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Opinión La Trastienda

Felipe, el desahogado

Felipe González, el jueves pasado en El Hormiguero

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Leo por ahí que desde el cuartel general de Ferraz se ha transmitido a los dirigentes del PSOE la consigna de no contestar las críticas y descalificaciones con las que se despachó Felipe González contra Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero en la entrevista-masaje que le practicó la otra noche Pablo Motos el del El hormiguero. Inteligente estrategia. Apenas tres horas antes de que arrancara la campaña de las elecciones europeas, González compareció en el programa más visto en la franja horaria de mayor audiencia justo para eso: para poner a parir a Sánchez, y todavía más a Zapatero, echándole así una buena ración de carnaza al PP.

Un día antes había comparecido, junto a Alfonso Guerra y Emiliano García-Page, en la presentación de un libro del expresidente de Aragón, Javier Lambán, expedientado por negarse a votar en el Senado la Ley de Amnistía. “Si le sancionan por eso, me sancionan también a mí”, dijo el primer presidente socialista de la etapa democrática. Qué mas quisiera él que en Ferraz le abrieran un expediente disciplinario para poder hacerse la víctima de unos dirigentes a los que no traga ni en pintura.

González, que en su momento acuñó la expresión “jarrón chino” para describir la condición de los ex presidentes del Gobierno, considera inaudito que los dirigentes que le han sucedido al frente del partido y/o del gobierno se hayan permitido tener autonomía frente a su excelsa persona. En el caso de Sánchez, hay algo que no le perdonará mientras viva: ganó por goleada las primarias a Susana Diaz, que era la candidata bendecida por él, por Alfonso Guerra y toda la vieja guardia en la que se alineaban personajes que después se han ido retratando, como Joaquín Leguina, José Luis Corcuera y Nicolás Redondo Terreros, los tres actualmente fuera del partido. Derrota imposible de digerir por un ego del tamaño que se gasta el endiosado González.

Tengo menos claro a qué obedece su inquina personal contra Zapatero, al que dedicó sus peores denuestos. Cierto que ZP, con su cerrazón a reconocer la crisis financiera de 2009, dejó al PSOE a los pies de los caballos, sirviendo en bandeja la mayoría absoluta conseguida por Mariano Rajoy en 2011. Argumenta FG que ZP dejó tirado a Alfredo Pérez Rubalcaba, que ese sí que era mas felipista que Felipe y se comió aquel marrón. Pero la memoria de González, como la de todos, es muy selectiva, y olvida cómo él y su partido concurrieron a las elecciones de1993 y 1996: con un récord de casos de corrupción que no se lo comía ni Magú. Y no solo de corrupción económica: durante su mandato entró en acción el GAL, modalidad de terrorismo de Estado por la que sería condenado el exministro de Interior, José Barrionuevo, y otros altos cargos de Interior que, aprovechando que el Pisuerga pasaba Por Valladolid, se repartieron “autoindemnizaciones” y se autorregalaron joyas con cargo a los fondos reservados.

A diferencia de ZP, que al parecer dejó tirado al taimado Rubalcaba; él, que dice que se enteró por la prensa de que la cúpula de su Ministerio del Interior había montado una banda terrorista financiada con dichos fondos reservados, fue muy solidario con Barrionuevo, al que acompañó y dio una palmadita en la espalda el día que ingresaba en la prisión de Guadalajara. Lecciones de ética política e integridad moral, señor X, las justas.

Naturalmente, Motos no le preguntó a González por los GAL ni por ninguno de esa infinidad de casos de corrupción que jalonaron su etapa de gobierno. Y, eso sí, el expresidente se reivindicó como artífice del derecho a la Sanidad y a la Educación Pública con carácter universal, lo cual nadie lo discute. De la jugada de trilero del referéndum de la “OTAN, de entrada no”, mejor no hablar que me caliento. (Una diferencia: mientras él nos metió fuleramente en la Alianza Atlántica, Zapatero cumplió su promesa de retirar las tropas españolas de Irak). De sus estrechas relaciones con presidentes socialistas tan corruptos como el venezolano Carlos Andrés Pérez y el italiano Bettino Craxi, corramos otro estúpido velo, aunque haga al caso recordar la privatización de Galerías Preciados, empresa que, tras la expropiación de Rumasa en 1983, fue adjudicada al grupo venezolano de su amigo Gustavo Cisneros por 1.500 millones de pesetas. Cisneros, luego prófugo de la Justicia venezolana, lo vendió años después a la sociedad británica Mountleigh por 30.000 millones. Un pelotazo récord propiciado por el primer presidente socialista de la actual democracia española.

Además de todo lo apuntado y de tomar la “puerta giratoria” que le condujo al Consejo de Administración de Gas Natural, González ha sido o es asesor del multimillonario mejicano Carlos Slim y cultiva “amistades peligrosas” proclives a los negocios turbios, tales como la del empresario hispano-iraní Farshad Zandi, al que recomendó al dictador sudanés Omar al-Bashir, o la del abulense Jesús Barderas, este último residente en la República Dominicana y a la sazón cuñado y tío carnal (padre e hijo) de sendos asesores de libre designación del gobierno que preside Alfonso Fernández Mañueco.

En fin, en El hormiguero Felipe González aparentó ser el político cabal y respetable que hace décadas dejó de ser. Hoy es un potentado con un patrimonio multimillonario amasado a base de tráfico de influencias que nada tiene que ver con aquel que gastaba chaqueta de pana cuando era oposición a Adolfo Suárez. El actual González responde más bien a la caricatura que aparece junto a la de José María Aznar, en plan compadres (tal para cual) en El intermedio de Wyoming parodiando a Faemino y Cansado. Dice el topicazo que quien de joven no es de izquierdas, no tiene corazón, y el que el de que adulto no es de derechas, no tiene cabeza.

La verdad es que hoy las organizaciones juveniles del PP y de Vox acaparan a la mayor parte de jóvenes con militancia política. Y resulta extraño que algún antiguo dirigente derechista acabe pasándose en su tercera edad a la izquierda. Pero lo contrario, esto es, que antiguos izquierdistas se mimeticen con la derecha más rancia está a la orden del día.

Sin ir mas lejos, Alfonso Guerra, otro de los antisanchistas más jaleados en los diarios, emisoras y programas televisivos integrantes de la “fachosfera”. Si el deslenguado número dos del PSOE en los primeros años de la transición, ese que llamaba a Suárez “tahúr del Mississippi” y a la primera ministra de la democracia, Soledad Becerríl, “Carlos II vestida de Mariquita Pérez” (sic), se viera hoy en el espejo no dudaría en calificarse a sí mismo de un esperpento (nunca mejor dicho), carca, cavernario, retrógrado y machista.

Más arriba he citado a unos cuantos, pero hay muchos más y no pocos en esta comunidad, verbigracia el burgalés Juan José Laborda, el político que con su sublime torpeza regaló a Aznar la victoria electoral en las elecciones autonómicas de 1987. Por contra, el que fuera primer presidente de la Junta de Castilla y León, el octogenario Demetrio Madrid, es de los pocos que ha seguido siendo fiel a sus principios. Toda una rareza a estas alturas del siglo XXI. No todo el mundo envejece políticamente tan mal...

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