¿Se ha beneficiado Canarias de la insularidad contra el coronavirus?

Una mujer disfrutando de la playa en La Gomera los primeros días de la desescalada, en la que la isla fue pionera. Efe / Violeta Mesa

Toni Ferrera

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El estudio La Priorización de las Islas Nación como Refugios de Pandemias Extremas, publicado en la revista Risk Analysis en 2019 por los investigadores Nick Wilson y Matt Boyd, concluye así: “Nuestro trabajo sugiere que es posible evaluar la idoneidad de las naciones insulares como refugios, ya sea para identificar las mejores islas candidatas a implementar medidas fronterizas ante un evento desencadenante, como para determinar dónde orientar la inversión y los recursos”.

La investigación vio la luz pocos meses antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la expansión del coronavirus como pandemia. Wilson y Boyd, casi de forma premonitoria, destacan que “el riesgo de una pandemia nunca ha sido tan alto” debido a la densidad poblacional y la globalización. Y en este escenario, ambos expertos subrayan el papel que han jugado las islas para salir airosas de capítulos históricos semejantes, como lo hicieron algunas del Pacífico y de la costa norteamericana escapando de la mal llamada gripe española a principio del siglo XX.

“Las islas poseen muchas cualidades que las hacen candidatas a refugios en algún riesgo existencial. Debido a su aislamiento e inaccesibilidad, estas han sido identificadas como refugios adecuados a un escenario de pandemia y también podrían tener un papel sinérgico como islas portuarias”. Aunque esto, advierten, no las excluye de ciertas desventajas, como el “quebranto del comercio y las cadenas de suministro, pérdida del turismo y libertades personales inhibidas”. 

Canarias, en líneas generales, es la comunidad que ha registrado menos transmisión del coronavirus en España. Es la segunda autonomía con menos muertes contabilizadas (623), solo por detrás de Cantabria (528), y es la única región que no ha alcanzado el riesgo extremo de incidencia acumulada (más de 250 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días). La pregunta se hace necesaria. ¿Le ha beneficiado al Archipiélago su carácter insular? Manuel Franco, epidemiólogo y profesor de la Universidad de Alcalá y de la Johns Hopkins, cree que sí.

“Mi sensación es que, visto lo que está ocurriendo, la insularidad ayuda cuando además está acompañada de restricciones. Canarias ha acertado en el momento de las medidas y cuenta con un comité de expertos que ha ayudado. Yo destacaría varios factores: el clima, la insularidad y el input científico”.

El estudio introductorio de este artículo considera que Nueva Zelanda, entre otros estados, cuenta con las características idóneas para frenar el impacto de una pandemia. La realidad ha demostrado que el país oceánico ha sido uno de los ejemplos a seguir durante la crisis sanitaria y económica, apostando por la estrategia de COVID Cero. La primera ministra, Jacinda Arden, ordenó un confinamiento de 72 horas en Auckland después de detectar tres casos en la ciudad el pasado 15 de febrero. El brote se quedó en eso, en un susto, por la rápida actuación de las autoridades. Sin embargo, Franco considera que aplicar ese plan en Europa es inviable.

“Aquí no podemos cerrar fronteras. Para poder hacer negocio, para la libre circulación de personas… En este continente necesitamos que haya movilidad. Oceanía ha tenido una estrategia de COVID Cero. Pero Europa y Estados Unidos han funcionado gracias a que han borrado las barreras. Eso es lo contrario a lo que pide el coronavirus”, explica el experto.

Franco recuerda que Oceanía no depende tanto del turismo como Canarias. Cerrar los aeropuertos ha tumbado la economía del Archipiélago y, a pesar de contar con una tasa de infectados menor en comparación con la media estatal, el schok económico ha sido muy superior. El PIB se desplomó en 2020 un 20,1%, más del doble que el promedio nacional.

El estudio Coronavirus: una perspectiva global insular, publicado el 14 de mayo de 2020 por los investigadores Francesco Sindico y James Ellsmoor de la Universidad de Strathclyde, Escocia, se pregunta si las islas han sido un lugar seguro durante la pandemia. En principio, y tras unos meses del estallido del virus, la imagen general es que sí. Pero también señala los casos de algunas islas, como Saaremaa, en Estonia, donde, según los datos, cerca de la mitad de sus 33.000 habitantes habría contraído la enfermedad. Y en Venezuela, el estado de Nueva Esparta (también conformado por islas) tuvo una de las cifras de mayor incidencia de la COVID-19.

El epidemiólogo y portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH), Jesús Molina, recalca esta doble posibilidad. Por un lado, que la insularidad se disfrace de barrera perimetral. Pero que esta también actúe, en caso de que la transmisión se desboque, como potenciador de la expansión del virus.

“Entrar a las Islas no es fácil y esa situación de aislamiento es un plus de dificultad. Pero tampoco es lo único. Si tenemos un problema concreto es más fácil que se expanda, como por ejemplo ocurrió en Lanzarote. Es lo mismo que pasa en las residencias. Si entra el virus, caen todos”.

No obstante, Canarias, en comparación con otras islas, ha salido menos perjudicada. Molina apunta en este caso otro elemento a tener en cuenta: la lejanía. Baleares ha notificado más casos y sufrido peores repuntes, quizá por encontrarse más cercana a la Península. Eso sí, Molina ahonda en su idea. “Independientemente de que sea un archipiélago, como el virus circule, se va a propagar muchísimo”. Y añade. “Si hay algo que hemos conocido es que este virus puede saltar en cualquier momento”.

El estudio de Sindico y Ellsmoor, que entrevistó a los responsables de la gestión de la pandemia en algunas islas, resalta que “el rastreo de contactos es un ejemplo de dónde la respuesta a la COVID-19 puede ser más efectiva para las islas”. Precisamente, es Canarias, según la última actualización del Ministerio de Sanidad, la comunidad autónoma que registra un mayor porcentaje de positivos con trazabilidad, esto es, aquellos casos confirmados que están asociados a otro contagiado, con un 85,5%. Las peores son Euskadi (1,4%), Asturias (12,8%) y Madrid (52,4%).

Lluís Serra, catedrático en Medicina Preventiva y Salud Pública por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y portavoz del comité científico asesor del Gobierno de Canarias, piensa que el factor insular ha influido. Pero asegura que no ha sido lo único. “Junto con una política de control, como las PCR en aeropuertos, y una política global de contención de la pandemia desde el punto de vista epidemiológico que ha incluido otras medidas, como la estrategia en la escolaridad con las pruebas diagnósticas, los grupos burbuja, los distintos semáforos, la precocidad en la respuesta… Es la insularidad junto a un conjunto de medidas lo que nos diferencia del resto de comunidades”. 

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