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Macrogranjas porcinas: jaque mate a nuestros pueblos

Granja de cerdos

Juan Vila Notario. Propietario de un establecimiento rural. Miembro de la Plataforma Pueblos Vivos de Cuenca

“La casa rural era cómoda y tenía muy buenas vistas, el pueblo muy chulo y a dos horas escasas de Madrid, pero… olía a m… por todas partes, dimos un paseo con la bici y la experiencia fue un horror. Menudo pestazo a cerdo…” 

Un par de comentarios como éste en TripAdvisor o en Top Rural y se acabó el turismo en este pueblo. Los dueños de las casas rurales comenzarán a ver como bajan las reservas, las casas en venta para rehabilitar, de esas que tanto gustan a los que escapan semanalmente de la gran ciudad, se quedarán con el cartel 'Se vende' para los restos. Los comercios de la zona, los oficios locales, fontaneros, electricistas, carpinteros… notarán una bajada drástica de su actividad si el pueblo o el campo que lo rodea perfuma a los visitantes con el fétido aroma que acompaña a las granjas intensivas de cerdos. 

Echados de todas partes, estas macrogranjas comienzan a inundar nuestra región. Y encima fuertemente subvencionadas por las autoridades regionales. Y es que parece que chinos y rusos demandan mucho la carne de cerdo y, como ya nadie quiere albergar este tipo de granjas, se ha decidido que mejor traerlas a nuestras zonas tan despobladas. Total, como en Cuenca ya quedamos pocos, se supone que no habrá muchas protestas. 

El turismo rural ha supuesto uno de los principales ejes de actuación para evitar la despoblación de las áreas rurales.  En su día, la Administración apostó por facilitar mediante subvenciones la rehabilitación de viviendas rurales para dedicarlas a turismo, y esta iniciativa ha supuesto todo un fenómeno social en el ámbito rural. Si bien no ha sido la solución definitiva al enorme problema de despoblamiento, al menos ha contribuido sensiblemente a sujetar la población. Son puestos de trabajo, son familias en cada uno de nuestros pueblos que han encontrado un modo de vida sin tener que emigrar a la ciudad. 

El turista que viene a una casa rural, aparte de alojarse en el establecimiento, consume en el bar o el restaurante del pueblo, visita los pueblos vecinos, contrata una actividad de turismo activo, por poner un ejemplo, compra en los comercios para llevarse los productos de la zona y, si le gusta mucho el pueblo, hasta puede  que contemple la idea de comprar una casa para venir en vacaciones y fines de semana. 

El fenómeno del turismo rural incluso ha animado a profesionales de la ciudad a optar por invertir sus ahorros en montar negocios de turismo rural.  Un cambio de vida para escapar del torbellino que supone la vida en la gran ciudad. Portales de prestigio, como Rusticae, han puesto en valor zonas que antes apenas figuraban en el mapa como posibles destinos turísticos. 

Y en medio de este proceso, aparece la proliferación de estas macrogranjas. Enormes naves repletas de cerdos que producen millones de litros de purines que se almacenan en piscinas y que, periódicamente, deben ser esparcidos por las tierras circundantes con el consiguiente perfume ambiental.

Y todo para crear un puesto de trabajo. Sí, una de estas granjas crea un único puesto de trabajo. A cambio, dejará sin trabajo a los dueños de muchas casas rurales, reducirá a cero el valor de la inversión del profesional que invirtió sus ahorros en su negocio rural, bajará la afluencia a los bares y comercios del pueblo y dejará sin trabajo al albañil o al fontanero que vivía de rehabilitar las casas para los forasteros que buscan un respiro de la gran ciudad. 

Creo que no se está midiendo el terrible impacto de este tipo de granjas. El problema es que cuando nos demos cuenta será demasiado tarde. Esperemos que la población despierte y se oponga con todas sus fuerzas a lo que sin duda supondrá  la puntilla para nuestros ya tocados pueblos. Creo que debemos exigir de nuestros gobernantes otro tipo de visión para el desarrollo rural, deben pasar de esta miopía cortoplacista y hacer, de una vez, algo que traiga vitalidad a nuestra región. Porque si sigue el apoyo oficial a las macrogranjas, en diez años no quedará nadie por estos lares. 

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