Fino y delicado sí que es don Pepito, ese ejemplar ciudadano, ese prohombre, esa estrella y guía de la canariedad y las buenas costumbres ignatas al noble e histórico Mencey. Basta con seguirle con cierta asiduidad para confirmarlo, para llegar a la apreciar qué equivocados estábamos los que sistemáticamente nos veníamos revolcando por el suelo ante sus ocurrencias y sus salidas de pata de banco. Una desviación de nuestra personalidad nos había llevado a interpretar como xenófobos y racistas sus comentarios sobre los inmigrantes, y como machistas y trasnochados sus desprecios e insultos hacia aquella periodista de la que valoró incluso su estado civil. Este jueves, que fue laborable en Santa Cruz, don Pepito obsequió a su parroquia con otra pieza antológica, digna de los anales del buen periodismo editorial. Nada nuevo sobre sus patrióticas soflamas independentistas, pero sí sobre el tratamiento que ahora ha devuelto al ministro de Fomento, al que una vez llamó Pepiño para recular sobre sus pasos y devolverle el más digno y solemne “don José”. Llamativamente, un párrafo después, el dueño del día se pregunta “¿quién coño es don José Blanco para disponer de los aeropuertos canarios?” Fino y educado, como corresponde a la categoría del personaje.