Tras el azote bíblico padecido desde la tribuna de oradores, llegó posteriormente el desfogue terrenal. Ya delante de los periodistas, el presidente del PP habló en plata y dijo estar dispuesto a ser investigado hasta en el color de sus prendas más íntimas. Lejos de él las insinuaciones del PSOE, que empezó a entonar con la boca chica el verbo dimitir: si se investiga al Cabildo, a la Sociedad de Promoción y a su megacasero, de su poltrona no habrá quien le mueva a no ser que haya una sentencia firme. A ver, hagamos los cálculos: un mes de secreto de sumario, seis meses antes del juicio, un mes para dictar sentencia, y ya estamos en la campaña de 2007. Pero no será firme tal sentencia porque podrá ser recurrida. Es decir, otros cuatro años. ¿Alguien más pide una dimisión?