Pues como quiera que la mala noticia para 215 familias cuajó el viernes -ni miércoles, ni jueves, mira tú-, los trabajadores intentaron saber cuanto antes cuál era su suerte. Pero hete aquí que se encontraron con que nadie les daba razón sobre su futuro. Al contrario, los mandarines intentaron blindar los nombres de los despedidos contratando a una empresa de seguridad para complementar a los de todos los días, no fuera a ser que el roce hubiera hecho el cariño y les diera un ataque de piedad. El resultado: un trabajador de Tenerife va a trabajar (qué cosas tienen algunos) y se encuentra con que un segurita al que no conoce de nada le dice que dé media vuelta porque es uno de los agraciados con la inclusión de su nombre en la carlottisima lista. Vamos, que está en la calle por mor de las maniobras contables y el beneplácito de todo un ministerio. Y por la calle abajo se fue y como un rumor sus palabras: “¿quién me devuelve mis doce añitos?”. Eso sí, previa exigencia por escrito de su involuntaria condición de incrementador de la tasa de desempleo. Que perro, apaleado y parado no implica imbécil.