No es noticia que el Gobierno de Canarias carezca de política deportiva, como denuncian los socialistas. Bueno, en realidad no es noticia que carezca de política para cualquier cosa que nos haga progresar un poquitín, pero en el caso que nos ocupa, el de Deportes, parece obvio que el paso de Álvaro Pérez por la dirección general de la cosa no será precisamente histórico. Y eso ni no consideramos históricos los memorables patinazos que ha protagonizado en esta aún inconclusa legislatura. Veamos algunos de ellos: su consejera le obligó a retirar de su despacho una bandera independentista antiestatutaria en aquellos tiempos en que Pérez se hizo nacionalista de toda la vida, un poco antes de ir cada domingo a misa de doce a la iglesia de Tafira Alta para rozarse un poco con José Manuel Soria, por lo que pueda suceder en el futuro. Luego fue aquella contratación de un asesor jubilado que cobraba dos veces, la recomendación pública de la ingesta de cerveza, el partido de fútbol entre las selecciones de Canarias y Angola, o el viaje a Guadalupe con media consejería a los Juegos de las Islas (él almorzando en el hotel mientras sus homólogos celebraban reuniones).