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Ladrillos en el aire: la inestabilidad asusta a los fondos extranjeros y congela inversiones en Barcelona

Uno de los asistentes al salón inmobiliario de Barcelona, en el stand de elidealista.es.

José Precedo

Barcelona —

Lección número uno: el dinero es miedoso y no hay peor enemigo de un inversor que la incertidumbre. La historia está plagada de episodios en los que el pánico desencadenado ha hecho caer economías enteras. Sabiendo eso, imaginemos a los prebostes del sector inmobiliario reunidos en una feria en Barcelona justo el día en que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el de la Generalitat, Carles Puigdemont, se cruzan cartas amenazantes: una sobre la declaración de independencia y la otra, para intervenir –por primera vez en la historia democrática– una autonomía: nada menos que Catalunya.

Inseguridad es lo que reflejan este jueves las muecas y los corrillos en el Barcelona Meeting Point, un evento sectorial que reúne a promotores, bancos, fondos de inversión y consultoras inmobiliarias, llegados de todo el mundo y vinculados al sector del ladrillo, ya sea  para viviendas residenciales o locales de oficinas.

La cita –que se celebra cada año y aspira a ser la más importante del sur de Europa en el sector– se había programado en un contexto de euforia: el precio del metro cuadrado en Barcelona había subido un 22% en el último año y en las zonas nobles de la ciudad las viviendas ya son más caras que en lo alto de la burbuja inmobiliaria. Un caso práctico para saber de qué hablamos: en el barrio popular del Raval, pendiente de gentrificar, hay compradores extranjeros pagando el metro cuadrado a 8.500 euros.

En la feria, las maquetas virtuales, las imágenes en 3-D de los chalés con piscina infinity, las exhibibiciones con los últimos avances de domótica, el merchandising y las sonrisas de los comerciales apenas pueden esconder un ambiente gélido y muchísima preocupación entre los peces gordos del ladrillo. Ante los micrófonos nadie quiere generar más alarma de la que ya existe en el sector para que la bola no siga creciendo. La mayoría de promotores, bancarios y representantes de fondos defienden que de momento los precios no han caído, que las ventas previstas se van cerrando. Pero en las cafeterías de los distintos pabellones y a la salida de las charlas las conversaciones acaban todas igual: “Esto está parado”.

El colegio de la Asociación de Agentes Inmobiliarios, la consultora inmobiliaria C. B. Richard Ellis, la inmobiliaria Servihábitat... Nadie quiere hablar de política con periodistas... aunque la política y el procés monopolicen las conversaciones de agentes inmobiliarios y sean, según reconocen todos, la principal amenaza para el sector.

Sí habla, con la condición de no revelar su nombre, un perito especializado en propiedades horizontales –edificios y hoteles–: “El escenario era perfecto. En España se pagan menos impuestos que en Francia. Y en los barrios caros de París el metro cuadrado está a 10.000 euros, mientras que el de Barcelona todavía ronda los 5.000. Todo pintaba de cara, pero desde el 5 y 6 de septiembre [cuando se celebró el tenso Pleno en el Parlament que dio luz verde a las leyes del referéndum y de transitoriedad finalmente anuladas por el Constitucional] todo se ha frenado. La gente tiene miedo y es previsible que ese dinero se vaya a Madrid, Valencia o Castellón”.

Petter Von Puttkaner lleva 25 años representando a grandes inversores internacionales: fondos de pensiones, compañías de seguros, consorcios inmobiliarios... Tuerce el gesto cuando se le pregunta por el corto plazo. Asegura que se le acaban de caer tres operaciones gordas y, según dice, todas por la inestabilidad política: “Tres de tres, tenía casi cerrada la venta de un edificio por 60 millones de euros en Barcelona. De los otros dos proyectos no puedo hablar pero también se han frustrado de momento. Tres de tres congelados. Y toda la gente que he visto en la feria de Múnich hace dos semanas estaba hablando de esto. De cómo acabará lo de Catalunya. Los fondos gestionan dinero de otros y deben ser muy prudentes en sus inversiones. Quieren seguridad jurídica, hoy el dinero se evapora en dos minutos. Catalunya está sufriendo y va a sufrir mucho más por lo que yo sé. Y el resto de España, también”. 

En el stand de la Generalitat dos azafatas sonríen al visitante pero no hay nadie que dé explicaciones a la prensa. Casi enfrente, tras los paneles de Coldwell Banker, un gigante inmobiliario con presencia en todo el mundo, su directivo alemán Artur Stabinski dice que es pronto sacar conclusiones. “Todos esperamos a levantarnos una mañana y comprobar que todo ha sido una pesadilla. Nosotros, de momento no hemos perdido operaciones y la semana pasada firmé dos de un millón de euros. Pero estamos recibiendo llamadas de inversores extranjeros preguntando por la situación”.

Stabinski, al frente de las promociones de obra nueva de la firma Prestige Barcelona, apadrinada por Colwell admite que han tenido que parar “una operación de 11 viviendas de un inversor extranjero” relacionada con lo que el mundillo llama “golden visa”. Se trata de los permisos de residencia que el Gobierno español concede a quienes compren una vivienda de más de 500.000 euros. “Si un argelino o un asiático me llaman para comprar una casa que se escriturará a finales de 2018 y no saben si entonces Cataluña será independiente o seguirá en España, pues al final esa venta se pospone. Dentro del pequeño desastre, veo signos positivos, esperamos que los políticos estén a la altura y se den cuenta de que lo peor para la economía es la inestabilidad”.

La zona de las consultoras inmobiliarias en la feria es una sucesión de pequeñas salitas de estar decoradas con mobiliario de diseño para que inversores y directivos puedan sentirse como en casa. Hay incluso un futbolín. Obtener alguna explicación pública de cómo está influyendo el procés en esos sofás es tarea imposible.

Tras varias negativas, se presta Toni López, de Forcadell Real Estate Premium Properties, una consultora catalana que lleva en el negocio desde 1958. López ve el vaso medio lleno pero pide acabar con la incertidumbre. “Esto es una partida de ajedrez y queremos que se acabe. Que se declare la independencia o que no, pero saber a qué atenernos. Es cierto que hay un parón sobre todo de las grandes compañías que se lo piensan antes de realizar grandes gastos, pero el que va a comprar su casa y la ha encontrado sigue adelante. Y esto es un mercado de ciudades. Barcelona tiene playa a cinco minutos y nieve a una hora y media”. El director de Area inmobiliaria y Empresa de Forcadell defiende que su compañía tiene alquilados 38.000 metros cuadrados a empresas y que las perspectivas de cerrar el año con 50.000 no están descartadas. Tenemos operaciones en marcha para locales de 3.000 y 4.000 metros cuadrados y acabamos de alquilar 1.500 metros a Max Mara. Y los precios no están cayendo todavía, aunque ahora las negociaciones puedan alargarse por el contexto político“.  

Cerca de la salida de la Fira, departe con un grupo de amigos una de las estrellas invitadas. Gonzalo Bernardos, economista y asiduo en las tertulias televisivas, ya ha pronunciado su conferencia y tiene un diagnóstico brutal: “Nadie vende nada. El que se esté dedicando a la venta o alquiler de oficinas en Cataluña ya puede cambiar de oficio o de lugar. Pinta muy mal viendo las empresas que se están yendo. En el caso de las viviendas son buenas noticias, íbamos camino de una nueva burbuja inmobiliaria que acabaría estallando en un par de años. No pueden ser esas subidas de precios por encima del 20% anual en Ciutad Vella o el Eixample [barrios que se han vuelto prohibitivos en Barcelona]. Ahora se estabilizarán las ventas de manera gradual sin las consecuencias de otro pinchazo de la burbuja”. 

El programa oficial en la Fira, que se abrirá al público durante el fin de semana, invita a charlas con títulos que se han vuelto tragicómicos en el actual contexto de éxodo de empresas y bancos alarmados por el procés: Deloitte, los retos inmobiliarios de Barcelona para atraer a grandes corporaciones; Los titanes de la financiación inmobiliaria: banca y fondos de inversión.

Carlos, ingeniero industrial, camina por los pasillos del pabellón mezclado entre los señores del ladrillo. Él busca una pequeña oportunidad para invertir. Un piso de 300.000 euros en el centro de Barcelona. A él lo que lo arredra no es tanto el procés, como los precios de locura que se han instalado en la ciudad.

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