El presidente de la Cámara Agraria de Santa Brígida, Juan Hernández, lo ha contado todo con pelos y señales: intentó durante meses que el alcalde le recibiera, que le diera una respuesta a su ofrecimiento. En realidad le estaba proponiendo una operación muy ventajosa para la institución, que solamente estaba utilizando el inmueble para pequeñas actividades culturales. Pero el Niño Bravo no hacía caso a sus requerimientos. Hasta que, de repente, aparece por el despacho del presidente de la Cámara Agraria el empresario y automovilista Luis Monzón que -siempre según la versión de Hernández- se le presentó en nombre de Lucas Bravo de Laguna para hacerse cargo de la misma operación que se le había ofertado al Ayuntamiento. Monzón ha aceptado esas condiciones: levantará un nuevo edificio en la calle principal de Santa Brígida, y a cambio de ceder una planta para la Cámara Agraria, hará un gran negocio inmobiliario. Por orden del señor alcalde.