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La Graciosa da el primer paso hacia un verano jamás vivido entre la necesidad de recibir turistas y el miedo a pasar de “zona sin casos a zona roja”

Algunos vecinos de La Graciosa sacan a sus veleros teledirigidos en el primer día en la fase 1 de desescalada.

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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Las 700 personas que viven en La Graciosa, el único punto de España que no ha registrado ni un solo caso de coronavirus, han dado este lunes el primer paso hacia un verano jamás vivido. Las tradiciones más autóctonas de la octava Isla combinan con la costumbre de convivir entre abril y septiembre con cientos de visitantes en sus playas y con miles de personas de otros puntos del Archipiélago para celebrar las fiestas patronales en julio. Sin embargo, esta estampa que lleva reproduciéndose sin interrupción en los últimos años se vislumbra cada vez más difusa para este 2020. Este escenario incierto aboca a la población graciosera, altamente envejecida, a comenzar la fase 1 del plan de desescalada entre la necesidad de recibir turistas para sostener su economía y el miedo a pasar de “zona cero a zona roja”.

La concejala delegada del Ayuntamiento de Teguise en la Isla, Alicia Páez, ha confesado a esta redacción que la alegría y el optimismo con el que los vecinos afrontan el desconfinamiento se mezcla con la preocupación. “Tememos al momento en el que se abra al público el puerto de Orzola que conecta La Graciosa con Lanzarote”. Páez insiste en que, hasta ahora, nadie en la Isla ha presentado síntomas de padecer la COVID-19 ni se ha registrado ningún positivo, pero subraya que tampoco se ha hecho ningún test.

Su principal reivindicación es que, en los próximos meses, quien entre a La Graciosa lo haga sano, para que merezca la pena todo el tiempo que los isleños han pasado cumpliendo las recomendaciones del Ejecutivo central. Para ello, propone que se hagan pruebas sanitarias de control en los puertos. Respecto a la posibilidad de celebrar las fiestas patronales de Nuestra Señora del Carmen, Páez duda que puedan tener lugar: “No conviene que vengan miles y miles de personas”.

A pesar de el Gobierno de España permite en la fase 1, en la que entran hoy además La Gomera, El Hierro y Formentera, la apertura de las terrazas de los bares con un máximo de ocupación del 50%, los empresarios de La Graciosa han preferido no abrir sus negocios porque “no les compensa”. “En estos momentos la actividad económica de la Isla está igual que cuando comenzó el estado de alarma y los comercios abiertos son los mismos que al principio del confinamiento”, apunta Páez. Así, mantienen su actividad el supermercado y los servicios a domicilio de una pizzería y de una hamburguesería.

Desplome de reservas

Para alojarse en La Graciosa entre abril y septiembre, las reservas deben hacerse hasta con seis meses de antelación, ya que la ocupación en estas fechas suele ser del 100%. Elena Aguilera, directora del complejo de apartamentos Evita Beach, calcula que el porcentaje aproximado de pérdidas que sufrirán este año roza el 40% ante la anulación total de las reservas que han tenido lugar en los últimos meses, con una especial caída en Semana Santa. Las instalaciones de Evita Beach siguen parcialmente abiertos, ya que alojan a una pareja de Italia y a otra de Gran Canaria que se encontraban en la Isla cuando se decretó el estado de alarma.

La central de reservas sigue operativa recibiendo llamadas y correos electrónicos. Así, las reservas para el mes de agosto se mantienen y suponen el 75% del total, mientras que julio se presenta “muy flojo”. Aguilera señala que durante el verano, la mayoría de visitantes son del propio Archipiélago y, en menor medida de otros puntos de la Península como Madrid o Bilbao, por lo que la reapertura total del complejo tendrá lugar cuando se permitan los viajes interinsulares. Hasta el momento, señala que nunca antes han experimentado algo similar y que la situación se presenta “catastrófica”.

Más allá de este panorama incierto que ha irrumpido en la Isla, este lunes La Graciosa se ha reencontrado con su gente, que ha vuelto a las calles de arena con mucha cautela. Para Pedro Páez, vecino y reponsable en la Isla de la Asociación de Voluntarios en Emergencias y Rescate de Lanzarote (Emerlan), todo sigue igual: “No hay muchas personas fuera de sus casas, salvo algunos jóvenes que aprovechan el desconfinamiento para hacer surf o para sacar sus veleros teledirigidos”. Aún así el ambiente es distinto: “Más que vecinos, aquí somos todos familia, y ya teníamos ganas de vernos”.

Durante el confinamiento, él y su equipo se han encargado de abastecer a los vecinos de comida y medicamentos. Incluso en este primer día de desescalada han sido los responsables de desinfectar los espacios públicos. A pesar de que los voluntarios de Emerlan han tenido que enfrentarse ya a emergencias extremas, esta situación inesperada la han vivido con desconcierto y, sobre todo, con mucha prevención. Pedro Páez destaca que todo se ha vivido con tranquilidad y con los vecinos gracioseros como la principal prioridad. No se han producido incidencias en este confinamiento, salvo la evacuación de una mujer con problemas cardíacos que tuvo que ser desplazada a Lanzarote. “Le recomendamos que se quedara allí con sus hijos, por su salud y también porque al haber estado en el hospital había pasado por un punto de riesgo”.

Desconoce cuánto tiempo tardará su isla en recuperarse, pero advierte de que debe hacerse con cuidado. “La Graciosa se vende sola y con esto han salido a relucir cada vez más sus privilegios por ser, además, un espacio libre de virus. Sin embargo, se debe tener mucha precaución porque el virus viaja de una mano a otra y la Isla puede pasar de ser una zona sin casos a una zona roja”.

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