A Christian Wulff le han podido los placeres terrenales al alcance de los cargos públicos y la tendencia mundial de los empresarios por agradar a los responsables políticos con lisonjas y atenciones que complementan la vida lujosa que llevan. Es frecuente encontrarse con personajes así en la vida pública, si bien es cierto que de un tiempo a esta parte se impone la tendencia de la discreción y el disimulo, de manera que no salten a la luz signos externos de riqueza u ostentación de cualquier tipo. En el caso del ex presidente alemán, han sido las investigaciones periodísticas las que han hecho aflorar sus indecencias, que comparadas con las que hemos descubierto aquí algunos medios informativos convierten a Wulff en un amateur y a los que ustedes y nosotros sabemos en unos salteadores de caminos. Observando los comportamientos deshonrosos por los que ha dimitido el presidente de la RFA nos encontramos, por ejemplo, con el disfrute de unas vacaciones en la isla de Sylt abonadas por un productor cinematográfico al que el ex presidente benefició con un aval ventajoso del Estado de Baja Sajonia. El aval no llegó a materializarse, pero ha bastado el intento y el disfrute de la prebenda para que se montara el escándalo. Ese mismo año de 2007, Wulff y su familia fueron pasados a la primera clase de un vuelo Miami-Alemania cuando habían pagado clase turista. Ya, ya, ya sabemos a qué les suena. Pero a diferencia del caso Wulff, el caso Salmón se judicializó, se archivó torticeramente, se confirmaron las informaciones periodísticas y el implicado en cuestión salió de rositas y acusando a los acusadores.