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Memoria histórica de las epidemias: así fue la gestión del brote de cólera en Ciudad Real del siglo XIX

Mapa: Juan Piqueras | UV

Francisca Bravo Miranda

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 “La Historia no se repite. En cada proceso de cambio histórico intervienen condicionantes más o menos particulares que hacen que cada acontecimiento sea distinto. No obstante, de la Historia se puede y se debe aprender. Reflexionar sobre las causas y consecuencias de los procesos históricos, sobre sus cambios y permanencias, sobre la complejidad y crítica de las fuentes para intentar acercarnos al pasado o sobre el concepto de relevancia histórica, vinculado a qué, quiénes y por qué pasan a formar parte de los libros de texto”, es la reflexión del Doctor en Historia Contemporánea, Juan Antonio Inarejos.

El docente de la Universidad de Extremadura ha realizado un análisis entre el brote de cólera vivido en Ciudad Real a mediados del siglo XIX y la gestión de la pandemia del coronavirus de nuestros días. El profesional considera que las epidemias que se han sufrido a lo largo de la historia son un “campo apropiado” para poder observar con “sentido crítico” el presente.

Inarejos dedicó un capítulo de su tesina al estudio del brote de cólera que se sufrió la provincia de Ciudad Real en el país entre 1854 y 1855, procedente de la actual India que procedía desde la India. Murió entre un 2% y un 4% de la población española, porcentajes que pudieron crecer hasta  las dos terceras partes del vecindario en localidades como Piedrabuena, donde un centenar de niños quedaron huérfanos. Sin embargo, son cifras aproximadas, puesto que el conocimiento del censo entonces era “mucho menor que el actual hasta la publicación del censo institucional de 1857”. El número absoluto de afectados sería de entre 5.000 y 6.000 personas, y en el caso de la vecina provincia de Toledo, un 3%. A nivel nacional, se trataría de un total de 829.189 afectados, citando las cifras de José Ramón Urquijo Goitia, con un total de 236.744 víctimas mortales. 

Al igual que ocurre con el coronavirus, el brote de cólera produjo una gran incertidumbre entre la población; no se sabía bien cómo se transmitía la enfermedad y hubo que esperar décadas para encontrar medidas que realmente fuesen eficaces para “atajar los efectos de la enfermedad”. “No se conocían los mecanismos para combatirlo. Se creía que se transmitía por el aire, pero realmente era por el agua, por los alimentos o por las aguas fecales”, explica el experto.

Entonces, el sistema de saneamiento y tratamiento de aguas era “prácticamente inexistente o muy deficiente” y la existencia de lagunas “infectas” en las cercanías de las localidades favoreció la propagación de la enfermedad, Al igual que con el coronavirus, muchos médicos ciudadrealeños fallecieron intentando frenar el efecto del cólera entre la población. La enfermedad tenía un carácter “interclasista”, señala el docente, pero fueron las personas “peor alimentadas” las que se vieron más afectadas, y además tuvieron menos opciones de aislarse, al contrario que las “clases pudientes”.

Gestión médica

Inarejos señala que sólo en agosto de 1855 fallecieron dos médicos en Ciudad Real, que acudieron al auxilio de los enfermos en la capital de la provincia. Se trata de los doctores Roque Arroyo y Francisco Serrano y Gurruchaga, a quienes el docente considera con méritos “más que suficientes” para tener una calle o incluso un ambulatorio u hospital a su nombre. También destaca el papel del médico Agustín Gómez de la Mata quien era diputado en Madrid pero que nació en Moral de Calatrava.

De la Mata se trasladó a la provincia para ayudar a enfermos en las localidades de Almagro y Ciudad Real, “durante las peores semanas de la epidemia”. Además, en su calidad de gestor político, promovió en las Cortes de entonces una iniciativa para que se le concediese una pensión a los médicos fallecidos en la zona durante su labor, así como medidas económicas para las localidades más afectadas, como la ya mencionada Piedrabuena, pueblo en el que todavía se recuerda los estragos de la enfermedad.

“Gómez de la Mata se convirtió en un ejemplo a seguir por su compromiso ético, profesional y político durante los peores momentos del brote. La sociedad actual no reclama comportamientos heroicos de nuestros gobernantes que emulen a Gómez de la Mata, pero sí ejemplos de civismo y responsabilidad en los que poder reflejarse en momentos de incertidumbre”, reflexiona Inarejos. “Su comportamiento es muy relevante, pues resulta atípico para esa época, en la que las clases adineradas lo que hacían era aislarse lo más posible”, afirma Inarejos. 

Pero Gómez de la Mata decidió acudir a realizar labores médicas, a pesar de los condicionantes políticos que existían, como las elecciones a Cortes Constituyentes que se celebraron en octubre de 1854. “Existe un conflicto al haber convocatoria de elecciones, un símil con la situación actual del País Vasco o Galicia. Hubo pueblos que prefieren no ir a otros a votar, o también aquellos en los que no querían que fuesen otros votantes”, recuerda el profesor de Historia. “Las elecciones eran muy importantes, pero por un lado está la necesidad de acabar con la constitución de liberadores conservadores y por la otra la necesidad de conservar la salud pública y no favorecer la pandemia”, narra Inarejos.

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