Quizá pensábamos que tomando cuatro plazas y gritando unos lemas el poder se ablandaría. Quizá soñamos que jugando a sus reglas, creando partidos políticos y participando de las elecciones nos dejarían cambiar las cosas. Quizá caímos en la trampa de habitar el tablero desconociendo que siempre es “su tablero”. No soy tan pesimista.
O quizá tienen miedo. Quizá la amenaza de perder el control casi absoluto de los hilos del poder los está poniendo nerviosos. Quizá estas agresiones tan groseras no son más que los coletazos de una bestia que huele la propia sangre y opta por morir matando. No soy tan optimista.
Lo más probable es que estemos ante una demostración de soberbia sin límite que al final sea la inmensa fosa donde yazca la carrera política del regidor de Santander. Da igual si uno apoya o no a Antonio Mantecón, es innecesario comprar el ideario de Santander Sí Puede… lo importante es que la sucia jugada político-legal de Íñigo de la Serna supone el enésimo secuestro de la poca democracia que nos queda en este país de élites tan corruptas y sordas como resistentes a la prueba de la participación y la transparencia.
Para que el secuestro se produzca hacen falta una serie de actores. Primero un alcalde poco acostumbrado a gobernar sin mayoría absoluta y con alergia al disenso: ya se sabe sus concejales y sus infografías no le llevan la contraria. El ayuntamiento de la ciudad ha sido un coto privado para el regidor y sus compinches. Tanto, tanto, que la relación con los medios de comunicación del ayuntamiento es manejada por personas que son empleadas del Partido Popular: algo tan descarado que apesta pero que nadie cuestiona porque es costumbre. Tanto, tanto, que en todos estos años el equipo de gobierno municipal ha logrado coaptar a la mayoría del tejido ciudadano para que aplauda sus decisiones por delirantes que sean. Tanto, tanto, que da igual que el gran elefante blanco (el Centro Botín) esté en ropa interior, que la ciudad pierda habitantes cada día que pasa y que el futuro de Santander sea convertirse en uno de los microespacios de los que tanto gusta el señor alcalde.
El segundo factor imprescindible para el secuestro es la complicidad de alguien del otro lado. Pobre Tatiana… da igual su ideario (si existe) o sus redes de apoyo (si existen) porque la verdad es que ha hecho el juego a aquellos a los que prometió combatir para construir una ciudad más decente. No voy a hablar de traición (que esto no es un asunto de lealtades), sino de indignidad.
El tercer factor que De la Serna busca siempre es la legitimación legal de sus cacicadas y para ésta ya le ha servido el partido fantasma de Ganemos (qué error el de Santander Sí Puede al meterse en la cama con quien no muestra el rostro) y una legislación pensada para la democracia de élites y no para el debate de iguales.
Es tiempo para liberar a la ya maltrecha democracia local, esa que no vemos hace tiempo y que mantiene un hilo de vida en un zulo cada vez más oscuro y profundo.
Cuando la democracia está tan amenazada es la hora de la desobediencia institucional. Eso supondría que el grupo municipal socialista, que el concejal de IU y que Mantecón se levanten de las instituciones secuestradas para poder salvarlas; es tiempo de no contemporizar, de no aferrarse a una legalidad controlada por el mismo alcalde que la tuerce a su gusto; es tiempo de una oposición seria que desenmascare de forma dramática la patética opereta entre el PP, el inerme Ciudadanos y la concejala útil de la franquicia Ganemos. Y es tiempo de que los ciudadanos y las ciudadanas (si quedan de esos) les apoyemos porque, lo mismo que le ha acontecido a Santander Sí Puede –el desprecio y el autoritarismo-, ya lo han vivido los vecinos de Cueto, Monte, San Román o el Río de la Pila, lo han experimentado activistas de diverso pelaje multados o atropellados, lo viven a diario decenas de funcionarios que son obligados a una complicidad dolorosa.
Que la democracia estaba secuestrada ya lo sabíamos, que alguien podía vanagloriarse del delito… eso me parece demasiado.
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