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Más pobres, más solidarios

Ciutadans sense recursos fan cua per recollir el sopar calent que BarcelonActua els ofereix cada dijous a la Rambla del Raval (Carmen Secanella)

Noelia Román

Barcelona —

Leopoldo Gallego tiene 57 años y es pintor. O más bien, era. Ahora, es un “superviviente” que los jueves por la tarde se acerca a la Rambla del Raval de Barcelona para colaborar con BarcelonActua repartiendo tickets que dan derecho a una cena caliente. Leopoldo distribuye los papelitos entre la gente que hace cola y se queda uno. Hace algo más de dos años que no tiene trabajo. Y los 400 y pocos euros que recibe de ayuda estatal ya no le llegan para cubrir todas las comidas ni mucho menos para pagar un alquiler. Duerme en la calle. En la Ciudadela. Justo delante de la comisaría de los Mossos d'Esquadra. “Vivo de la solidaridad de la gente”, afirma Leopoldo, uno de los rostros del 22% de catalanes que ya viven con rentas por debajo del umbral de la pobreza.

Las cifras son escalofriantes. Las historias detrás de los números, aún más. La pobreza se extiende a Cataluña como una amenazadora mancha de aceite. Uno de cada cinco catalanes está en riesgo de añadirse a la bolsa de probres ya existentes, el 30% de los ciudadanos de Cataluña, según los últimos datos del Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat). “La amenaza de fractura social es alta”, sostiene Teresa Crespo, presidenta del ECAS (Entidades Catalanas de Acción Social).

Porque cada vez hay más gente que, como Leopoldo, se queda sin trabajo y no puede hacer frente a las necesidades básicas. El 57% de los catalanes tiene problemas para llegar a fin de mes. Y el 40% son incapaces de hacer frente a gastos imprevistos. Los datos aparecen en el último informe Insocat para la mejora de la acción social y pueden ser benévolos: pertenecen a 2010. “La bonanza económica que vivimos hasta el año 2008, muy asociada al ladrillo y al fácil acceso al crédito, hizo que la gente gastara más de lo que tenía. Por eso, en parte, la crisis ha golpeado tan fuerte”, explica Crespo.

Menos inversión y más paro

Por eso y porque, a la hora de enfrentar la crisis, los gobiernos catalán y español decidieron aplicar la tijera en aspectos básicos para los ciudadanos: la salud, la educación, la ayuda a las entidades solidarias. Las cifras respecto al resto de Europa son elocuentes. Ya en el año 2010, mientras un 20% de la población catalana estaba en riesgo de pobreza (20,7% en España), la Unión Europea se mantenía en un 16,4% y la zona euro, en un 16,1%. “La inversión social en Europa siempre ha sido más elevada que aquí”, habla Crespo. “Y además, nuestra tasa de paro es mucho más elevada que en el resto de Europa”, añade.

Hasta que perdió su empleo de pintor, hace algo más de dos años, Leopoldo había trabajado siempre. “Desde entonces, no me ha llegado ninguna oferta”, asegura. “Y yo era de los que pensaba que nunca me pasaría a mí”, confiesa. Ahora, la situación le resulta tan “humillante” que se la esconde a su hija, de 19 años, que vive con su madre y no sabe que su padre duerme al raso desde hace un año. “Cada vez hay más familias que nunca habían utilizado los servicios sociales y que ahora dependen de ellos porque los dos miembros de la pareja se han quedado de golpe sin trabajo”, constata la presidenta del ECAS.

Los niños, principales víctimas

Los estudios, sin embargo, apuntan hacia los niños como los principales perjudicados de esta situación. Los menores de 16 años son hoy en día los más expuestos a caer en la pobreza, un 29,5%, según el informe Insocat. Han avanzado de largo a las personas mayores que, en 2006, eran un 21,1% (frente al 22,3% de los menores de 16 años) y ahora son un 15,8%. E incluso en la franja de edad entre los 16 y los 64 años, que hoy está en el 28,5%, 3,3 puntos más que en 2006. “Aunque se están creando nuevas situaciones de pobreza entre los ancianos, éstos aún resisten porque sus pensiones no han variado mucho. Los niños, en cambio, son los que más sufren la precaria situación familiar: las becas de comedor les proporcionan, a menudo, la única comida caliente que hacen al día ”, asegura Crespo.

La de muchos padres la sirven en los comedores sociales o donde sea que las entidades solidarias montan su tenderete para echar una mano. “Yo vengo aquí y pido limosna en la parroquia, pero procuro que mis cinco hijos tengan siempre de comer en casa”, dice Miguel, sentado en su silla de ruedas, mientras espera que un voluntario de BarcelonActua le acerque su ración de cena. Después, tendrá que volver a Santa Coloma, donde vive con su mujer y su niños. “Tuve una parálisis infantil a los cinco años, me quedé huérfano de padre a los 12 y he hecho de todo: vender periódicos, lotería y, ya en Barcelona, ​​acrobacias en la Rambla. Entonces, me ganaba bastante bien la vida, pero hace cinco años que ya no lo hago. Ya no estoy en forma. Y pedir limosna no me da vergüenza, es mejor que robar ”, relata Miguel, que llegó de Ecuador a los 22 años para competir en los Juegos Paralímpicos de Barcelona'92. Se quedó porque, en su país, “no había futuro”.

Ahora, sin embargo, algunos de sus compatriotas retornan a Ecuador, como otros inmigrantes de los años de bonanza lo hacen hacia sus países. Catalunya ya no es el Dorado. El trabajo escasea, está mal pagado y las posibilidades de acceder a servicios y prestaciones sociales disminuyen. “Tenemos problemas serios, no se sabe hacia dónde vamos, pero en este país sigue habiendo riqueza”, afirma Teresa Crespo. “Lo que pasa es que está mal distribuida. La desigualdad ha aumentado porque el modelo socioeconómico ha estado al servicio del capital; debe revisarse”, continúa la presidenta de la ECAS.

Vulneración de los derechos fundamentales

Los recortes en servicios sociales no sólo han adelgazado el estado del bienestar. “También han vulnerado los derechos mínimos de todos los ciudadanos recogidos en el Estatut”, recuerda Crespo. “El Estado es el responsable último de garantizar estos derechos mínimos. La economía debe estar al servicio de las personas y todos debemos aprender a ser todos más iguales y todos más pobres, si es necesario”, asevera. Es una cuestión de prioridades, según la presidenta de la ECAS. “Y la cosa iría mejor si los gobiernos dieran prioridad a las políticas redistributivas. Esto es lo que debemos exigir porque una sociedad más justa es posible”, afirma. “Pero los mandatarios tienen presiones diversas y, aunque esta situación les preocupa, no siempre la priorizan, como prueban sus recortes”.

El fracaso de los acuerdos de Lisboa (2000) es la prueba. En 2010, la desaparición de la pobreza, el objetivo marcado, no se había conseguido ni de lejos. Y se redefinió a la baja: la reducción de la misma en un 10% hasta el año 2020. “Con esta dinámica y este modelo socioeconómico que persigue el máximo beneficio privado y está dominado por el individualismo, dudo mucho que se pueda lograr”, señala Crespo.

La presidenta de la ECAS mantiene, sin embargo, una pizca de optimismo. “La crisis ha generado iniciativas comunitarias de ayuda, ha aumentado la solidaridad y confío en que, un día, todos juntos digamos basta y encontremos una manera más personal y humana de relacionarnos”, concluye Teresa Crespo. Actitudes como la de Adrià refuerzan sus argumentos. Este hombre con aspecto afable, voluntario de BarcelonActua, tiene 59 años y está en el paro desde hace meses. Pero estira los 150 euros que le quedan del subsidio para comer -el resto se le va en alquiler y otros gastos fijos-para bajar, cada semana, algo cocinado a la cola de 'los jueves todos a comer', una de las iniciativas de esta organización solidaria. “La situación es muy difícil, pero sé que hay gente peor que yo. Aporto lo que puedo y así lo haré mientras pueda. Me satisface y me da fuerza”, remata Adrià con una sonrisa alentadora.

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