Turismo masivo y un nuevo puerto comercial en Fonsalía: los peligros que amenazan al recién creado santuario de ballenas en Tenerife

Imagen de la ballena en aguas cercanas al acantilado de Los Gigantes, en Santiago del Teide (noroeste de Tenerife)

Fabián Sosa

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Las aguas de la franja marina Teno-Rasca, en el suroeste de la isla de Tenerife, albergan una de las mayores poblaciones de calderones (ballenas piloto) del mundo, además de delfines mulares, cachalotes, rorcuales, zifios y tortugas bobas. Pero también es la costa más turística de la isla, donde sus aguas tranquilas propician la navegación con todo tipo de embarcaciones de recreo para turistas y residentes, y objetivo para la construcción del que sería el cuarto puerto comercial de la isla, Fonsalía.

Desde la Asociación Tonina, dedicada a la divulgación y la investigación de los cetáceos, estiman que actualmente alrededor de 600 ejemplares –entre residentes y visitantes– habitan en esa franja de aproximadamente 69.500 hectáreas. Según Jacobo Marrero, director científico de dicha asociación, se trata de “una concentración muy importante” que se da, además, “en un espacio muy reducido”. El también doctor en Biología por la Universidad de La Laguna (ULL) sospecha que la elevada concentración de este tipo de animales en el suroeste de Tenerife se debe principalmente a las grandes cantidades de comida que se acumulan en la capa profunda del fondo oceánico de la zona.

En 2011, con el objetivo de asegurar la supervivencia a largo plazo de esta población y su hábitat, la conocida como franja marina de Teno-Rasca fue catalogada como Zona Especial de Conservación por Natura 2000, una red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad. Además, a principios de este año, la Alianza Mundial de Cetáceos otorgó a esta misma franja el estatus de Lugar Patrimonio de Ballenas, convirtiéndose así en el primer espacio marino de Europa en recibir este reconocimiento y el tercero de todo el mundo, después de Bluff, en Sudáfrica, y Harvey Bay, en Australia.

Santuario de ballenas y paraíso de turistas

Así como las olas baten contra los riscos, el turismo masivo choca con una franja de mar digna de ser protegida. Este espacio tan singular en el mundo se extiende frente al litoral más turístico de Tenerife, con el impacto que eso conlleva: barcos particulares, kayaks, motos de agua e incluso embarcaciones ilegales destinadas al avistamiento de los propios cetáceos navegan a sus anchas sobre unas aguas que, en teoría, deberían estar sumamente controladas. Según Higinio Guerra, presidente de la Asociación de Cetáceos del Sur de Tenerife (ACEST), son más las empresas de observación de cetáceos que llevan a cabo su actividad de forma irregular (62), que las que lo hacen con la debida autorización (44). Además, según cuenta, incluso entre las autorizadas, la inmensa mayoría no opera conforme a la legalidad en sus aproximaciones a los animales.

Para controlar a las embarcaciones que ofrecen sus servicios de forma irregular y llevan a cabo sus aproximaciones sin las medidas de seguridad exigidas por ley, el Ministerio de Medio Ambiente y Transición Ecológica ha facilitado en la zona un barco con su correspondiente tripulación. Su misión es controlar que no se cometan este tipo de infracciones. No obstante, Guerra cree que la tardanza a la hora de tramitar las multas hace que este control no esté siendo todo lo efectivo que debería. 

Por su parte, desde la Asociación Tonina consideran que existe un exceso en la oferta de esta clase de actividades. Y que la solución pasa por reducir el número de empresas que trabajan en la zona: “La apuesta de Canarias por el turismo masivo genera demasiada presión sobre los animales”, critican. Los últimos estudios llevados a cabo por esta asociación revelan que los cetáceos de la zona muestran unos niveles de cortisol, una hormona que se libera con el estrés, más elevados que los de otras poblaciones. Esto, según Marrero, no supondría mayor problema si no fuera porque la tasa de mortalidad de las crías de los cetáceos del suroeste de Tenerife es mayor que la que se da entre otras comunidades. “Esto ya supone un problema de conservación”, asevera.

Felipe Ravina es biólogo y documentalista marino. Todas las horas que ha pasado bajo el Atlántico le han convertido en un buen conocedor de la fauna y los ecosistemas que yacen bajo las aguas que bañan Canarias. Coincide con sus compañeros en que el principal peligro para la supervivencia de este lugar, al menos tal y como lo conocemos, es la intensidad del tráfico marítimo que se da en la zona. Es por eso por lo que no consigue comprender la lógica tras la intención del Gobierno de Canarias de construir un puerto en mitad de esta zona ZEC: “Dicen que es la solución al atasco de Los Cristianos, pero eso es simplemente una forma de venderlo. En primer lugar, porque el problema de ese puerto se tendría que solucionar allí y no construyendo uno nuevo. Y, en segundo lugar, porque si lo que realmente quisiesen fuera hacer eso, construirían uno pequeño solo para desviar el tráfico de los ferris, no esta gran infraestructura”. 

Ante la baja efectividad que los argumentos medioambientales están surtiendo en la mayoría de los grupos políticos, Ravina apela también a la importancia económica del sector de avistamiento de cetáceos que, siendo el atractivo turístico más visitado de la Isla después del Teide, generó 25 millones de euros en 2018: “Van a poner en riesgo un montón de puestos de trabajo y decenas de millones de euros que supone esta actividad al año”.

Una ZEC hecha a medida

De llevarse a cabo, el puerto se ubicaría entre Playa San Juan y Alcalá, es decir, en el único espacio no protegido de toda esa franja marina, que va desde la Punta Salema, en Las Galletas, hasta la Punta de Teno, en Buenavista del Norte. Un hueco hecho a medida en mitad de la ZEC para que la protección que otorga la Unión Europea a todo este espacio digno de preservar no obstaculizase la construcción de dicha infraestructura. 

Aunque es cierto que sobre el papel ese puerto no estaría ubicado en Zona Especial de Conservación, en la realidad no deja de albergar las mismas características por la que se protege el resto del entorno: “No tiene ningún sentido que esa zona esté sin declarar como ZEC cuando tiene el mismo valor ecológico que los alrededores. Ese hueco lo dejaron libre para intentar construir en el futuro”, asegura Ravina, quien recuerda que para llevar a cabo una obra de esas características habría que amontonar “toneladas de cemento y sedimentos en el fondo marino”. “Además, los barcos tendrían que atravesar una zona protegida de ballenas, tortugas y delfines que ya está saturada”, recalca. 

Un puerto encallado 

Aunque la comunidad científica que trabaja en la zona ya ha advertido de las consecuencias negativas que el intenso tráfico marítimo tiene sobre la fauna marina, asociaciones empresariales, el Cabildo de Tenerife y buena parte del ejecutivo canario se muestran a favor de la construcción del Puerto de Fonsalía, en Guía de Isora. Bajo las premisas de mejorar la conectividad de Tenerife con las demás islas occidentales y aliviar la carga del congestionado puerto de Los Cristianos, se pretende desarrollar una infraestructura con capacidad para cinco líneas de atraque para grandes buques, una dársena pesquera, 200 plazas de dique seco y 467 plazas de pantalán.

Este proyecto cuenta con un informe desfavorable emitido por la Dirección General de Costas en 2018. No obstante, a principios del pasado mes de junio, el Parlamento de Canarias aprobaba, con Sí Podemos como único grupo en contra, una proposición no de ley (PNL), presentada por el PP, para instar al gobierno central a impulsar definitivamente dicha construcción, cuya tramitación, que comenzó hace ya más de 25 años, se ha visto retrasada hasta la actualidad. Ahora, el Gobierno de Canarias espera un nuevo informe del gobierno central que dé luz verde al proyecto.

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