CUENCA

Rodrigo, el joven que volvió al pueblo en la España vaciada para recuperar una cabra en peligro de extinción

La productividad, el ritmo frenético del trabajo y de la vida están afectando a la biodiversidad. En todos los ámbitos se tiende a optar por lo más rentable: cereales, los que dan más harina; tomates, los que ofrecen más kilos; y, claro, en cabras también pasa: las que producen más leche. Pero Rodrigo González no tiene tan claro que sea lo mejor. Por eso, tras formarse como ingeniero agrícola, ha vuelto a su pueblo para pastorear un rebaño de cabras veratas, una variedad de esta especie en peligro de extinción.

Explica Rodrigo que en su pueblo, Villalba de la Sierra, en la provincia de Cuenca, le llaman 'Rodri, el cabrero'. A sus cuarenta y pocos estudió en Albacete. “Tardé lo mío”, reconoce. Cuando terminó, volvió a su pequeño pueblo, la entrada al Parque Natural de la Serranía conquense, el lugar en el que sus padres, provenientes de Burgos, se afincaron por cuestiones laborales. “Mis hermanos son asturianos”, dice, riéndose. Tener el mapa de la península ibérica en su árbol genealógico no le ha impedido volver a sus orígenes.

“Cuando acabé la carrera empecé con esto”. Terminó de estudiar en la universidad justo en plena crisis, en 2007, y no había trabajo. “A mí siempre me había gustado mi pueblo y me vine”. Comenta que todo ocurrió de manera muy natural, sin forzar nada. Su padre tenía un pequeño rebaño por afición. “Como me gustaba, empecé a sacar las cabras mientras echaba currículums”. Llegó a trabajar en otras cosas, “oficinas y eso”, relata, pero su mente estaba puesta en su pueblo: “Me di cuenta de que era lo que más me gustaba”.

Así fue como ya decidió dedicarse a su explotación. “Estoy a tiempo completo y me faltan horas”, nos cuenta, y se ríe una vez más. “Aunque tengo contratado a Moha, un marroquí que trabaja de lujo”, apostilla, siempre hay cosas que hacer.

La idea, explica Rodri, la tenía clara: “No solo me gustaba la carne, porque los rebaños de carne son enormes” y él no quería abandonar la idea de tener sus cabras en extensiva. “Y pensé en la quesería”, una idea que le llevó buscar su camino: “Aquí no hay tradición de quesería y nadie sabía nada”, así que se formó en la Red Española de Queserías.

Tras trastear, experimentar y diseñar sus recetas, se presentó a la Lanzadera de la Diputación Provincial para emprendedores rurales. “Gané: 20.000 euros que me permitieron montar mi quesería”. Aunque también fue el año que le dieron una ayuda porque las cabras pasaron a su nombre y se constituyó como joven agricultor. Pero es muy claro, se puede, sí, “pero si no llega a ser por las ayudas y apoyos, está claro que yo no podría haber montado la quesería”, reconoce el cabrero de Villalba.

Así vio la luz su proyecto de quesería tradicional que abastece algunas de las cocinas más prestigiosas de la región: La cabra tira al monte. “Igual está mal decirlo, pero todo lo que produzco lo vendo, y más que hiciese, más que vendería”, reconoce con modestia y una sonrisa que denota una vida feliz. Cuando el animal está bien, el producto final se nota, y sus 200 cabras le permiten hacer algo más de 1.500 quesos al año.

El origen de un rebaño de una raza en extinción

Tiene varias razas de cabras, “pero estoy apostando por la verata”, dice Rodri. El rebaño original “tenía blancas serranas, cabras celtibéricas, todas cabras de carne, de monte”, porque su padre tenía el rebaño por afición. Y continúa argumentando que “cuando yo decidí hacer mi rebaño con el objetivo de hacer una quesería, necesitaba cabras que dieran más leche”.

Tras un pequeño experimento con cabras de la variedad murciano-granadina, la más productiva que existe, descubrió que su adaptación no era adecuada. El pastoreo extensivo y el clima no le venían bien al animal. “Me decanté por la cabra del Guadarrama, una cabra que también está en peligro de extinción, muy bonita. Pero se me hacía muy difícil”. Por eso finalmente optó por la verata, “una cabra robusta, de cuernos grandes, originaria de La Vera, Cáceres”. Explica que ahora tiene una línea pura de veratas y otra de mixtas, “y mi idea es mantenerlo así, - afirma el cabrero ­­-con una predominancia de veratas y alguna que dé variedad al rebaño, si son todas iguales me vuelvo loco para reconocerlas”. 

No es el único que tiene veratas en Castilla-La Mancha, hay más, aunque por su origen extremeño y su orientación para ser un animal de extensivo, no es muy habitual. Lo que la ha llevado, a pesar de ser un animal doméstico, a una situación difícil. Ocurre con otros tipos de ganado como vacas, caballos, ovejas y hasta gallinas. Los modelos de explotación intensiva están eliminando la variedad genética y con ella la diversidad de las explotaciones agropecuarias.

La vida de pastor ya no es lo que era

Esto ya no es lo que era, lo dice Rodrigo, que cuenta que esto de ser pastor “es como te lo tomes”. Reconoce que sí es un trabajo que exige un compromiso con los animales. Y él ha encontrado en el tándem empleo rural y oportunidad laboral, una forma distinta de enfocar su trabajo. No lo ha hecho solo, Moha, le ha ayudado.

“En cuanto pude contratar, contraté”, y esa es la clave, reconoce sonriendo. No ha sido el primer trabajador que tiene, pero habla con orgullo de Mohammed: “Le encanta, y se conoce a las cabras. Cuál es hija de cuál, y cuál va con su madre”. Reconoce estar contento. Además, Moha llegó a Villalba de la Sierra con toda su familia, compuesta por su pareja y cuatro descendientes hoy escolarizados en el colegio local. “Gracias a su trabajo yo puedo hacer el mío mejor”, concluye.

Para Rodri la clave de su pasión por el oficio de pastor es no vivir como hace décadas. Unir lo mejor de la vida rural con contacto con la naturaleza, aire limpio, movimiento diario, con algunas de las comodidades de la vida urbana, ocio, salir con los amigos, viajar, parece ser el difícil equilibrio del que Rodrigo hace gala con una sonrisa y una frase que lo ratifica: “Tengo un estado de salud excelente y disfruto de la vida”. 

“Yo no soy mucho de viajar -afirma Rodrigo-, pero igual una vez al mes sí que salgo”, y en verano comenta que tampoco tiene las vacaciones habituales de mucha gente, “pero un par de descansos de cinco días o así sí que hago”. Lo que supone un cambio en el enfoque laboral que, para este joven de Villalba es al menos una de las claves de su éxito, “si te quieres hacer rico no te dedicas a esto”.

Empleo ligado al territorio

Moha no llegó por casualidad a Villalba de la Sierra, recaló gracias a una iniciativa identificada hace años por la propia administración. Faltan pastores. Para ello se puso en marcha una escuela profesional de pastores que conecta oferta y demanda impulsada por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Tienen incluso una bolsa de trabajo “y cuando necesitas una persona para trabajar, te ayudan, te ponen en contacto. Y muy importante, sabes que la persona que viene, sabe”, comenta Rodrigo.

El cabrero habla con palabras directas pero cercanas. “No todo el mundo quiere venirse al campo, por eso muchas de las personas que se han formado son inmigrantes”, y argumenta que quizá así se rompa algún mito. “No solo hacen falta, sino que cuando vienen trabajan y lo hacen bien y ayudan a mantener los pueblos”.

Además, el caso de Rodrigo va contra corriente, no solo porque ha vuelto a Villalba para llevar su conocimiento y su trabajo, sino porque va en sentido contrario a uno de los problemas más importantes a los que se enfrentará el campo castellano manchego en los próximos años. Entre el veinte y el treinta por ciento de los actuales trabajadores del campo se jubilará, muchos de ellos sin reemplazo generacional. Por eso, Rodrigo reconoce que es una opción muy viable, “y hay muchas posibilidades. Si no, ¿de qué iba yo a tener una quesería?”, se ríe. La clave, afirma el cabrero de Villalba, está en el modelo de vida que quieras tener.