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Primeras comuniones, un lujo también en crisis

En un barrio de La Laguna, en Tenerife, una joven catequista acaba de concluir en su parroquia el periodo de dos meses de primeras comuniones, el rito iniciático de la fe católica. El día grande, los pequeños acuden vestidos de gala, ejercitan el acto correspondiente, celebran su fiesta y... “el 99% no sigue en catequesis ni aparece por misa”, asegura. Esta contradicción se produce en la mayoría de las 13.000 primeras comuniones que se realizaron en Canarias en 2009, el último dato del que dispone la Conferencia Episcopal. Eventos que en muchos casos, y a pesar de la crisis, alcanzan los 2.000 euros por niño, y en algunos los superan. Un ritual que tiene su origen en la religión, pero casi siempre se enfoca como un acto social, con el dispendio económico que eso supone.

Olaya Marrero es la madre de Yarima, una niña de 10 años que acaba de celebrar su comunión en la parroquia de San Marcos, en Las Palmas de Gran Canaria. “El peinado me lo ahorré, porque la peino yo”, comenta. Olaya es auxiliar de peluquería, y le hizo a su hija unas trenzas para acompañar el vestido de más de 300 euros, con el que acudió a la iglesia y luego a la fiesta con familia y amigos. En total, más de 2.000 euros. Aunque el tema religioso no era lo más importante, Olaya asegura que la niña se lo toma en serio. “Ella reza todas las noches conmigo”, comenta.

Del otro lado están los comercios que viven de estas celebraciones, como las tiendas del Grupo Garbor en Gran Canaria. Soraya es la encargada de una de ellas en la capital, y apunta que este año ha habido ciertos cambios de tendencia. En algunos casos se ha sustituido la fiesta en sociedad por visitas a parques temáticos como Eurodisney (París) o Port Aventura (Tarragona), algo más económico. Además, si el pasado año unas 400 familias acudieron a este comercio, este año han sido unas 80 menos. “A las familias les ha tocado austeridad y reciclar trajes”, comenta. Pero los vestidos no dejan de ser caros, y la mayoría de familias se dejan asesorar. “Algunos niños sí vienen con la idea del traje de almirante”, comenta. Precisamente el más caro, en torno a los 300 euros con todos los complementos. La cifra alcanza los 500 euros en las niñas.

El veterano párroco Santiago Suárez confirma el descenso en el número de primeras comuniones. Lleva 12 años ejerciendo en el Risco de San Nicolás de la capital grancanaria, y no se corta a la hora de opinar. “Los padres van de mala gana a la catequesis con sus hijos, y si pueden, desaparecen”. A muchos padres les ocurre que no entienden la catequesis como algo que afecta a toda la familia, y lo dejan en manos de la parroquia de turno. Los niños, por su parte, esperan el día en que son los grandes protagonistas. El tenderete, los regalos, la tarta... “Hemos logrado que todos los niños se vistan de forma parecida, porque alguna niña iba en plan princesa, pero no deja de ser un paripé”, asegura.

“Todo es un poco una costumbre arraigada para no desprenderse de lo relacionado con la religión”, opina la citada catequista. “Los padres piensan: cómo no va a hacer la comunión mi hijo, si todos en la familia lo hemos hecho'. Así que no deja de ser un acto social”. Segundo Díaz, profesor del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (ISTIC), apunta que “sigue habiendo una división entre teología y praxis pastoral”.

A estas cuestiones responde el joven Roberto Ramírez, responsable de catequesis de la Diócesis de Canarias y estudiante en El Vaticano. “Cuando yo hice la primera comunión fui con la ropa de mi hermano, y lo celebramos cinco personas”, recuerda. “Se ha convertido en un acto de presentación en sociedad. He llegado a conocer gente que se ha gastado 12.000 euros”, comenta. También recuerda casos en los que un niño no quería hacerla, y la familia le ha presionado para permitir la pose de toda la familia.

Desconfianza

En algunos casos se producen recelos hacia la Iglesia, como le ocurre a Mari Carmen -es un nombre ficticio, prefiere guardar el anonimato-, de Santa Cruz de Tenerife. Tiene dos hijos menores de 10 años que estudian en un colegio bilingüe de la ciudad y hacen deporte por las tardes, pero no tiene claro si apuntarlos en catequesis. Algunas de las posiciones ortodoxas a las que últimamente se aferra El Vaticano, como el rechazo al preservativo, al aborto y a la homosexualidad, le hacen dudar. No está segura de que sean los mejores valores para sus pequeños. Este caso real se produce en una madre de familia católica que incluso estudió un año en un colegio religioso.

“Una cosa es la fe en Jesús y otra los fallos de la Iglesia. Por eso no me parece suficiente motivo para no comulgar al niño”, sostiene Agustín Ortega, jesuita y teólogo del Centro Loyola, en Las Palmas de Gran Canaria. “Conozco gente con esa inquina a El Vaticano, y lo único que conocen es el estereotipo de los medios de comunicación”, afirma. Ortega reconoce los fallos de la Iglesia a lo largo de la historia, pero “ha hecho muchas más cosas buenas que malas”. Pone como ejemplos la sanidad y la educación pública. O su mensaje social, que “ha sido una maravilla con los últimos Papas”.

La catequista de La Laguna confirma que algunos padres sí tienen dudas. “Vienen y te dicen que ellos no creen en nada de esto, pero que el niño quiere y que no le van a prohibir que la haga”, asegura.

El profesor Díaz, del ISTIC, opina que “muchos cristianos tienen reservas con la Iglesia, eso existe y existirá. Es bueno que lo manifiesten y lo hablen con el párroco y los catequistas”. Destaca que a veces de un documento extenso -un texto papal, por ejemplo-, se saca solo una frase. En este caso lo tiene claro, es un problema de comunicación. “Nos queda una asignatura pendiente”.

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