La ciudad que aprovecha el agua de la ducha para el váter: “Se ahorra un 30% del consumo”
Desde hace dos décadas, en la mayoría de edificios de viviendas de Sant Cugat del Vallès, en Barcelona, cuando un vecino tira de la cadena no desperdicia agua potable, como ocurre en casi todos los hogares españoles. La cisterna del váter se llena con lo que desaguan duchas y lavabos. Se trata de un sistema de reutilización muy inusual en nuestro país. Pero la sequía que padece Catalunya ha empujado a algunos municipios a incorporar este requisito en las nuevas edificaciones. Comenzando por Barcelona.
“¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI estemos tirando agua potable al váter? Debería dolernos más”, expresa Marta Oliver, técnica de Sostenibilidad y Medio Ambiente de Sant Cugat desde hace años. En su municipio, de 90.000 habitantes, unos 30.000 vecinos, el 30%, viven en fincas con instalaciones de aprovechamiento de lo que se conoce como aguas grises. “De media, esos domicilios suelen ahorrar entre un 30% y un 35% del agua que consumirían”, dice.
Actualmente hay en Catalunya una treintena de consistorios que han aprobado ordenanzas para obligar a las nuevas construcciones a aprovechar las aguas grises. Pero sigue siendo una política minoritaria, debido a que no existe demasiada legislación al respecto, sea autonómica o estatal.
En el caso de Barcelona, el gobierno de Jaume Collboni ha detallado que la nueva ordenanza requerirá a todas las nuevas promociones y grandes rehabilitaciones, de 16 o más viviendas, establecer estos sistemas de aprovechamiento de agua. La propuesta está ahora en fase de proceso participativo y se prevé que se apruebe a finales de año.
¿Cómo se aprovechan las aguas grises?
Si en una vivienda en Barcelona se consume poco menos de 100 litros por habitante y día, se estima que 35 corresponden a las descargas del inodoro. Una cantidad que se puede cubrir con el agua de duchas, bañeras y lavabo, puesto que estas suponen entre 40 y 50 litros (hasta 80 en hoteles), según los cálculos de la empresa municipal Barcelona Cicle de l’Aigua SA. Entre las aguas grises se cuentan también el lavavajillas, el fregadero y la lavadora, pero estas no se suelen contemplar en las instalaciones de reutilización puesto que contienen grasas, detergentes y otros productos químicos.
Pero, ¿cómo funciona el reciclado de aguas grises? De entrada, las edificaciones adaptadas para este ahorro deben contar con un triple sistema de tuberías separadas. Por un lado, el desagüe de las aguas grises, que las conduce hasta el sótano, donde se suele ubicar el depósito donde se lleva a cabo el proceso de filtrado. Una vez saneada, el agua se bombea de nuevo hacia arriba a todas las viviendas para llenar las cisternas. Y la tercera tubería es la que expulsa las aguas fecales. Esta complejidad en el sistema de cañerías, apuntan administraciones y expertos, es la que hace que solo sea viable en nuevas promociones o rehabilitaciones integrales.
En cuanto al tamaño mínimo de los inmuebles, ahí entra la variable económica. En Sant Cugat estiman que a partir de ocho hogares ya sale rentable. En Barcelona plantean 16. “Inicialmente es una inversión importante, por el gasto de obra y lo que cuesta el propio equipo, pero se amortiza rápidamente y supone un ahorro en la factura del agua”, sostiene Sílvia González, coordinadora de la Comisión Sectorial de Aguas Grises y Pluviales de Aqua España, la asociación de empresas del sector hídrico.
Según cálculos del consistorio barcelonés, para un edificio de 16 viviendas la instalación costaría 760 euros por hogar; el mantenimiento, 93 euros anuales; el ahorro de agua sería de 500 m3 anuales y la inversión se amortizaría en 10 años. Además, estiman que el ahorro económico superaría los 150 euros al año por domicilio.
“El aprovechamiento de aguas grises está despertando interés y va cada vez a más, pero para hacerlo las administraciones deben ser atrevidas y hacerlo obligatorio”, sostiene Joaquim Comas, investigador del Institut Català de la Recerca de l’Aigua (ICRA). Este académico se muestra también sorprendido de que la reutilización de aguas grises no esté más extendida en la arquitectura española.
El camino abierto por Sant Cugat
Todos los ayuntamientos que buscan ahora aprobar ordenanzas de ahorro de agua, entre ellos Barcelona, acuden a Sant Cugat del Vallès. Este municipio metropolitano, uno de los más ricos de Catalunya, aprobó su primera normativa de ahorro de agua en 2002, y la actualizó en 2008 y 2018 para hacerla más restrictiva. No solo es pionera en la reutilización de aguas grises, sino también a la hora de obligar a instalar depósitos de aguas de lluvia –para según qué jardines– y de instalar sistemas de aprovechamiento de agua de las piscinas –según su tamaño–.
Con sus miles de piscinas (5.000, actualmente) y de casas unifamiliares con jardín, Sant Cugat del Vallès era históricamente la ciudad de Barcelona que más agua gastaba con diferencia. En 2001 el consumo de los hogares era de casi 200 litros por habitante y día (mientras que en Barcelona en esa época era de unos 130). “Cuando los técnicos se reunían con otros ayuntamientos barceloneses se les caía la cara de vergüenza”, manifiesta, simple y llanamente, la actual técnica de Sostenibilidad y Medio Ambiente de la localidad, Marta Oliver.
Fueron sus predecesores en el cargo los que a principios de siglo decidieron poner fin a esos volúmenes de gasto de agua. “Buscaron ejemplos por todo el mundo. Viajaron a Australia y a California y de allí volvieron con ejemplos como el de la reutilización de aguas grises”, relata.
Desde entonces, el consumo de agua se ha reducido progresivamente en la ciudad y actualmente se encuentra en los 116 litros por habitante y día. Sigue siendo superior a la media metropolitana, pero lejos por ejemplo del límite actual en emergencia (de 200) y del gasto que suelen acreditar los municipios de la tipología urbanística de Sant Cugat, con numerosos chalés con piscina.
Lo que no entiende Oliver, que en los últimos meses ha recibido numerosas consultas por parte de otras administraciones locales, es cómo la mayoría de ayuntamientos no han desplegado todavía esta política. Parte del problema, considera, es que ni la administración estatal ni la autonómica han querido regular o promover esta medida. El Código Técnico de Edificación –que aglutina la normativa de las nuevas construcciones– no la contempla y las autoridades sanitarias siempre han sido reacias a darle su visto bueno, añaden las fuentes consultadas.
“Nosotros llevamos años reclamando a la Diputación de Barcelona o al ministerio de turno que esta regulación no recaiga en las ordenanzas municipales solamente”, reclama Oliver, que insiste en que el agua reutilizada, que no se usa en ningún caso para consumo humano (solo para cisternas, y en algunos otros municipios para riego de jardines), cumple con todos los requisitos sanitarios.
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