El discurso de Carolina Darias tuvo algún guiño personal, incursiones reivindicativas y mucho estilo institucional, como correspondía al momento. Tendió la mano al diálogo, pero no desaprovechó la oportunidad de lanzar un dardito envenenado al Gobierno de Canarias cuando, al referirse a la seguridad, habló del “recurrente e interesado timbre alarmista” que se lanza desde allí para justificar extravagancias como la policía autonómica. Se acordó de su familia (de ella) y se detuvo especialmente a citar a su principal mentora, María Teresa Fernández de la Vega al hablar de la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres y a la necesidad de utilizar la palabra como herramienta “que cambia el mundo”. El guión fue suyo, pero se notó la mano periodística y siempre ordenada, precisa y a veces preciosista de Salvador García Llanos, su predecesor y amigo.