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‘Truman’, de Cesc Gay: ‘Morir como se pueda’

Solo porque guarda entre sus secuencias el abrazo más conmovedor de la historia del cine español, 'Truman' ya merece la penaTruman. Sucede entre un padre y su hijo. En unos cinco o seis planos, sabemos lo que ambos están sintiendo, si ‘saber’ es la palabra adecuada. Es sencillo, arrebatador, transparente. Es una de las decenas de chispas visuales con las que esta nueva película de Cesc Gay acaba convirtiéndose en una llamarada emocional, interiorizada y viva.  De nuevo en tándem con el actor, escritor y dramaturgo Tomás Aragay, el cineasta catalán ha querido convertir los elementos de guion que mejor domina -diálogos, personajes, naturalismo- en probablemente su mejor película, dándose codazos con 'En la ciudad' en ese podio.

Pero más allá de ese abrazo, casi todo es admirable en 'Truman'. Cuenta la llegada de Tomás (Javier Cámara) desde Canadá hasta Madrid para visitar a su amigo Julián (Ricardo Darín) que ha decidido no combatir el cáncer que padece y dejarse morir. Con sus planos casi siempre fijos, la anatomía de su historia se resuelve sin casquería sentimental. Algo que puede parecer imposible, con un punto de partida tan difícil, por melodramático y aparentemente facilón. Sin embargo Cesc Gay convierte un relato sobre la muerte en una agria semicomedia plagada de su obsesión por la amistad, la lealtad y el respeto.

¿Cómo se hace eso? ¿Cómo, previendo un traumático descenso a los infiernos, resulta ser todo lo contrario, un ascenso a la resignación de “morir como se pueda”? Probablemente dejando que suceda. Julian y Tomás avanzan por los cuatro días que permanecen juntos sin hacerse muchas preguntas pero respondiendo a casi todo. La factura más impecable de la película es sin duda el haber puesto el foco sobre ambos. Uno se muere, el otro no. Peroambos sufren, ambos se quieren lo mismo, ambos tratan de comprenderse. Y evolucionan al final tomando la actitud del perro de Julián, cuyo nombre da título a la película, y que no puede hacer nada por impedir lo que le pasa, salvo imponer su miradas brillantes y la devoción a su dueño.

Y el hecho de que las interpretaciones de sus dos protagonistas prácticamente se salgan de la pantalla no es baladí. Ambos son muy conocidos entre el gran público y además en muchos registros. Pasa con muchos grandes actores. Es muy meritorio conseguir que olvidemos todo lo anterior, y que Cámara y Darín (premio ‘ex aequo’ en el pasado Festival de San Sebastián) se hayan embarcado en este ‘tour de coeur’ (si se nos permite la expresión) con absoluta naturalidad. Es un tránsito pausado hacia la muerte donde encontramos maravillosas sorpresas en el leve y firme paseo de secundarios de lujo como Dolores Fonzi (impresionante su interpretación), Eduard Fernández, Javier Gutiérrez, Elvira Mínguez, José Luis Gómez, Silvia Abascal o Nathalie Poza, entre otros.

Se cuela además entre todos ellos, o casi se impone, esa sensibilidad especial de Cesc Gay a la hora de ponerle música a sus escenas. Para esta ocasión ha echado mano de las composiciones del músico argentino Nico Cota y del gran guitarrista barcelonés Toti Soler. Entre medias, la voz de Luis Alberto Spinetta y de su mítica banda porteña Pescado Rabioso. Todo es la vez tan pequeño y tan grande en 'Truman'. Resulta hasta un poco absurdo, llegados a este término, hablar de la película, adornarla con tantas palabras. Porque acabamos pensando que Julián y Tomás ya dicen todo lo que se pueda decir al respecto. Saben lo que va a pasar y lo asumen. Nos enseñan que en realidad siempre estamos muriendo para alguien, y todas sus secuencias son un abrazo para consolarnos.

Solo porque guarda entre sus secuencias el abrazo más conmovedor de la historia del cine español, 'Truman' ya merece la penaTruman. Sucede entre un padre y su hijo. En unos cinco o seis planos, sabemos lo que ambos están sintiendo, si ‘saber’ es la palabra adecuada. Es sencillo, arrebatador, transparente. Es una de las decenas de chispas visuales con las que esta nueva película de Cesc Gay acaba convirtiéndose en una llamarada emocional, interiorizada y viva.  De nuevo en tándem con el actor, escritor y dramaturgo Tomás Aragay, el cineasta catalán ha querido convertir los elementos de guion que mejor domina -diálogos, personajes, naturalismo- en probablemente su mejor película, dándose codazos con 'En la ciudad' en ese podio.

Pero más allá de ese abrazo, casi todo es admirable en 'Truman'. Cuenta la llegada de Tomás (Javier Cámara) desde Canadá hasta Madrid para visitar a su amigo Julián (Ricardo Darín) que ha decidido no combatir el cáncer que padece y dejarse morir. Con sus planos casi siempre fijos, la anatomía de su historia se resuelve sin casquería sentimental. Algo que puede parecer imposible, con un punto de partida tan difícil, por melodramático y aparentemente facilón. Sin embargo Cesc Gay convierte un relato sobre la muerte en una agria semicomedia plagada de su obsesión por la amistad, la lealtad y el respeto.