No, no seremos cobayas

Desinfección de las calles de Las Palmas de Gran Canaria

Juan Manuel Bethencourt

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Una cuestión semántica provocó anoche una reacción del Gobierno de Canarias a través del portavoz del comité científico que evalúa la lucha contra la pandemia de coronavirus, el doctor Lluís Serra. El reputado microbiólogo, catedrático de la Universidad de Las Palmas, se apresuró a dejar claro que en ningún caso las Islas serán un banco de pruebas sobre el desconfinamiento tras la fase más dura de la pandemia, y lo hizo en respuesta a la oleada de comentarios sucitados tras algunos comentarios en ese sentido, nacidos asimismo en los aledaños e incluso dentro del propio comité científico autonómico. Porque fue Beatriz González López-Valcárcel, economista de la salud de sobresaliente trayectoria, quien habló de las Islas como laboratorio natural para el desconfinamiento. Lo hizo sin ánimo alguno de generar una controversia inútil, pero ya se sabe que las palabras jamás son inocuas y en ocasiones las carga el diablo. Un comentario en Espejo Público, el programa matinal de Antena 3, contribuyó a difundir la especie de que Canarias sería la cobaya española, por el comentario de un aguerrido tertuliano que, tras descubrir para conocimiento general de la humanidad que las islas son territorios aislados, soltó el latiguillo letal: “Pues probemos con los canarios, a ver qué tal”. La difusión de este vídeo fue brutal ayer por la tarde en Canarias.

Pues no. No vamos a convertirnos en sujetos involuntarios de un experimento. Todas las decisiones para proceder al desconfinamiento necesitarán el visto bueno de autoridades sanitarias estatales y canarias, de acuerdo a unos criterios, los que marca la Organización Mundial de la Salud, que España aún no cumple, y Canarias tampoco. Partamos de dos presupuestos: a) cualquier cosa que se haga, en cualquier lugar, será un experimento, porque nos enfrentamos a un escenario sin precedentes válidos, en la medida que la última pandemia global acaeció en 1918, es decir, en un mundo diferente; b) no tenemos margen de error, porque un rebrote sería letal en términos sanitarios, económicos, morales y psicológicos para una población ya muy golpeada por la dureza de este proceso. De modo que la prudencia será el camino a seguir por las autoridades, por todas, y esta certeza restringe el margen de las Islas para anticipar un desconfinamiento que así y todo es recomendable aplicar antes en Canarias. Pero no porque vayamos a ser las cobayas de nadie, sino porque nuestras circunstancias son diferentes a las del resto. Y no sólo en términos positivos: con un número menor de infectados, también la inmunidad de grupo de nuestra población es más baja, lo cual nos convierte en más vulnerables ante la hipótesis de un nuevo brote autóctono o importado. Para confirmar este extremo, sin el cual es poco realista hablar de otras decisiones, necesitamos hacer más test entre la población. Los que se han hecho en Canarias aún no son suficientes, y no terminamos de tomarnos esta prioridad como lo que es.

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