Sánchez y Torra acuerdan buscar una solución política con “amplio apoyo en Catalunya” y con “seguridad jurídica”

Pedro Sánchez y Quim Torra se han reunido durante varios minutos en el Palacio de Pedralbes en Barcelona, donde han consensuado una breve declaración en la que ambos se comprometen a buscar mediante el diálogo una propuesta política “con amplio apoyo de la sociedad catalana”. Una “respuesta democrática”, insiste el texto acordado, siempre “en el marco de la seguridad jurídica”. Para explorarla, las partes se han emplazado a una reunión de las mismas características en enero.

“La solución al problema se encontrará ensanchando el espacio del diálogo entre ambos gobiernos pero también ensanchando el diálogo entre las fuerzas catalanas”, ha asegurado la ministra Meritxell Batet, que ha dejado claro que, para su gobierno, la búsqueda de soluciones siempre será “dentro de la Constitución”. Por su parte, la portavoz del Govern, Elsa Artadi, ha puesto el acento en continuar la vía del diálogo “poniendo de manifiesto los consensos de la sociedad catalana”, que para el Govern es un referéndum.

Sánchez ha llegado al lugar de la reunión entre pitos y abucheos de medio centenar de personas pasadas las 19 horas, donde ha sido recibido por Torra. Los dos se han visto en solitario durante cerca de 45 minutos y, en paralelo, lo han hecho los vicepresidentes, Carmen Calvo y Pere Aragonès, la ministra Meritxell Batet y la portavoz del Govern, Elsa Artadi. El fruto de este encuentro ha sido el breve comunicado en el que, sobre todo, subrayan la apuesta conjunta por el diálogo, reconocen la existencia de un “conflicto político” en Catalunya y establecen que los gobiernos apuestan por soluciones diferentes.

Ese escueto comunicado ha sido casi el único punto de encuentro entre las partes, pero tiene un evidente valor simbólico. Para el independentismo significa tener interlocución con el Gobierno sobre sus demandas, mientras que para el Ejecutivo de Sánchez supone escenificar que las cosas están mejor en Catalunya ahora que no gobierna el PP, además de no romper los frágiles puentes de la mayoría que le llevó a Moncloa y que puede aprobarle los presupuestos. De hecho, los independentistas había aprobado este mismo jueves el límite de déficit en el Congreso, dando un importante balón de oxígeno a Sánchez.

Con todo, y pese a la insistencia en subrayar la voluntad mutua de diálogo, el caos organizativo con el que se ha llegado a la reunión de este jueves demuestra que la relación está lejos de estar engrasada. Los gobiernos central y catalán habían sido incapaces de consensuar el orden del día, tampoco el formato de las reuniones, y ni siquiera la denominación de lo que estaba pasando en el Palau de Pedralbes.

Las fricciones han sido duras durante toda la semana, pero pactar el comunicado final ha servido de bálsamo en las relaciones. Más cuando este viernes el Gobierno encara la celebración de un Consejo de Ministras que será contestado en las calles de Barcelona por los soberanistas. Pero, más allá del comunicado, la imagen que queda del encuentro es la de dos gobiernos sin demasiada sintonía pero con consciencia mutua de necesitarse. La destrucción mutua, que llevaría a un adelanto electoral al que las derechas llegan con las encuestas a favor, es demasiado cara.

Finalmente la foto buscada por la Generalitat de los seis políticos sentados en una mesa no se ha producido. Y eso pese a que el Govern ha insistido durante todo el jueves en que el momento que han compartido en solitario los presidentes era un “saludo”, que daba paso después a la reunión importante con todos los miembros de los ejecutivos. Desde el Gobierno se negaba este extremo y se explicaba que la reunión era entre presidentes, habiendo después una foto conjunta. La realidad se ha acabado pareciendo más a lo avanzado por Moncloa.

Generalitat y Gobierno han batallado durante días por ganar el relato de si el encuentro producido era una minicumbre, como pretendían los primeros, o una reunión entre el presidente del Gobierno y un presidente autonómico, como subrayaban los segundos. La parte catalana reclamaba un formato de cumbre entre gobiernos que Moncloa rechazaba de plano. El Gobierno central quería un encuentro de presidentes, a solas, como hizo Sánchez con Susana Díaz cuando el Consejo de Ministras se celebró en Sevilla.

Las reticencias de Moncloa vienen del rechazo a un trato singular a la Generalitat con respecto al resto de autonomías. Finalmente ha accedido a una fórmula intermedia que permitiera dar imagen de “normalidad” y apaciguar los ánimos. No obstante, ha acabado cediendo en algunos aspectos que diferencian el encuentro del que se produjo en Andalucía: en aquel momento solo se vieron Sánchez y Díaz. Además, no hubo comparecencias posteriores mientras que en este caso Artadi y Batet han hecho declaraciones ante los medios de comunicación.