Lo dicho. Se estampa en Fuerteventura, se estanca en Lanzarote, no crece tanto en Tenerife antes de airear su ropa sucia, no existe en La Gomera ni en El Hierro y es convidado de piedra en La Palma. El PP no es un partido de implantación autonómica amplia -de hecho, tampoco lo es CC, por culpa de NC en Gran Canaria-. Queda mucho bacalao por cortar, y aunque después de mayo sólo se esté a un año vista de las Generales que apuntan a que abrirán las puertas de La Moncloa a Rajoy a -¿y a Soria la de un ministerio, dios?-, Gran Canaria se perfila como la tabla de salvación popular. Y es ahí, con los dimes y diretes entre PSC y CC en el escenario regional, donde NC podría jugar su baza como contrapeso a una ruptura de la relación amor-odio entre CC y PP. Los porcentajes y hasta el puñadito de votos entre PP y PSOE en Gran Canaria son, aparentemente y aunque parezca increíble, mínimos. Cuestión de un buen o mal enfoque de la campaña electoral en los últimos meses previos a mayo. Trasladados esos datos a las elecciones insulares y municipales, la cosa estaría bien reñida en las principales instituciones de la isla. Como para que el PP haga presidente del Cabildo a Román Rodríguez y NC dé la Alcaldía al ungido o ungida por Soria. Al tiempo.