y fácil de traspasar, y en la mayoría de ocasiones se convierte en algo perjudicial más que favorecedor para nosotros, la población celíaca”, destacó.

Una creencia habitual entre la población es considerar que las personas celiacas han escogido esta alimentación como opción y por seguir una dieta, “en el fondo es precisamente así, pero cambiando el término opción, por obligación. Parece una tontería, pero es lo que marca la diferencia, al igual de la importancia que tiene que el personal de un restaurante o un supermercado conozca lo que es la contaminación cruzada y que en lugar de quitar un determinado producto del plato porque piense que es un capricho o que a la persona no le gusta, sea consciente que ese alimento podría provocar un daño en la salud de las personas que padecemos celiaquía”, apuntó Padilla.

Una enfermedad en la que los síntomas no siempre se presentan de una forma clara, por lo que hay que apreciar cualquier cambio que se produzca en nuestro cuerpo, al no manifestarse de la misma forma en un niño, que en un adolescente o una persona adulta. Por esta razón, las diversas asociaciones como son la Acet, la Asocepa (Asociación de Celiacos de la Provincia de Las Palmas) o FACE (Federación de Asociaciones de Celiacos de España) existen para, entre otras muchas funciones, resolver cualquier tipo de duda vinculada a la celiaquía.

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