Gran Canaria y Tenerife, dos métodos distintos de rastreo de contactos para cortar la transmisión del coronavirus

Centro operativo de los rastreadores de Gran Canaria, en la Biblioteca del Estado.

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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El seguimiento de contactos es la herramienta sobre la que se vertebra el plan de las autoridades sanitarias para evitar un rebrote de COVID-19 en el proceso de desescalada. Conocer con quiénes conviven o han compartido espacio las personas contagiadas durante el periodo de incubación de la enfermedad aporta una información crucial para poder aislar a la población que ha estado expuesta al coronavirus y cortar su propagación. “Si queremos pasar a una fase en la que no haya transmisión o que sea de un nivel tan bajo que no tenga un impacto importante, lo fundamental no son los test, sino eliminar los contactos de riesgo” y mantener el distanciamiento, resumía este martes el director del Centro Coordinador de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, que ha advertido de que las pruebas masivas de detección no son útiles si no se realizan bajo un criterio médico y en el momento oportuno.

En Canarias, las gerencias de Atención Primaria de las islas capitalinas han desarrollado estrategias diferenciadas. En Gran Canaria, se ha conformado un equipo dedicado en exclusiva a esta labor. Una treintena de sanitarios, entre enfermeros y médicos de familia, rastrea los contactos de los pacientes que han dado positivo por COVID-19 desde un puesto operativo centralizado, ubicado en la Biblioteca del Estado, en coordinación con los centros de salud.  En Tenerife, ese seguimiento lo realiza la denominada unidad de actuación familiar. Es decir, cada médico y enfermero es responsable de sus pacientes de cupo, de indagar cuáles son sus contactos. Tras esta primera criba, la información pasa a un equipo de verificación, compuesto por unos veinte profesionales del área de gerencia, que realiza un examen más exhaustivo e intenta cercar el núcleo, evitar un nuevo foco de infección del virus.  

Este sistema se implantó en Tenerife desde el 24 de febrero, día en el que se aisló a los huéspedes que se alojaban en el Hotel H10 Costa Adeje Palace, en el sur de la isla, después de que uno de ellos, un médico que había viajado a Canarias con un grupo de amigos desde una de las zonas de contagio en Italia, diera positivo en las pruebas de COVID-19. “Elaboramos un circuito para el control de nuestros casos. Es el médico de Atención Primaria del paciente en el que se detecta el caso quien rastrea los contactos para acotar el foco. A partir de ahí, se le hace un seguimiento asistencial del núcleo familiar”, explica Ana Darias, subdirectora médica de esta gerencia, que sostiene que se trata de una dinámica de trabajo consolidada y que se puede ajustar a los distintos escenarios que plantea esta crisis sanitaria. “Ahora mismo el equipo está bien dimensionado, nos vamos adaptando a cada situación”, afirma.

La gerencia de Atención Primaria de Tenerife defiende esta fórmula, distinta a la implementada en Gran Canaria, por dos razones fundamentales: el nivel de información y la cercanía. Darias señala que los médicos de familia son quienes “mejor conocen” a sus pacientes, sus historias clínicas y sus patologías previas. Además, con ellos se establece “un mayor grado de confianza”, remarca la subdirectora y miembro del equipo de verificación. “Preguntarles con quiénes han estado no deja de ser una intromisión en la vida del otro”, justifica. La segunda parte del trabajo de seguimiento corresponde al denominado equipo de verificación central, que además trata de realizar “un análisis predictivo” con los datos de prevalencia para poder así anticiparse.

En Gran Canaria, la unidad de rastreo telefónico comenzó a operar el 11 de marzo, unos días después de que se confirmara el primer positivo en la isla, el de una turista italiana que se alojaba en una vivienda vacacional en el municipio de Agüimes. Desde el puesto de control montado en la Biblioteca del Estado, los profesionales buscan la trazabilidad del coronavirus. “Por cada positivo, se localizan los contactos estrechos (aquellos que hayan compartido espacio con la persona enferma los días anteriores, a menos de dos metros y durante al menos 15 minutos), los que tienen una alta probabilidad de estar infectados”, precisa Carmen Cervera, médica de familia y coordinadora funcional de este equipo. Esos contactos son aislados de inmediato y sometidos a un seguimiento clínico diario (con llamadas telefónicas) durante dos semanas (el periodo medio de incubación de la enfermedad) para comprobar si han aparecido síntomas de la COVID-19 o si presentan alguna vulnerabilidad que precise intervención urgente.

Aunque algunos médicos de familia han participado en el seguimiento a sus pacientes, a diferencia del sistema de Tenerife, el rastreo de contactos en Gran Canaria está centralizado en este equipo, una unidad que actúa en coordinación con los centros de salud y que durante el pico de la epidemia llegó a contar con un máximo de 33 profesionales y a realizar más de mil seguimientos diarios desde las ocho de la mañana a las ocho de la tarde de lunes a domingo. “Hemos tenido pacientes que trabajaban en supermercados, en centros sanitarios, en medios de transporte…. Hay que tirar para atrás, delimitar de dónde vienen, si han viajado, si han cogido un avión, testear y comprobar la información para buscar todos esos contactos y evitar la propagación” del virus, apunta Cervera, que incide en la importancia de la detección precoz de los casos y recuerda que también se ha hecho un seguimiento especial a las residencias sociosanitarias, uno de los principales focos de contagio en esta pandemia.

De cara al proceso gradual de desescalada, que conlleva una relajación de las medidas de confinamiento y la posibilidad de que se produzca un rebrote de la enfermedad, ambas gerencias permanecen en estado de alerta. “Durante esta etapa ha sido mucho más fácil. Ahora se vuelve a salir a la calle, tendremos que ser más exhaustivos y rápidos”, manifiesta Darias. Atención Primaria en Tenerife tiene preparado un “pool en la retaguardia” en caso de que se produzca un repunte de casos.  En Gran Canaria, la estructura del equipo también se va adaptando a cada escenario, relata Cervera, que admite que hay una previsión de reforzarlo en caso de que fuera necesario ante un cambio de dinámica. 

Sobre la mesa sigue la opción de implantar aplicaciones de geolocalización, una solución que ha generado cierta controversia por su posible colisión con la normativa relativa a la protección de datos y de la intimidad de las personas.

Con cien casos por cada 100.000 habitantes, Canarias es la comunidad autónoma que registra una menor incidencia de la enfermedad en España. Algunos epidemiólogos, como Ferrán Martínez, exdirector y profesor emérito de la Escuela Nacional de Sanidad-Instituto de Salud Carlos III, han apuntado que el rastreo de contactos, la vigilancia epidemiológica, ha sido fundamental para contener la expansión del virus en comunidades como la canaria, en la que no ha habido una “eclosión rápida” como la que ha afectado a las zonas más castigadas del territorio nacional. El Archipiélago acumula 2.235 casos desde el inicio de la epidemia, con una distribución muy desigual. Más del 60% de los positivos por COVID-19 se concentra en Tenerife. Las hipótesis barajadas por los expertos son variadas, desde la mayor afección en residencias o la celebración del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife durante el fin de semana del 22 y 23 de febrero hasta esas diferencias a la hora de abordar los seguimientos a los casos sospechosos, aunque de momento ninguna de ellas ha podido ser corroborada, contrastada y consensuada por la comunidad científica, que sigue estudiando las causas que explican esa disparidad.

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