La presión turística en Tenerife se extiende al mar y amenaza la conservación del primer santuario de ballenas de Europa
Uno de los tramos de costa más construidos de Tenerife bordea la Zona de Especial Conservación (ZEC) Teno-Rasca. Grandes complejos hoteleros con cientos de habitaciones se amontonan en primera línea de playa en el sur de esta isla, que recibió más de siete millones de turistas el año pasado. La presión humana en tierra se ha extendido también al agua. En este enclave en el que convergen diferentes figuras de protección, decenas de motos de agua navegan a toda velocidad junto a tortugas amenazadas, embarcaciones de recreo se concentran para fotografiar a los calderones tropicales e incluso algunas personas se lanzan al agua para nadar con ellos, vulnerando las prohibiciones.
“El papel lo aguanta todo. Podemos desarrollar diferentes regímenes de protección, pero si luego no se plasma en el territorio, no sirve para nada, y esto creo que es lo que sucede desde los años 90 en esta zona”, apunta David Domínguez, antropólogo de la Universidad de La Laguna y autor de la tesis Desafíos para la gestión del turismo marino. Interacciones entre actores en destinos costeros de las islas de Tenerife, Fuerteventura y El Hierro.
La franja marina Teno-Rasca fue declarada ZEC en 2011. En este lugar del suroeste de Tenerife habita la mayor población residente de calderones tropicales del continente y una de las más importantes del mundo, con más de 300 ejemplares, por lo que se ha convertido en el primer santuario de ballenas de toda Europa y el tercero del mundo.
También conviven en él hasta 20 especies diferentes de cetáceos, como el delfín mular, y otros animales en peligro de desaparecer como la tortuga verde y la tortuga boba. La figura de la ZEC busca “asegurar la supervivencia a largo plazo de las especies y los hábitats naturales más amenazados de Europa”. También aspira a “detener la pérdida de biodiversidad ocasionada por el impacto adverso de las actividades humanas”.
La normativa deja negro sobre blanco que en esta superficie de casi 70.000 hectáreas está prohibida “cualquier actividad o comportamiento que pueda causar molestia o daños a los cetáceos y a las tortugas marinas”. Pero en la práctica “toda esta actividad turística está generando un impacto negativo sobre los animales”, subraya un biólogo e investigador que lleva una década estudiando la zona, pero que prefiere no dar su nombre.
“Las tortugas sufren riesgo de colisión al tener tantas embarcaciones de alta velocidad encima y las visitas incontroladas sobre los cetáceos están provocando un cambio en su comportamiento”, explica. Estas amenazas se suman a los ferris de pasajeros y al cambio climático.
Un estudio de 2016 elaborado por la Asociación Tonina en colaboración con la ULL ya señalaba a la contaminación acústica y a las colisiones como factores de riesgo para la conservación de los calderones tropicales en la zona Teno-Rasca. Esta investigación apunta que a partir de 1999 aumentaron los trayectos de ferris entre islas, su velocidad y también el número de cetáceos varados con signos de colisión. “Otros barcos de menor tamaño también pueden producir colisiones, y en este aspecto es preocupante el alto número de barcos recreativos de alta velocidad en la ZEC”, indica el estudio.
La presencia de motos de agua, de barcos recreativos y, en menor medida, de las embarcaciones de avistamiento de cetáceos, provocan molestias entre los calderones y una disminución de su periodo de descanso. Además, el ruido submarino puede hacer que los animales sean incapaces de comunicarse en momentos clave como el cortejo. “Usuarios sin experiencia como pueden ser turistas que se suben por primera vez a una moto de agua se acercan a los animales de forma agresiva forzando a los animales a cambiar su comportamiento para poder evitarlos”, ejemplifica el estudio.
Avistamiento de cetáceos
El suroeste de Tenerife es un lugar privilegiado para el avistamiento de cetáceos y, en concreto, de calderones tropicales. Esta actividad es la fuente de ingresos de muchos pequeños empresarios locales. Sin embargo, fuentes del sector explican que la falta de control empuja a quienes cumplen con la ley a convivir con empresas que realizan esta actividad de forma furtiva, sin licencia, y sin respetar los límites con respecto a los animales.
Con solo una rápida búsqueda en Internet pueden encontrarse diferentes anuncios de empresas que ofertan hacer kayak y snorkel con tortugas y delfines en la ZEC durante tres horas por precios que oscilan entre los 40 y los 90 euros.
El Gobierno de Canarias aprobó en el año 2000 un decreto pionero que regula esta actividad económica. Este documento establece que está prohibido nadar con cetáceos, estar más de 30 minutos junto a ellos, perseguirlos o alimentarlos. Asimismo, solo puede haber un máximo de dos embarcaciones junto a un grupo de cetáceos y todas ellas deben contar con el distintivo de “Barco Azul”. “A veces te puedes encontrar hasta cuatro barcos juntos. A partir de las diez empiezan las horas críticas”, cuentan fuentes del sector.
Con el objetivo de poner límites a la proliferación de barcos de avistamiento de cetáceos en la zona, el Ministerio de Transición Ecológica implantó en 2023 una moratoria en la emisión de nuevas licencias. Esta decisión se tomó después de comprobar a través de diferentes investigaciones que la actividad náutico-recreativa “provoca un estrés crónico en esta comunidad de calderones”, impactando también en el desarrollo de las crías de esta especie.
Raquel Modino, profesora titular del área de Antropología de la ULL, apunta que se trató de un paso importante, pero al mismo tiempo es “una gota en un océano”. “De nada sirve sacar una moratoria para quienes quieren operar de manera correcta si no se controla a quienes salen con un barco de recreo y se ponen encima de los animales”, añade. “Sería deseable una mayor seguridad en el área y más coordinación entre administraciones para que la gente no sienta que el peso de las restricciones solo cae en un lado”, subraya la investigadora.
Falta de vigilancia
La administración responsable de la gestión de la ZEC es el Ministerio de Transición Ecológica. El Gobierno de Canarias y el Cabildo de Tenerife también desempeñan una función clave en la gestión y ordenación del espacio, así como la Guardia Civil en materia de vigilancia y capacidad sancionadora. En 2021, la Policía Canaria incoó siete propuestas de sanción en un día por incumplir las normas de avistamiento. Sin embargo, fuentes consultadas critican que estas redadas son “puntuales”.
Fuentes del sector aseguran que este mes de agosto, uno de los meses donde hay más presión humana en Teno-Rasca, el barco de vigilancia del Gobierno de Canarias apenas estuvo en la zona. En concreto se refieren a la embarcación Mar Canario, adquirida en 2019 por el Ejecutivo regional para “realizar labores de vigilancia de actividades humanas en las Zonas de Especial Conservación Marina y seguimiento de las especies en estos hábitats marinos”. Ya en julio de 2024, la Asociación para la Conservación de Cetáceos del Sur de Tenerife (ACEST) denunció que este barco llevaba dos meses sin salir.
Ante las lagunas en la gestión, todas las fuentes consultadas apuntan a la educación de las empresas, de los residentes y de los turistas como un elemento clave para proteger este espacio. Sin embargo, consideran que apostar solo por ella sería como poner “una tirita en una herida que todavía sangra”.
“Claro que deberían promoverse productos que fueran aún más sensibles con el espacio, y eso ya está pasando. Las empresas se han ido reconfigurando hacia estrategias más sostenibles. Pero me parece una retórica peligrosa pensar que a través de la educación medioambiental se puede conseguir algo mientras la administración pública no toma medidas para la gestión del espacio”, sostiene David Domínguez.
Por su parte, Raquel Modino recuerda que no se puede apartar a la ZEC de su contexto y del lugar en el que se enmarca. “El sur de Tenerife es un destino de sol y playa, de masas, no de ecoturismo. Los visitantes incorporan el avistamiento de cetáceos en su itinerario como incorporan la fiesta. Son atractivos que se añaden al destino, pero la gente seguirá viniendo por el sol, la playa, las fiestas o los precios. ¿Se puede educar a todos los turistas que pasan por aquí? No, pero quizás se podría ser más rígido y depurar responsabilidades”, propone la antropóloga.
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